EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Gálatas 1,13-24.
Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo
perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba,
y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi
exceso de celo por las tradiciones paternas.
Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio
de su gracia, se complació
en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato,
sin consultar a ningún hombre
y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a
Arabia y después regresé a Damasco.
Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él
quince días.
No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.
En esto que les escribo, Dios es testigo de que no miento.
Después pasé a las regiones de Siria y Cilicia.
Las Iglesias de Judea que creen en Cristo no me conocían personalmente,
sino sólo por lo que habían oído decir de mí: "El que en otro tiempo nos perseguía,
ahora anuncia la fe que antes quería destruir".
Y glorificaban a Dios a causa de mí.
Salmo 139(138),1-3.13-14ab.14c-15.
Del maestro de coro. De David. Salmo.
Señor, tú me sondeas y me conoces
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.
Evangelio según San Lucas 10,38-42.
Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba
Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su
Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús:
"Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que
me ayude".
Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas
cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la
mejor parte, que no le será quitada".
Comentario del Evangelio por:
San Odón de Canterbury (?-1200), monje benedictino
Sermón para la solemnidad de la Asunción.
Marta y María unidas
En el Evangelio, se describe a Jesús como siendo acogido por dos hermanas,
de las cuales una le servía, y la otra se entregaba a la escucha de su palabra. Esto
se aplica también a la bienaventurada Virgen María.
En estas dos mujeres de quienes habla la Escritura, es corriente ver el símbolo de
dos estilos de vida en la Iglesia: Marta representaba la vida activa, y María la vida
contemplativa. Marta trabajaba en obras de misericordia; María reposaba
contemplando. El activo se entrega al amor al prójimo, el contemplativo al amor de
Dios. Por tanto, Cristo es Dios y hombre. Y ha sido rodeado del amor único de la
bienaventurada Virgen María, cuando servía a la vez a su humanidad y cuando
estaba atenta a la contemplación de su divinidad...
Otros sirven a los miembros del cuerpo del Cristo; la Virgen María servía a
Cristo en persona... y no sólo por acciones exteriores, sino por su propia sustancia:
le ofreció la hospitalidad de su seno. En su infancia, ayudó a la debilidad de su
humanidad, acariciándolo, bañándolo, curándolo; se lo llevó y regresó de Egipto
para evitar la persecución de Herodes; y después de múltiples servicios, se
mantuvo a su lado mientras moría en la cruz, y asistió a su amortajamiento... ¿No
fue así como se comportó Marta, y por tanto la igualó en el servicio?
En la contemplación también, en la parte de María, es superior a todos. ¡En
verdad, qué contemplativa no debía ser, la que había llevado en su seno a la misma
divinidad, unida en su carne a la persona del Hijo de Dios! Por tanto, lo escuchó,
conversó con él, gozó de él, lo contempló. "En el Cristo están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento " (Col. 2,3)... Así fue María
contemplativa, ella que, en el Hijo único de Dios al que había engendrado de su
carne, contemplaba la gloria de toda la Trinidad.
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