“Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y
sanando enfermos en todas partes”
Lc 9, 1-6
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL OFICIO DE APÓSTOL NO ES EN ABSOLUTO FÁCIL
Afortunados los Doce, que tenían «poder y autoridad para expulsar toda clase de
demonios y para curar las enfermedades». ¿Y cómo es que nosotros carecemos de
poder y de autoridad? ¿Puede deberse a que llevamos con nosotros muchas cosas?
¿No irá ligada la entrega de tu poder, Señor, a la ausencia de todas esas muchas
cosas en las que nos apoyamos? ¿Pero es que acaso no son necesarias estas cosas?
¿Hasta dónde llega la confianza en Dios y empieza el compromiso personal? Se
trata de cuestiones que nos dejan pensativos y que parecen sin respuesta, salvo la
venida de una oleada suplementaria del Espíritu Santo.
Una cosa es segura: el oficio de apóstol no es en absoluto fácil, expuesto como está
a todos los vientos de las modas y a todas las tentaciones. Si carecemos de
poderes, resulta fácil crearnos algunos suplementarios y refugiarnos en
sucedáneos. Si la acción apostólica es «poderosa», resulta fácil autocomplacerse,
como si todo procediera de nosotros.
No es fácil ser siervo y nada más que siervo. No es fácil no deprimirse con los
fracasos y no exaltarse con los éxitos. Tal vez resida la debilidad en un arraigado
individualismo, por el que sólo lo que hago yo está bien y sólo lo que pienso yo es
justo. ¿Y si contáramos con una comunidad con la que confrontarnos, con la que
crecer para apoyarnos, con la que valorar el carácter evangélico de nuestra acción,
no de una manera abstracta, sino en el orden concreto de la vida cotidiana?
ORACION
Mira, Señor, cómo nosotros, tus discípulos, nos sentimos desarmados frente a este
mundo. Nos sentimos casi perdidos, no sabemos a veces por dónde empezar y a
menudo no se nos toma en serio, en particular cuando decimos tus palabras. El
rebaño se restringe, los jóvenes rara vez demuestran comprendernos y,
seguramente, a nosotros nos cuesta trabajo comprenderles.
No permitas que perdamos la confianza en tu poder. Danos el don del
discernimiento para que podamos llevar a cabo un serio examen de conciencia,
para que podamos ver lo que es preciso dejar de lado (los excesivos bastones, las
excesivas alforjas, el demasiado pan, el demasiado dinero, las demasiadas túnicas),
porque impide el despliegue de tu acción.
Estamos, en efecto, Señor, un poco confusos. A veces nos da la impresión de haber
entrado en un callejón sin salida. Danos tu luz para ver lo que hemos de hacer. Y
haznos comprender que tenemos necesidad de mucho, mucho valor, para hacer lo
que es preciso hacer. No nos dejes caer en nuestra rastrera y silenciosa decepción,
ni nos dejes en la tentación de la espectacularidad, del ir detrás del mundo, que
todo lo apoya en el aparecer y en la capacidad de imponerse. Sabemos que algunos
hacen carrera de este modo. Tú ilumínanos y sálvanos.