“desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer”.
Mc 10, 2-16
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA UNIÓN INDISOLUBLE ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER ES UNA VERDAD INSCRITA EN EL SER
HUMANO
¿Cómo escuchar y acoger la Palabra de Dios que habla de la unidad entre el hombre y la mujer
y del carácter inseparable del vínculo matrimonial cuando, en nuestro tiempo, la fidelidad y la
indisolubilidad de la pareja parecen algo utópico y, lo que es más, son consideradas un valor
cultural del pasado? ¿Cómo no relegar entre los mitos fantásticos el relato del libro del Génesis,
insertando también las palabras de Jesús como un complemento de la fábula?
La Palabra de Dios en su integridad “es viva y eficaz” es Palabra para este momento para
nosotros. La fatiga concreta que los hombres y las mujeres experimentan al vivir su unión de
una manera estable, constructiva, fecunda, es iluminada y sostenida por la Palabra de Dios.
Jesús sigue siendo siempre el hermano que ha experimentado el sufrimiento y la angustia del
límite humano y de sus consecuencias; él, el Hijo de Dios. Y, vencedor del mal, acompaña a
todos, a cada uno con su propia fatiga personal, al encuentro con el Padre, al abrazo de su
misericordia.
Dios lo ha creado todo para la vida. La suya es una ley de vida que promueve al hombre, no una
ley que le oprime. La unión indisoluble entre el hombre y la mujer es una verdad inscrita en el
ser humano, una verdad que libera y hace auténtica su capacidad y su necesidad de amar y de
ser amado. Es la celebración de la dignidad suprema del hombre y de la mujer “imagen y
semejanza” de Dios.
ORACION
Te pido, Señor, por cada hombre y por cada mujer que, un día, se reconocieron hechos el uno
para la otra y decidieron compartir toda la vida.
Te doy gracias por su coraje, por su determinación, sobre todo por su decisión de convertir el
amor en alimento de sus jornadas. Te doy gracias por el don que son recíprocamente: es algo
que también a mí me habla de tu amor. Te doy gracias por su entrega, renovada día a día: algo
que me habla también de tu fidelidad. Te doy gracias por su apertura a la vida: algo que me
habla también de tu desbordante paternidad y maternidad.
No les dejes solos y ayúdales a no dejarte nunca. Sé tú la fuerza de su unión. Y si han de vivir
tiempos oscuros, en los que el amor parezca estancarse y cerrarse en los sacos del «dado por
descontado» y de la falta de creatividad, haz que encuentren de nuevo aquella mirada
transparente en la que se reconocieron entregados el uno a la otra y, atreviéndose a ser juntos
don para los hermanos, den nuevo vigor a aquel amor que los hace una sola cosa, como tú,
Dios, eres uno en la comunión trinitaria.