EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 9,7-9.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado
porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado".
Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos
profetas que ha resucitado".
Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que
oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.
Comentario del Evangelio por:
San Isaac de Siria (siglo VII) monje de Ninive, actual Mossoul (Iraq)
Discursos espirituales, primera serie, Nº 20
Herodes quería ver a Jesús
¿Cómo pueden los seres creados contemplar a Dios? La visión de Dios es tan
terrible que el mismo Moisés dice que tiembla de temor. En efecto, cuando la gloria
de Dios aparece en la tierra, en el monte Sinaí (Ex 20) la montaña echa humo y
tiembla ante la inminente revelación. Los animales que se acercan a la falda de la
montaña morían. Los hijos de Israel se habían preparado: se habían purificado
durante tres días según la orden de Moisés, para ser dignos de oír la voz de Dios y
de ver su manifestación. Cuando llegó el tiempo no pudieron ni asumir la visión de
su luz ni soportar el trueno de su voz terrible.
Pero ahora, cuando Dios ha derramado su gracia en su venida, ya no es a
través de un terremoto, ni en el fuego, ni en la manifestación de una voz terrible y
fuerte que ha bajado, sino como el rocío sobre el orvalle. (Jue 6,37), como un gota
que cae suavemente sobre la tierra. Ha venido a nosotros de manera diferente. Ha
cubierto su majestad con el velo de nuestra carne. Ha hecho de ella un tesoro. Ha
vivido entre nosotros en esta carne que su voluntad se había formado en el seno de
la Virgen María, Madre de Dios, para que, viéndolo de nuestra raza y viviendo entre
nosotros, no nos quedáramos turbados contemplando su gloria. Por esto, los que se
han revestido con el vestido con que el Creador apareció entre nosotros, se han
revestido de Cristo mismo. (Gal 3,27) Han deseado llevar en su persona interior (Ef
3,16) la misma humildad con la que Cristo se manifestó a su creación y ha vivido
en ella, como se manifiesta ahora a sus servidores. En lugar del vestido de honor y
de gloria exteriores, éstos se han revestido de su humildad.
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