XXVI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Jesús nos libera del orgullo, y de las cosas materiales, pues el camino de la
humildad y del amor nos abre a un mundo mejor
“En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el
más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la
mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: -«El que acoge a este
niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al
que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más
importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a
uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los
nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: -«No
se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro»”
(Lucas 9,46-50).
1. Los apóstoles tienen ganas de figurar, como nosotros, y por eso
les dices, Señor, que tu actitud es de Siervo: " no he venido a ser servido
sino a servir ". ¿Quién es el mayor? El que sirve. Y tomas un niño para
decirnos que es "el más importante". El niño era, en la sociedad de su
tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése
le pone Jesús como modelo.
- "¿Cuál de ellos sería el más grande?" Después de que les hablas
de la cruz y del servicio, se les ocurre hablar de quien manda… El deseo de
dominar, de ser "más" que los demás, nos puede. Veo en mi vida las
huellas de ese mismo deseo y me pregunto: ¿Qué formas, aparentes o
escondidas, toma mi deseo de dominar, de ser más grande...?
-“ Jesús, adivinando lo que pensaban...” Un debate interior,
mental -según san Lucas-, mientras que Marcos dice que hay una disputa
entre ellos… “Jesús, de nuevo el Evangelio me recuerda que conoces hasta
los más profundos pensamientos de mi corazón.
Nada se te oculta a tu conocimiento divino.
Pero esto no debe producirme una sensación de inquietud, como si
estuviera acorralado, sino un sentimiento de paz y de seguridad, porque Tú
-que eres mi Padre- estás conmigo, porque me acompañas siempre, y me
ayudas con tu gracia.
Jesús, ante la conducta soberbia de los apóstoles, no les reprimes -
como si fueras un inspector que ha cogido a alguien en falso-, sino que les
ayudas a entender el valor de la humildad tomando el ejemplo de un niño.
Así haces conmigo, si yo procuro mantenerme en tu presencia a lo
largo del día; me enseñas, me guías, me animas, me das una mayor visión
sobrenatural” (Pablo Cardona).
-“ Tomó de la mano a un chiquillo, lo puso a su lado y les dijo.
"El que toma a un niño en mi nombre, me acepta a mí, y el que me
acepta, acepta también al que me ha enviado."” Señor, ayúdame a
que no me agraden las acciones deslumbrantes, sino a encontrar mi alegría
en lo "cotidiano" en las pequeñas cosas ordinarias. «El humilde se mantiene
alejado de los honores terrenos, y se tiene por el último de los hombres;
aunque exteriormente parezca poca cosa, es de gran valor ante Dios. Y
cuando ha hecho todo lo que el Señor le ha mandado, afirma no haber
hecho nada, y anda solícito por esconder todas las virtudes de su alma.
Pero el Señor divulga y descubre sus obras, da a conocer sus maravillosos
hechos, le exalta y le concede todo lo que pide en su oración» (San Basilio).
-“ Pues el más pequeño entre todos vosotros, ¡ese es el
mayor!” Lo grande no es reinar, sino servir. Sí, para Jesús el servir
es cosa grande: porque servir al más despreciado de los hombres,
es servir a Dios... y es imitar a Jesús. "Jesucristo, sin bienes y sin
sabidurías, está en el orden de la santidad. No ha inventado nada, no ha
reinado, pero ha sido humilde, paciente, santo, santo ante Dios, terrible
ante los demonios, sin pecado alguno. Es sencillamente ridículo
escandalizarse de la humildad de Jesucristo... Pero los hay que no admiran
más que las grandezas carnales, como si no las hubiera espirituales... Todos
los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos y todas sus producciones, no
valen lo que el menor gesto de caridad..." (B. Pascal).
-“ Intervino Juan y dijo: "Maestro, hemos visto a uno que
echaba demonios en tu nombre, y hemos intentado impedírselo,
porque no anda con nosotros siguiéndote". Jesús le respondió: "No
se lo impidáis; porque el que no está contra vosotros está a favor
vuestro" El espíritu del poder es difícil de vencer. Juan mismo, no entendió
nada. Quiere tener la exclusiva. Tiene envidia del éxito ajeno. Considera su
vocación, su elección, como un privilegio (Noel Quesson). El servicio da una
nueva dimensión a nuestro ser.
Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que
"profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de
corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos
profetizaran (Nm 11). Los celos, el creer que dentro de la Iglesia mi “grupo”
es el mejor, es una tentación común en la historia. No tenemos la exclusiva.
Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante:
no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el
bien". También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el
nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y
jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden
dar lecciones. Y en todo caso " el que no está contra nosotros, está a
favor nuestro ", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús. Si
seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en
nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de
Jesús y madurar en su seguimiento (J. Aldazábal).
Hemos visto dos temas en el Evangelio de hoy: las disputas internas
sobre el poder -quien es más-; y el rechazo hacia otros que no sean “de los
nuestros”. Ante esto, Jesús nos habla de la sencillez del niño sin
ambiciones, y que la Iglesia es abierta, no podemos controlar…
Un proverbio que se había hecho corriente desde la guerra civil de los
romanos es parecido a lo que tú nos dices, Jesús: "Te hemos oído decir que
nosotros (los hombres de Pompeyo) tenemos por adversarios nuestros a
todos los que no están con nosotros, y que tú (César) tienes por tuyos a
todos los que no están contra ti".
2. El libro de Job al parecer tiene fuentes del segundo milenio a. C.
Pone en escena a un rico propietario del sudeste del mar Muerto, un
hombre íntegro, atacado en su persona y en sus bienes más queridos y que,
en esa situación, muestra una paciencia ejemplar. Un poeta tomó la obra
antigua para adaptarla a las cuestiones planteadas por su época. Judío de la
segunda generación del destierro, atento al profundo malestar de sus
compatriotas, se sirvió del cuento como de un trampolín para intentar dar
una respuesta. Entre los «Libros Sapienciales», el Libro de Job es
merecidamente célebre. Escrito hacia el s. V a. de J.C., plantea el
«problema del mal» de manera inolvidable.
- ¿Por qué existen el sufrimiento y la muerte? Los amigos de Job
tratarán de decirle: «a causa del pecado...» El mal es un castigo. Esta es
una de las respuestas que a menudo se han dado. Pero Job modifica la
pregunta haciéndola más radical:
-¿Por qué el sufrimiento de los inocentes? Y es una de las
preguntas más graves de todos los tiempos. La respuesta de Job,
misteriosa, como veremos, es una aproximación, todavía imperfecta...
Habrá que esperar la «cruz» de Jesús y su resurrección, para tener una
respuesta más definitiva.
-“ El Señor dijo: «¿Te has fijado en mi siervo Job? es un
hombre cabal y recto, que teme a Dios y se aparta del mal. ¡No hay
nadie como él en la tierra!» El sufrimiento, la prueba, no son un
«castigo». Job es un «justo», un «santo»... y será terriblemente probado.
Jesús también, «a fortiori», era "justo" y «santo», sin pecado... y se le
crucificó, y murió en la cruz. Señor, ¡qué grande es el misterio en que nos
introduces! Todo hombre, cuando sufre, siente la tentación de decir: ¿qué
hemos hecho para que Dios nos trate de ese modo?» Para nosotros,
pecadores, la pregunta puede tener, en parte, un sentido. Pero sería
peligroso dar únicamente esta respuesta.
-“ Satán respondió: «¿Es que Job teme a Dios de balde? Tócale
sus bienes y juro que te maldice a la cara.»” Asistimos a una escena
inspirada en el viejo folklore sirofenicio. Job feliz y rico lo perderá todo: sus
rebaños sus propiedades, sus servidores, sus hijos, su salud... Y todo ello
debido a la proposición de "Satán".
En el Antiguo Testamento, Satán es el "adversario" por excelencia -
tradición del término "satan" en hebreo... que el griego tradujo por
«diábolos», el «calumniador», el que pone zancadillas al que anda-. Satán
es el adversario al designio de Dios, el que lanza un reto a Dios: no cree
que el hombre sea capaz de «justicia» ni de «santidad»... No cree que el
hombre sea capaz de servir a Dios «gratuitamente». La señal de Satán es el
«interés», el egoísmo: doy para que me des. ¿Soy capaz de gratuidad?
¿Sirvo a Dios y a mis hermanos en vistas al premio, al mérito? o por amor,
¿sin esperar nada en retorno?
-“ Job, postrado en tierra, dijo: «Desnudo salí del seno de mi
madre, desnudo retornaré allá. El Señor me lo dio, el Señor me lo
quitó. ¡Sea bendito el nombre del Señor!»” Aceptar dicha desnudez
puede ser la mejor conformidad a la voluntad de Dios. En vez de maldecir,
como lo había deseado el Tentador, Job, despojado de todo, acepta su
sufrimiento y continúa «bendiciendo a Dios». Satán ha perdido el primer
envite pero volverá al ataque (Noel Quesson). Satanás acusa a Dios: si los
hombres te aman, es por los beneficios que les concedes. La fe no sería,
pues, más que un amor interesado. Se plantea si existe una piedad
desinteresada, y vemos que Job mantiene una serenidad total y confianza
en el Señor. Otra cuestión es la de la retribución personal; todavía no se
conoce la resurrección de la carne, y el epílogo describe la reintegración del
fiel en sus bienes anteriores.
Los discípulos discutían sobre la precedencia en el reino, olvidando
que el ser discípulo supone un desafío. Satanás y Dios luchan por la
posesión del corazón del hombre. Job es aquel que, sin saberlo, acepta el
desafío. El verdadero discípulo conocerá la Pascua, pero será al final de la
prueba (Sal Terrae).
3. El salmo refleja esta fidelidad de Job: " en mis labios no hay
engaño; aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí;
yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío ".
Llucià Pou Sabaté