XXVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Gál. 2,1-2.7-14: Reconocieron el don que he recibido.
b.- Lc. 11,1-4: Señor, enséñanos a orar.
En este evangelio, Jesús enseña a orar a sus discípulos. Vemos que Jesús ora en
soledad, en el monte y separado de los discípulos (cfr. Lc. 6, 12; 9, 28-29; 9,18;
Mc. 1, 35; Lc. 5, 16; Mt. 14, 23; Mc. 16,46). Juan Bautista había enseñado a orar a
sus discípulos, también Jesús lo hace, su doctrina debía corresponder a la novedad
de su predicación, su oración debería unir a los discípulos entre sí, pero conlleva, la
diferencia de los otros grupos religiosos. De ahí, que los discípulos piden una
oración particular, una oración que nazca de la predicación del Reino de Dios y de
los hechos salvíficos, de los cuales ellos son testigos. Las palabras de Jesús, abren
nuevas perspectivas, nuevas esperanzas, que anuncian una nueva alianza, una
nueva ley. Su oracin, debe ser nueva. “Padre nuestro…” (v. 2), de este modo
habló Jesús a Dios en la oración (Mc. 14, 36), lo mismo podían hacer sus discípulos,
llamarlo Padre (Gál. 4, 6; Rm. 8, 5). Los discípulos son introducidos en la oración
personal de Jesús, invocando a Dios como Padre, hijos que se dirigen a su
progenitor. La salvación trae esta novedad, una especial relación de Jesús con Dios,
en la que participan, desde ahora también sus discípulos (cfr. Jr. 3, 19; Mt. 5, 9).
“Santificado sea tu nombre…” (v.2). Es un ruego hecho a Dios; la accin recae en
Dios, y no en el orante. Su Nombre se santifica cada vez que manifiesta su poder,
cuando se presenta como el completamente Otro. Su revelación, es precisamente,
para santificar su Nombre en aquellos que lo han profanado (cfr. Ez. 36, 23). Su
misericordia lo hace Padre, cuando se revela a los pequeños, y los convierte en
hijos con espíritu de nios, para el Reino de Dios. “Venga tu reino…” (v.2). Esta es
la verdadera petición de la oración, centro de la predicación de Jesús. Se trata de
hacer presente el señorío de Dios entre los hombres. Con Jesús, el Reino está ya
presente, con su gracia salvadora (cfr. Lc. 4, 19), es más, los discípulos son
considerados dichosos, porque escuchan y ven lo que los antiguos profetas, no
pudieron ni contemplar ni escuchar (cfr. Mt. 10, 33). Jesús enseña a orar y a pedir
que venga el Reino, el señorío de Dios. El Reino ha sido inaugurado con la venida
de Jesús, es decir, la salvación se está manifestando en la persona y obras de
Jesús. Luego de lo cual solo queda que venga como Juez al final de los tiempos:
Ven Seor nuestro (cfr. 1Cor.16, 22). “Danos el pan de cada día…” (v.3). Los
discípulos viven, entre la venida inicial y la definitiva de Jesús en la parusía. En ese
tiempo son oprimidos todavía por la culpa, la incertidumbre de la existencia y la
tentación. Cuando venga de nuevo, pasará toda angustia y aflicción. En definitiva,
estas últimas peticiones corresponden a que venga su Reino. El pan, representa
todo lo necesario para la vida de hoy: un don de Dios. El discípulo pide el pan para
él y la comunidad, su oración alcanza a todos los hombres, todos los hijos de Dios.
Sólo pide el pan para este día, lo justo y necesario (cfr. Prov. 30,8). Cada día el
discípulo ha de confesar ante el Padre su necesidad, es decir, pedir su pan
cotidiano; su oracin debe ser incesante (cfr. Lc. 18, 1). “Perdnanos nuestros
pecados…” (v.4). El discípulo se sabe pecador, aunque haya hecho todo, es siervo
inútil (cfr. Lc. 17, 10). Debe confesar su necesidad de misericordia (cfr. Lc. 18, 13).
El pecado, es siempre desobediencia a Dios (Sal. 51, 16), sólo ÉL, puede perdonar.
Es en este tiempo de de salvación, tiempo de misericordia y perdón, tiempo
inaugurado por Jesús, de ahí que se pueda pedir con toda confianza. El perdón de
los pecados, es otra manifestación del Reino de Dios predicado por Jesús. El perdón
de los propios pecados está supeditado al perdón que ofrecemos a los que nos
ofenden; sólo si perdonamos, esperamos confiados el perdón de Dios. La voluntad
de perdonarnos, se tendrá a la hora del juicio (cfr. Lc. 6, 37). Los discípulos, deben
estar imbuidos de misericordia y perdón para ellos y sus hermanos (Lc. 6, 36). El
que peca contra el hermano, debe saldar esa deuda, es decir, reparar, restituir con
el perdn debido. “No nos dejes caer en la tentacin…” (v. 5). Muchos creen en
Dios por un tiempo, pero en la tribulación, y persecución por la palabra de Dios, se
vuelven descreídos (cfr. Lc. 8, 13). La tentación es amenaza para la fe, peligro de
apostasía; esta petición nace de la propia debilidad, de tomar conciencia, y de la
prepotencia de mal en nuestra vida. Estas tres peticiones, son una humilde
confesión de nuestra miseria; quien confiesa su miseria alcanza de Dios el Reino de
Dios. De ahí, que el Padre Nuestro sea la oración de aquellos, que han visto sobre sí
descender la luz del Reino de Dios. De la necesidad de pan, de perdón, de vernos
libres de las tentaciones, y finalmente del mal, pasamos por la llegada del Reino de
Dios, a la transformación del hombre interior, que tiene en Dios su iniciativa, para
que se santifique, mostrando así su poder y benevolencia de Padre.
Santa Teresa de Jesús, define la oración como trato de amistad con quien sabemos
nos ama. Definición clásica de oración, fruto de la experiencia de un Dios vivo que
se revela a Teresa deseoso de amistad y de salvación de quien busca sentido a su
vida cristiana y como religiosa. Quiero ver a Dios, puede ser el motivo de la
búsqueda teresiana. “El bien que tiene quien se ejercita en oracin, hay muchos
santos y buenos que lo han escrito, digo oración mental. ¡Gloria sea a Dios por
ello!; y cuando no fuera esto, aunque soy poco humilde, no tan soberbia que en
esto osara hablar. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no
carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que desear; porque, cuando no
fuere adelante y se esforzare a ser perfecto, que merezca los gustos y regalos que
a éstos da Dios, a poco ganar irá entendiendo el camino para el cielo. Y si
persevera, espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo [que
no se lo pagase]; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de
amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Y si
vos aún no el amáis porque para ser verdadero el amor y que dure la amistad
hanse de encontrar las condiciones; la del Señor ya se sabe que no puede tener
falta, la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata, no podéis acabar con vos de
amarle tanto, porque no es de vuestra condición; mas viendo lo mucho que os va
en tener su amistad y lo mucho que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho
con quien es tan diferente de vos” (Vida 8,5).