XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
“Practicar el derecho y la justicia, Dios lo prefiere a los sacrificios”.
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Proverbios 21, 1-6. 10-13
El corazón del rey es una acequia en manos de Dios, la dirige adonde quiere.
Al hombre le parece siempre recto su camino, pero es Dios quien pesa los
corazones.
Practicar el derecho y la justicia Dios lo prefiere a los sacrificios.
Ojos altivos, mente ambiciosa, el pecado es el distintivo de los malvados.
Los planes del diligente traen ganancia, los del atolondrado traen indigencia.
Tesoros ganados por boca embustera son humo que se disipa y lazos mortales.
Afán del malvado es buscar el mal, no mira con piedad a su prójimo.
Cuando el cínico la paga, aprende el inexperto, pero el sensato aprende con la
experiencia.
El honrado observa cómo la casa del malvado precipita al malvado en la ruina.
Quien cierra los oídos al clamor del necesitado no será escuchado cuando grite.
Sal 118, 1. 27. 30. 34. 35. 44 R. Guiame, Señor, por la senda de tus mandato
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor. R.
Instrúyeme en el camino de tus decretos,
y meditaré tus maravillas. R.
Escog1 el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R.
Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón. R.
Guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo. R.
Cumpliré sin cesar tu voluntad,
por siempre jamás. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, l9-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el
gentío no lograban llegar hasta él.Entonces lo avisaron:
-«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó:
-«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la pala-bra de Dios y la
ponen por obra.»
II. Oramos con la Palabra
No hay oración para este día.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
“Quien cierra el corazn al clamor de los necesitados no será
escuchado cuando grite”
Muchos de nuestros refranes, que encierran gran sabiduría popular, han sido
tomados de este libro de la Escritura. En la lectura de hoy tenemos una serie de
enseñanzas que nos deben conducir al encuentro de la Verdad y la virtud. Al
leerlos, procuremos ir aplicándolos a nuestra propia vida.
Vamos a fijar nuestra atención en la última aseveración: “Quien cierra los oídos
al clamor de los necesitados, no será escuchado cuando grite”, y un poco mas
arriba hemos leído: “Practicar el derecho y la justicia, Dios lo prefiere a los
sacrificios”.
Todo sacrificio ofrecido a Dios debe ser un acto de adoración y reconocimiento
de su soberanía sobre todos los bienes. Pero estos bienes, Dios los ha dado para
el disfrute de todas las personas, por eso, el sacrificio exige el deber de justicia y
respeto de ese derecho de cuantos tienen necesidad; si no sabemos compartir
los bienes que tenemos, estamos conculcando el derecho de los necesitados,
cerramos el oído a su clamor y merecemos ser medidos con la misma medida
que medimos nosotros.
“Mi madre y mis hermanos son estos, los que ensean la palabra
de Dios y la cumplen”.
En un momento en el que Cristo estaba anunciando la Buena Noticia del Reino,
aparecieron su madre y sus parientes; querían verlo. Alguien de los presentes se
da cuenta y se lo hace ver al Maestro. Jesús, aprovecha esa oportunidad, no
para negar el afecto que le une a su madre y a sus familiares, sino para
comparar el afecto familiar con el que debe reinar entre los seguidores de Jesús,
en el seno de la gran familia cristiana.
Escuchar a Jesús y poner por obra sus enseñanzas, debe darnos fuerza para
vivir el afecto que supera lo natural, no lo elimina, al contrario, lo sublima, es un
amor que rompe fronteras para abrirlas a todos los llamados a vivir el Amor del
Reino. Por eso Jesús, que amaba entrañablemente a María su madre, como lo
podemos ver a lo largo del Evangelio, también afirma: “El que ama a su padre o
a su madre más que a mí, no es digno de mi”.
Los lazos naturales son bendecidos por Dios, el cuarto mandamiento nos obliga a
atender a nuestros padres, pero con un amor que jamás pueda alejarnos del
Amor de Dios.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario
Con permiso de dominicos.org