“No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego
hablar mal de mí”
Marcos 9,38-43. 45.47-48
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA LIBERTAD DE DIOS ES DEMASIADO GRANDE PARA EL HOMBRE
En Dios, la libertad se conjuga con el amor infinito, ese en virtud del cual no se negó Jesús a
dar la vida por nosotros. La libertad de Dios es demasiado grande para el hombre. Es algo que
produce vértigo y resulta inconcebible para los espíritus ligados a la ley de la justicia
distributiva. Así, siempre hay alguien dispuesto a dar consejos a Dios para enseñarle -o al
menos recordarle- cómo tiene que tutelar y hacer respetar sus propios derechos.
Dios, en cambio, parece ver las cosas desde otro punto de vista. Para él, todos los hombres
son hijos suyos y se pone contento cuando alguno de ellos, aunque sea de una manera no
«canónicamente» correcta, acoge su don y lo vive; sin embargo, le entristece ver que sus hijos
no hacen circular entre ellos el amor que reciben de él; que, en vez de ayudarse unos a otros,
se obstaculizan recíprocamente; que intentan explotarse, en vez de compartir los bienes de que
disponen...
Jesús pone en guardia a la comunidad de sus discípulos: no hay que volver a levantar, en
nombre de una presunta pureza religiosa, las barreras que él ha venido a derribar.
ORACION
Tú eres el Señor, el único Señor.
Eres el Señor del bien y lo difundes a manos llenas sobre todas tus criaturas, sin dejar que
nadie ignore lo que es tu bondad.
Eres el Señor de la abundancia, que no te dejas encerrar en las angosturas de los partidismos
y de los derechos adquiridos. Sólo conoces un derecho: el de amar, en primer lugar y siempre.
Y este derecho nadie te lo puede quitar.
Eres el Señor de la riqueza, una riqueza que no quieres que sea confundida con las escaladas
al control de los centros económicos ni con el acaparamiento indiscriminado. La riqueza, la
verdadera, la que tiene el corazón como caja de caudales y aumenta cuanto más se comparte,
es la capacidad de recibir y dar amor, atención, ternura. Es latir con tus mismos sentimientos,
es respirar tu libertad soberana.
Esto es lo que nos ofreces, Señor, sumo bien.