Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 27, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Reconocieron la gracia que me había sido dada * Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio. * Señor, enséñanos a orar
Textos para este día:
Gálatas 2, 1-2.7-14:
Hermanos:
Transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén en compañía de Bernabé,
llevando también a Tito.
Subí por una revelación.
Les expuse el Evangelio que predico a los gentiles, aunque en privado, a los más
representativos, por si acaso mis afanes de entonces o de antes eran vanos.
Al contrario, vieron que Dios me ha encargado de anunciar el Evangelio a los
gentiles, como a Pedro de anunciarlo a los judíos; el mismo que capacita a Pedro
para su misión entre los judíos me capacita a mí para la mía entre los gentiles.
Reconociendo, pues, el don que he recibido, Santiago, Pedro y Juan, considerados
como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de solidaridad, de
acuerdo en que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los judíos.
Una sola cosa nos pidieron: que nos acordáramos de sus pobres, esto lo he tomado
muy a pecho.
Pero cuando Pedro llegó a Antioquia, tuve que encararme con él, porque era
reprensible.
Antes de que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los
gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los
partidarios de la circuncisión.
Los demás judíos lo imitaron en esta simulación, tanto que el misino Bernabé se vio
arrastrado con ellos a la simulación.
Ahora que, cuando yo vi que su conducta no cuadraba con la verdad del Evangelio,
le dije a Pedro delante de todos:
-«Si tú, siendo judío, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a
las prácticas judías?»
Salmo 116:
Alabad al Señor, todas las naciones, / aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, / su fidelidad dura por siempre. R.
Lucas 11, 1-4:
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo:
-«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo:
-«Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos
cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la
tentación." »
Homilía
Temas de las lecturas: Reconocieron la gracia que me había sido dada * Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio. * Señor, enséñanos a orar
1. ¿Controversias de Alto Nivel?
1.1 Es comprensible: hay personas que con la mejor buena voluntad desearían que
no hubiera una sola discusión más al interior de la Iglesia. Quisieran que todo
estuviera tan claro para todas las personas que la idea de una disensión o altercado
les indispone y enerva. La primera lectura de hoy nos invita a tener una perspectiva
distinta. Queda claro que hasta cierto punto es normal que mientras caminamos en
esta tierra haya disputas y queda claro también que algo bueno puede salir de
ellas.
1.2 Es interesante notar la actitud de Pablo: por una parte reconoce de lleno y sin
ambages la autoridad de los apóstoles a los que llama "columnas." Más interesante
aún notar su motivación interior y personal: "no sea que tanto entonces como
ahora me estuviera esforzando inútilmente." Esas palabras indican la convicción de
un hombre que sabe que apartarse de la comunión con la Iglesia es "esforzarse
inútilmente." Se pueden lograr cosas pero será esfuerzo perdido en buena parte. A
la larga, el que no edifica junto a los apóstoles no edifica para Cristo.
1.3 Pero esa obediencia de Pablo va unida a lo que podríamos llamar un gran
sentido crítico. Pablo no es un tonto ni un cobarde. Se da cuenta de las cosas y
obra en consecuencia, denunciando el doblez incluso en la cabeza más alta de la
Iglesia. No deja de ser cristiano por criticar y hacer ver su punto de vista. Es decir,
en él se juntan una obediencia auténtica y un espíritu fuerte que se pliega sólo ante
la verdad. Algo así necesita siempre la Iglesia.
2. La Oración del Señor
2.1 El Padre Nuestro ha sido motivo continuo de meditación para los cristianos a lo
largo de los siglos. Hoy damos la palabra a un teólogo contemporáneo, Emiliano
Jiménez Hernández, quien en su obra "Padrenuestro. Fe, oración y vida", nos ofrece
una preciosa catequesis sobre el evangelio de hoy. La he tomado de una página de
comentarios bíblicos desde el ámbito católico: http://www.mercaba.org , el cual
recomiendo vivamente. Lo que sigue es de Jiménez Hernández.
2.2 Tertuliano dice que el Padrenuestro es "la síntesis de todo el Evangelio". Es la
"oración del Señor", porque Él nos la enseñó y porque es la oración que El dirigía al
Padre. El se ha encarnado, vivido y muerto en cruz para santificar el nombre del
Padre. Para ello ha orado: "Padre, glorifica tu nombre". Él nos ha anunciado el reino
de los cielos y con El ha llegado a nosotros el reino de Dios. Su vida, su alimento y
su muerte no han sido otra cosa que "hacer la voluntad de Dios" en la tierra como
eternamente la ha hecho en el cielo. Su "pan" es toda palabra que sale de la boca
del Padre. Del Padre espera cada día el alimento, sin tentarlo a cambiar las piedras
en pan. Y Él, el inocente, sin pecado alguno, ¿cómo ha pedido "perdónanos
nuestras deudas? "Al que no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros"
(2Cor 5,21). Nuestras deudas eran en realidad deudas suyas, nuestros pecados
eran sus pecados: no porque Él los cometiera, sino porque cargó con nuestros
pecados. Con toda verdad podía orar "perdónanos nuestras deudas como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden". "Y líbranos del mal", para eso ha venido al
mundo: para vencer al Maligno.
2.3 También la "oración sacerdotal" de Jesús, que recoge Juan, inspira, desde
dentro, las grandes peticiones del Padrenuestro: la preocupación por el Nombre del
Padre (Jn 17,6. 11.12.26), el deseo de su Reino (la Gloria: Jn 17,1.5.10.23-26), el
cumplimiento de la voluntad del Padre, de su designio de salvación (Jn 17,3.6-
10.25) y la liberación del mal (Jn 17,15).
2.4 Según Tertuliano, sólo Dios podía enseñarnos cómo quiere que le recemos. Sólo
de Él podía venirnos la oración del Padrenuestro. "Esta oración del Señor Jesucristo,
pronunciada por sus divinos labios y animada por su Espíritu, sube al cielo por su
gracia y encomienda al Padre lo que el Hijo nos ha enseñado". La oración es el
muro que protege nuestra fe; es nuestra arma contra el enemigo que nos rodea.
Protege nuestra fe como los brazos de Cristo en la cruz protegen al mundo. Por
ello, al rezar el Padrenuestro, "nosotros no sólo alzamos las manos hacia el Padre,
sino que también las extendemos (1 Tim 2,8). Así imitamos la pasión del Señor y,
orando, profesamos nuestra fe en Cristo". Y san Cipriano nos dice:
2.5 Cristo, que nos ha traído a la vida, también nos ha enseñado a orar, para que
orando al Padre como Él nos ha enseñado seamos escuchados con más facilidad. Ya
antes había dicho que estaba cerca la hora en que "los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y verdad" (Jn 4,23). Ahora cumple su promesa, para
que nosotros, que hemos recibido el espíritu y la verdad a través de su obra de
santificación, adoremos en espíritu y en verdad. Pues la oración espiritual es
solamente aquella que nos ha enseñado Cristo, del cual nos viene también el
Espíritu Santo. Para el Padre solamente es verdadera la oración salida de la boca
del Hijo, que es la verdad. Es amiga y familiar la oración que se hace a Dios con sus
mismas palabras, la misma oración de Cristo presentada ante Él. Cuando oramos,
el Padre debe reconocer las palabras de su Hijo: que el que está en nuestro corazón
esté también en nuestros labios. Lo tenemos de "abogado por nuestros pecados"
junto al Padre (1Jn 2,1-2); por eso, como pecadores, cuando oremos por nuestros
pecados hagámoslo con las mismas palabras de nuestro abogado. Él ha dicho que
"todo lo que pidamos al Padre en su nombre, lo obtendremos" (Jn 16,23).
Obtendremos más eficazmente lo que pedimos en el nombre de Cristo si lo pedimos
con su misma oración.
2.6 Cada una de las siete peticiones, cuando se ora de verdad, empieza a cumplirse
en el momento mismo en que es formulada. Al pronunciar el nombre de Dios Padre
ya estamos glorificando su nombre. Si deseamos que venga a nosotros su reino,
nuestro deseo atestigua que pertenecemos ya al reino. Al pedir que se cumpla su
voluntad, nos abandonamos confiadamente a ella. En la medida en que
verdaderamente pedimos el pan de cada día estamos aceptando lo que Dios nos da
cada día. Si perdonamos a nuestros deudores, ya nosotros hemos sido perdonados
por Dios. En fin, al pedir el auxilio divino contra las tentaciones y los asaltos del
maligno, ya nos aseguramos la victoria contra todos los enemigos.
3. Oración de los discípulos del Señor
3.1 El Padrenuestro es la oración que Jesús ha transmitido a sus discípulos, y que la
Iglesia, a su vez, nos transmite a nosotros. La Iglesia, de este modo, nos conduce a
Cristo y Cristo nos presenta al Padre. Es el camino de la oración.
3.2 El cristiano invoca a Dios como Padre, dirigiéndose a El "en el nombre de
Cristo", unido a Cristo, con Cristo. Si podemos decir con san Pablo: "Vivo, pero no
vivo yo, es Cristo quien vive en mi", podemos igualmente decir: "Oro, pero no oro
yo, es Cristo quien ora en mi". "Dos en una sola voz", dice san Agustín. El esposo y
la esposa son dos en una sola carne. Cristo y la Iglesia son dos, orando en una sola
voz. El Espíritu del Hijo, derramado en nuestros corazones, es el que testimonia a
nuestro espíritu que somos hijos, gritando en nosotros o haciéndonos gritar: ¡Abbá,
Padre! (Gál 4,6; Rom 8,15).
3.3 Jesús ora "con gritos y lágrimas" al Padre (Hb 5,7-8). El Espíritu en el cristiano
también "grita y gime" con la misma expresión: "Abbá, Padre" (Ga 4,6-7; Rm 8,14-
16). Sólo, después de que sea infundido el Espíritu filial en el bautismo, el cristiano
puede decir "Abbá, Padre" (Rm 8,26-27; 2Cor 3,18). Recibido el Espíritu del Hijo,
en la iniciación se transmite el Padrenuestro Y el Espíritu es el que nos hará gritar:
"Abbá, Padre". También la DIDAJÉ coloca el Padrenuestro al hablar del bautismo y
antes de pasar a la eucaristía.
3.4 Con el efeta la Iglesia abre los oídos del catecúmeno. Desde ese momento ya
puede escuchar los secretos "arcanos de la familia", puede ya recibir el
Padrenuestro. Esta disciplina del "arcano" prohibía divulgar la Oración del Señor
entre los paganos y catecúmenos, hasta llegar a ser discípulos del Señor. A ellos se
la enseñó Jesús y, por ello, la Iglesia la reservó para los fieles, a quienes el
bautismo ha transformado en hijos de Dios. El Padrenuestro, como oración
característica del cristiano, se enseñaba en la catequesis prebautismal y tras haber
sido bautizados y haber recibido el Espíritu de filiación divina, con gozo exultante,
clamaban por primera vez: "¡Abbá, Padre!". Pablo, recoge este clamor dos veces
(Ga 4,16; Rom 8, 14-17).
3.5 Por los testimonios patrísticos podemos imaginar la emoción de los
catecúmenos al recibir el Padrenuestro. Llegados del paganismo, con una idea
extraña de Dios, en las catequesis prebautismales se les descorría el velo del
misterio de Dios. Se sentían amados; más aún, se les anunciaba que por el
bautismo iban a ser realmente hijos de Dios; le podrían invocar como Padre. Su
existencia cambiaba radicalmente, inaugurando un nuevo estilo de vida. "Por una
transmisión viva, el Espíritu Santo, en la 'Iglesia creyente y orante' [DV 8], enseña
a orar a los hijos de Dios" [CEC 2650].
3.6 El Padrenuestro es una oración eclesial, una oración coral, de la comunidad:
Padre nuestro, venga a nosotros tu reino, danos el pan nuestro, perdona nuestras
ofensas, no nos dejes caer, líbranos del mal. Es la madre la que enseña al hijo a
reconocer al padre y a decir "papá". Es la Iglesia la que nos enseña a reconocer a
Dios como Padre y la que nos entrega la oración del Padrenuestro, invitándonos a
unir nuestra voz a la voz de la asamblea, que se atreve a invocarlo como Padre.
Tertuliano nos dice:
3.7 Quien confiesa a Dios como Padre, profesa también la fe en el Hijo. Pero quien
confiesa la fe en el Padre y el Hijo, anuncia también a la Madre, la Iglesia. Sin ella
no se da allí ni el Hijo ni el Padre.
3.8 Para hablar con Dios, hace falta humildad y audacia. Es la actitud de nuestro
padre en la fe. Abraham, polvo y ceniza, considera una osadía hablar a su Señor:
"en verdad es atrevimiento el mío al hablar a mi Señor; ya que soy polvo y ceniza"
(Gén 18,27). Y llamar a Dios Padre seria una temeridad, si el mismo Hijo de Dios
no nos hubiera animado a hacerlo, como nos recuerda la Iglesia en la liturgia
eucarística: "Fieles a la recomendación del Señor y siguiendo su "divina enseñanza,
nos atrevemos a decir: Padre nuestro". Como nos dice san Pablo: "Cristo Jesús,
Señor nuestro, es quien, mediante la fe, nos da valor para llegarnos confiadamente
a Dios" (Ef 3,12).
3.9 La llamada liturgia de san Juan Crisóstomo hace preceder la oración del
Padrenuestro con la monición: "¡Oh Señor!, dígnate concedernos que con alegría y
sin temeridad osemos invocarte a ti, Dios de los cielos, como Padre, y que
digamos: Padre nuestro...".
3.10 Y san Cipriano nos invita a vigilar, prestando atención con todo el corazón a lo
que decimos: "¿Cómo puedes pedir que Él te escuche, cuando no escuchas siquiera
tú mismo?". Dios escucha no las palabras de la boca, sino la voz del corazón. Ana,
modelo de la Iglesia, oraba a Dios en lo íntimo de su corazón, hablaba más con el
corazón que con la boca, porque sabía que de este modo el Señor escucha a quien
le reza; así obtuvo lo que había pedido con fe. Dice la Escritura: "Hablaba con el
corazón y sus labios apenas se movían, y no se oía su voz... y el Señor la escuchó"
(1 Sam 1,13). También en los salmos leemos: "Hablad en vuestros corazones" (Sal
4,5)
Fr. Nelson Medina, O.P.