XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Introducción a la semana
De las tres lecciones en las que se concentra el contenido cristiano que Jesús de
Nazaret imparte a los suyos, y que conocemos como los tres anuncios de su
pasión, muerte y resurrección, en este domingo tenemos la segunda de ellas.
Tal rechazo había sido atisbado en el Viejo Testamento (el justo perseguido por
su bondad y fidelidad a Yahvé), y es indudable que el estilo de vida que Jesús
indica a sus seguidores debe aún hoy, más que nunca, interpelar a nuestras
comunidades cristianas, que no deben asustarse ante las liberadoras paradojas
evangélicas: el último, el servidor, la acogida a los débiles… Con oportunidad,
Santiago nos recuerda que no olvidemos el estilo de Jesús, pues si lo olvidamos
seremos un acabado antitestimonio evangélico.
En el primer tramo de la semana no nos consta memorias relevantes, salvo la
celebración de María bajo la advocación de la Merced; no así en su segunda
mitad en el que evocaremos a Vicente de Paúl, fecundo en sus obras serviciales
como pocos (Hermanas de la Caridad, Padres Paúles, entre otras); también a
Domingo Erquicia OP., y hermanos mártires del Japón, tanto nativos como
foráneos, martirizados en diversos momentos. Cerramos la semana con la
evocación de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
Varios fragmentos de literatura sapiencial, y ésta de diversos libros bíblicos,
tendremos en la franja de la primera lectura. Sentencias que nos hablan de que
Dios no atiende al soberbio, que mira siempre al corazón del hombre y, además,
tiene una palabra que es operativa siempre. El Eclesiastés con su peculiar
‘pesimismo’ (nada nuevo bajo el sol), o su realismo al afirmar que hay tiempo
para todo, para concluir con un saludable consejo: no nos olvidemos de nuestro
Hacedor.
El evangelio abre con la parábola de la lámpara, y sigue con el breve, pero
encantador, párrafo de la familia de Jesús. El miércoles escucharemos el envío
de los doce apóstoles, seguido del paréntesis narrativo de las dudas de Herodes
(¡si él había decapitado a Juan!) y la declaración creyente de Pedro, para
concluir con el más que breve segundo anuncio de la pasión de Jesús.
Seductor parentesco el que nos proporciona la Palabra del Maestro.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org