Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 27, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: No he recibido ni aprendido de ningún hombre el
Evangelio, sino por revelación de Jesucristo * El Señor recuerda siempre su alianza.
* ¿Quién es mi prójimo?
Textos para este día:
Gálatas 1, 6-12:
Hermanos: Me sorprende que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la
gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro
evangelio, lo que pasa es que algunos os turban para volver del revés el Evangelio
de Cristo. Pues bien, si alguien os predica un evangelio distinto del que os hemos
predicado-seamos nosotros mismos o un ángel del cielo-, ¡sea maldito! Lo he dicho
y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea
maldito! Cuando dijo esto, ¿busco la aprobación de los hombres, o la de Dios?;
¿trato de agradar a los hombres? Si siguiera todavía agradando a los hombres, no
sería siervo de Cristo.
Os notifico, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano;
yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de
Jesucristo.
Salmo 110 :
Doy gracias al Señor de todo corazón, / en compañía de los rectos, en la asamblea.
/ Grandes son las obras del Señor, / dignas de estudio para los que las aman. R.
Justicia y verdad son las obras de sus manos, / todos sus preceptos merecen
confianza: / son estables para siempre jamás, / se han de cumplir con verdad y
rectitud. R.
Envió la redención a su pueblo, / ratificó para siempre su alianza, / su nombre es
sagrado y temible. / La alabanza del Señor dura por siempre. R.
Lucas 10, 25-37:
En aquel tiempo se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" El le dijo:
"¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?" El letrado contestó: "Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y
con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo" El le dijo: "Bien dicho. Haz esto y
tendrás la vida" Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús:
"¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba de Jerusalén a
Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y
se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por
aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita
que llegó a aquel sitio: al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio
lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo
en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó
dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de
más, yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como
prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" El letrado contestó: "El que
practicó la misericordia con él" Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo"
Homilía
Temas de las lecturas: No he recibido ni aprendido de ningún hombre el
Evangelio, sino por revelación de Jesucristo * El Señor recuerda siempre su alianza.
* ¿Quién es mi prójimo?
1. El Buen Samaritano
1.1 La Arquidiócesis de Madrid, en su página web (http://www.archimadrid.es), que
recomendamos, ofrece una preciosa reflexión sobre el evangelio de hoy. De allí
tomamos lo que sigue, aunque siguiendo nuestra numeración habitual.
1.2 Aquel hombre, queriendo justificarse, le hace una segunda pregunta a
Jesucristo: ¿Y quién es mi prójimo? La respuesta de Jesús —Un hombre...
despojado, golpeado, medio muerto— es una de sus enseñanzas más luminosas,
como un compendio de todo el Evangelio: la parábola del buen samaritano.
También podríamos denominarla la parábola del hombre despojado. Mi prójimo es
un hombre cualquiera que me encuentro tirado en el camino, herido, abandonado.
Ese hombre concreto está apelando a la conciencia de quien lo encuentra: para que
reconozca en el rostro desfigurado y en el cuerpo contrahecho, dolorido, la imagen
del hermano, del otro yo que pide una ayuda efectiva, una mano cercana.
2. ¿Quién era, quién es ese pobre?
2.1 Intentemos ahora comprender nuestra sociedad a la luz de este evangelio. Así,
podríamos afirmar que esa persona concreta despojada es hoy uno de los miles de
niños —la criatura más débil e inocente— que son eliminados en el seno materno.
La cuna natural de la vida se convierte para él en el corredor de la muerte. Una
sociedad que legitima un crimen tan abominable como el aborto está perdiendo el
sentido mismo de la dignidad humana, base de los derechos fundamentales y de la
verdadera democracia.
2.2 Esa persona concreta despojada en nuestra sociedad puede ser una de las
madres que, ante las dificultades para sacar adelante al hijo de sus entrañas, es
dejada sola. En ese período en el que necesita más ayuda muchas veces no
encuentra el apoyo efectivo al que tendría derecho.
2.3 Esa persona concreta despojada puede ser también hoy, en nuestra sociedad,
uno de los emigrantes pobres que acuden a nuestras tierras —quizá tras sobrevivir
a una penosa travesía—, buscando una oportunidad en la vida. En ocasiones
encuentra que el bienestar no es repartido entre todos.
2.4 Esa persona concreta despojada puede ser hoy, en nuestra sociedad, uno de
esos muchos ancianos abandonados. La sociedad los considera cada día más como
una carga insoportable. Se llega a la aberración de la aceptación cultural y legal de
la llamada eutanasia, forma gravísima de insolidaridad. La enumeración de formas
de despojo podría seguir.
2.5 Continúa la parábola: Casualmente pasó junto al hombre herido un sacerdote y
después un levita. Ambos lo vieron, pero dieron un rodeo. Esta mención debió
ruborizar a su interlocutor y al resto de las autoridades religiosas que escuchaban
en ese momento a Jesús. También nosotros, pastores de la Iglesia, y todos los
discípulos de Cristo, hemos de sentirnos directamente interpelados por esta
indicación del Maestro. No podemos pasar de largo ante ese hombre que
encontramos, hoy, despojado, en nuestro camino, en nuestras calles. La Palabra de
Dios nos llama a un profundo examen de conciencia y revisión de vida. La
coherencia y la credibilidad de nuestro anuncio cristiano requiere que amemos con
obras.
3. Brota la Luz
3.1 Pero sigue aún el relato de Jesús. Y es en este momento oscuro cuando brota la
luz. La historia de una tragedia fratricida de crueldad e indiferencia se transforma
en historia de amor fraterno, hermoso. Es precisamente un samaritano —
considerado habitualmente por los contemporáneos de Jesús como un infiel
despreciable— quien se mueve a compasión ante el hombre malherido y se desvive
por él. El buen samaritano es la figura de la persona que vive para los demás,
abierto a compartir los sufrimientos de los otros.
3.2 Gracias a Dios en nuestra sociedad son muchos, miles, —cristianos o no— los
que reviven con infinidad de gestos ocultos la actitud generosa, hondamente
humanitaria, del que se acercó al hombre maltrecho. Son muchos los que acogen
con amor sacrificado al niño por nacer, a la madre en apuros, al emigrante
desamparado, al anciano desvalido. Ese amor hecho obras de misericordia es el que
hoy edifica eficazmente la civilización del amor y la cultura de la vida.
3.3 Acabada la narración, Jesús le devuelve la pregunta a su docto interlocutor.
Pero cambia los términos. La cuestión sobre la identidad del prójimo —¿Quién es mi
prójimo?— tiene una respuesta obvia: todo hombre. La cuestión decisiva es otra:
¿Quién fue prójimo del hombre despojado? La respuesta debe darla cada ser
humano con sus obras. Esa respuesta decide, juzga, el auténtico valor de su vida.
3.4 En su contestación el interlocutor no se atreve a mencionar el nombre
samaritano, pero acierta igualmente. Fue verdaderamente prójimo del hombre
despojado el que practicó misericordia con él. Hasta un niño habría sabido contestar
a una pregunta tan fácil. El Evangelio de la misericordia predicado por Jesús llega —
sencillamente— al corazón del hombre, de todo hombre. La conclusión del diálogo y
de la parábola no requiere más comentarios. Requiere, simplemente, que cada uno
la convirtamos en norma de vida: Vete y haz tú lo mismo.
Fr. Nelson Medina, O.P.