Fiesta . Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora (15 de octubre)
Padre Julio Gonzalez Carretti
Lecturas bíblicas:
a.- Sab. 7, 7-14: Invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría.
La primera lectura, testimonia que la sabiduría del hombre de fe en Yahvé,
se obtiene por medio del ejercicio de la oración, obtiene la prudencia y el
espíritu de sabiduría (v.7). Es un camino, una vida de gozo para el sabio, de
comunión con Yahvé, por el que le vienen todos los bienes, pero destinados
para ser compartidos con el prójimo (vv.11-14). Esta la oración de
Salomón, para pedir la sabiduría para gobernar: “Ahora Yahvé mi Dios, tú
has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero yo soy un niño
pequeño que no sabe salir ni entrar. Tu siervo está en medio del pueblo que
has elegido, pueblo numeroso que no se puede contar ni numerar por su
muchedumbre. Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda para
juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será
capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?» Plugo a los ojos del Señor
esta súplica de Salomón, y le dijo Dios: «Porque has pedido esto y, en vez
de pedir para ti larga vida, riquezas, o la muerte de tus enemigos, has
pedido discernimiento para saber juzgar, cumplo tu ruego y te doy un
corazón sabio e inteligente como no lo hubo antes de ti ni lo habrá
después.” (1Re. 3,7-12). Se resalta el aprecio del sabio por los bienes
morales y espirituales, por sobre los materiales, como las piedras preciosas,
mejor es el fruto de la sabiduría, que el oro y la plata (cfr. Prov. 8, 11. 19;
Jb. 28, 15-19). La luz de sabiduría, es más bella que la del astro sol, porque
ésta no se apaga en el espíritu del sabio, puesto que conduce a la
inmortalidad (cfr. Sab. 6,18-19; 7,30). Salomón, quiere que Dios ilumine su
pensamiento y ponga las palabras oportunas en su boca, quiere hablar con
acierto. Reconoce con su oración, que Yahvé es el origen de la sabiduría y
guía por lo tanto, a los sabios. Sabe por experiencia, que en definitiva, el
hombre en toda su existencia, está en las manos poderosas de Yahvé.
Si quisiéramos aplicar esta lectura a Teresa de Jesús, podemos afirmar sin
equivocarnos que recibió la sabiduría, como experiencia profunda de Dios,
como un don. Reconoce en su humildad que se cuanta entre los pocos de
tener experiencias de tantas cosas (V 40,8). Una experiencia gratuita,
otorgada más allá de su esfuerzo personal: “en solos veinte y siete aos
que ha que tengo oración, me ha dado su Majestad la experiencia –con
andar en tantos tropiezos y tan mal este camino – que a otros en cuarenta
y siete y treinta y siete que con penitencia y siempre virtud han caminado
por él” (V 10,9). La experiencia de la Santa va más allá de vivencias
psicológicas, es un saber que cala en lo profundo del ser, experimenta a
Dios desde su amor divino. Esto es lo que hace de Teresa, Maestra de
oracin, Madre de espirituales, Maestra de sabiduría. “Que siempre que se
piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas
mercedes...que amor saca amor...; porque si una vez nos hace el Señor
esta merced que se nos imprima en el corazón, sernos ha todo fácil y
obraremos muy en breve y muy sin trabajo” (Vida 22,14). Este es el saber,
que da sabor a la vida cristiana, en el surco de la mejor tradición bíblica,
que hunde sus raíces en experiencia vital del amor de Dios. Es la vivencia
que sostiene toda el vivir en Dios que ilumina los días oscuros y se hace
camino de una excelente vida teologal.
b.- Rom. 8, 14-17; 26-27: El Espíritu intercede por nosotros con
gemidos inefables
La segunda lectura, nos habla del nuevo estado de los hijos de Dios, ahora
guiados por el Espíritu Santo en su vida cristiana. Se reflexiona sobre la
importancia de la oración, como excelente medio de comunión con Dios y el
prójimo. El apóstol, reconoce que el Espíritu, es el mayor don de Jesucristo
Resucitado, además del perdón de los pecados y la paz entre el cielo y la
tierra para los hombres (cfr. Jn. 20,19-23). Es el Espíritu de Dios, quien
ahora guía al cristiano al encuentro con Dios, la nube y la columna de fuego
son realidades pasadas (cfr. Ex. 13,22; 24,16-18; Dt. 1, 33), hasta que
alcance la vida eterna. Desde la nueva condición de hijos, podemos,
impulsados por la fuerza del Espíritu, llamar a Dios Padre (Abbá), con lo
cual, podemos orar como Jesús; oramos con Jesucristo al Padre, es un
sumergirse en su oración como Hijo, que comparte su filiación con todo
cristiano que se acerca a orar (cf. Mc 14,36a; Gál 4,6). Los gemidos del
Espíritu Santo, vibran en lo interior del cristiano, como principio de vida
divina y como Maestro que interpreta la oración del cristiano que comienza
el camino de la interioridad (cfr. Rom. 8, 26-27). Si persevera en el diálogo
con Dios, ora por la sociedad y la Iglesia, será el Espíritu, quien corone su
obra con la perfecta configuración con Cristo Jesús, alcanzando la
glorificación de los hijos y el la unión definitiva con Dios Padre en la
eternidad (cfr. Rom. 8, 28-30).
La Santa M. Teresa vive una experiencia de docilidad a los caminos e
inspiraciones del Espíritu. Sabe que el Señor lleva a las almas por diversos
caminos y por ello aconseja a los directores de espíritus y confesores que
guíen a las personas por donde el Señor quiere llevarlas no por donde ellos
gusten: “Han de mirar que no las ponen allí para que escojan el camino a su
gusto...; no han de pensar que conocen luego las almas. Dejen esto para
Dios, que es solo quien puede entenderlo; sino procuren llevar a cada una
por donde su Majestad la lleva” (F 18,9; cfr. F 18,6; CV 17,2). He ahí la
verdadera vida espiritual: dejarse guiar por el Espíritu Santo. Lo que exige
una vida de oración, capacidad de escucha a Dios y el prójimo, humildad,
fuerte contenido contemplativo de la propia existencia. Teresa es la gran
evangelista de la oración desde que escribe Camino de perfección, donde
lee la vida orante desde la Palabra viva de Dios. De ahí su solicitud a la hora
de invitar a comenzar el camino de la oración y no dejar tan gran bien (cfr.
V 8,5). Lo que ella define como “trato de amistad, a solas, muchas, veces,
con quien sabemos nos ama” (V 8,5). Si la puerta de la salvacin es el
Bautismo que nos hace hijos de Dios, la oración es la puerta que nos
transforma en amigos de Dios, si ella está ““cerrada ésta, no sé cmo las
hará, aunque quiera entrar a regalarse y a regalarnos” (V 8,9). Orar es
abrir la puerta al Espíritu para que ore en nosotros, lo que se traduce en
una actitud de acogida, recibir a una Persona que esperamos venga a
nuestro espíritu, que está ahí a la espera. En términos relacionales viene a
significar acoger el amor de Dios derramado por el Espíritu en nuestros
corazones, crear comunión con la Trinidad. Si Camino de Perfección es el
evangelio de Teresa, se puede en ella leer una síntesis de su oración y
magisterio: “Puedo tratar como con amigo, aunque es Seor” (V 37,5).
c.- Jn. 7, 14-18. 37-39: Mi doctrina no es mía sino de aquel que me
ha enviado.
El evangelio nos presenta dos temas distintos pero complementarios: el
origen de la persona de Jesús y de su doctrina (vv. 14-18), y la promesa del
Espíritu Santo, como río de agua viva en el espíritu del cristiano (vv. 37-
39). Es evidente que la persona de Jesús, su origen humano y sus palabras,
suscitan sospechas. ¿De dónde ha venido? ¿Dónde estudió la Escritura, para
poder no sólo interpretarla, sino que además, enseñarla como sólo ÉL lo
hace? ¿Quién lo había autorizado? Todas estas interrogantes Jesús les
respondi así: “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si
alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo
por mi cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el
que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz; y no hay impostura
en él.” (Jn. 7,16-18). El Padre es fuente y origen de su persona y de su
doctrina, a ÉL pertenece y a Dios vuelve. Su revelación es la Palabra
definitiva de Dios para el hombre, la palabra de Jesús acerca al discípulo al
Padre, que se hace presente precisamente por su palabra (v.17); Jesús no
busca su gloria, sino la de Aquel, que lo envió a este mundo para abrir con
su misterio pascual, el camino hacia la vida eterna (v.18). El segundo tema,
viene luego de discutir Jesús con los fariseos sobre la circuncisión en sábado
llevada a cabo por ellos, y que a El le prohíben sanar a los enfermos ese
mismo día (cfr. Jn.7, 18-24) habla claramente de su origen, para
finalmente, anunciar su partida (cfr. Jn.7, 25-35), hasta que en la fiesta de
las Tiendas, el día más solemne proclama: “El último día de la fiesta, el más
solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y
beberá el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos
de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que
creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había
sido glorificado.” (vv. 37-39). La fiesta de las Tiendas, era la celebración
para pedir la lluvia (cfr. Ex. 17; Zac. 14,17; Is. 12,3; Zac.14, 8; Ez. 47,1).
Jesús usa varios símbolos: el agua, la sed y el seno o pecho del hombre, de
profundas connotaciones bíblicas. El agua, es símbolo de la gracia divina,
que lava los pecados y corazón de los hombres, pero también, sede de la
nueva alianza que hará Yahvé con su pueblo, y que quedará grabada en sus
corazones (cfr. Ez. 11, 14-21; 37,14). El seno, se puede traducir, como el
espíritu o el corazón, sede de las decisiones importantes y sentimientos.
Con esta proclamación Jesús, se declara como el que cumplidor de las
antiguas profecías, que luego infundirá a los discípulos el día de Pascua. Es
el Espíritu Santo que guía hacia la verdad plena, que derrama el consuelo
del amor de Dios en los corazones de los fieles; el Paráclito admirable, que
intercede con nosotros al Padre por medio del Hijo (cfr. Jn. 14, 16. 26;
16,7-10), que actualiza la presencia del Hijo, por medio de su palabra, y en
los sacramentos nos comunica la vida eterna del Resucitado.
El simbolismo del agua, que el evangelio aplica al Espíritu, en las obras de
Teresa de Jesús, adquiere múltiples según de lo que esté hablando: es el
sol de la gracia, la oración si va a regar el huerto en sus cuatro grados, vida
(cfr. V 9,5; 10,3; 11,6-9; 14,2; 19,2; 20,2-3; 21,1; 22,2; 30,19; CV 19,2;
28,5; 4M2,2; 6M 5,3; 11,5; 7M 2,9; 7M 3,13). El camino de la oración lo
describe con la imagen de regar el huerto en sus diferentes formas o grados
de oración en progresiva ascensión o profundidad. Las primeras forma de
oración, son los trabajos de sacar agua del pozo y el don de la
contemplación es agua de vida (cfr. V 11,9; CV 21,3). Teresa de Jesús, está
convencida que el don del agua de la oración y contemplación, es un don de
Cristo Resucitado, su Humanidad sacratísima, que sacia las aspiraciones
más profundas del corazn humano: “¡Bendito sea el que nos convida que
vayamos a beber en su evangelio! Y así como en nuestro Bien y Señor no
puede haber cosa que sea cabal, como es solo de El darnos esta agua, da la
que hemos menester” (CE 31,5). El orante debe estar convencido no slo
que debe regar el huerto de su alma, sino que la motivación central es
agradar y servir al Señor de la huerta, y no buscar contentos para sí sino a
ÉL. Se vive así el primer mandamiento de la ley de Dios: Amar a Dios por
sobre todas las cosas, con todo nuestra capacidad de amar al servicio de
Dios y del prójimo (V11,10). La oración ejercicio teologal, evangélico
seguimiento de Cristo desde esta ladera y apostólica de saber que servimos
a la Iglesia con el testimonio orate y contemplativo.
Santa Teresa de Jesús, bebió en las frescas aguas del evangelio, la
Sabiduría de la Palabra de Dios, y guiada por el Espíritu, escaló las más
altas cumbres de la perfección cristiana, por el camino de la oración y
contemplación, la ascesis que le impuso su vida teologal. Se dejó guiar por
sabios confesores y directores de espíritu de la esuela francisca, dominica,
jesuita y San Juan de la Cruz quien la acompañó buena parte de su última
etapa de vida espiritual. “Mirad que convida el Señor a todos. Pues es la
misma Verdad, no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no los
llamara el Señor a todos, y aunque los llamara, no dijera: «Yo os daré de
beber». Pudiera decir: «venid todos, que en fin, no perderéis nada, y los
que a mí me pareciere, yo los daré de beber». Mas como dijo sin esta
condición, «a todos», tengo por cierto que todos los que no se quedaren en
el camino, no les faltará esta agua viva. Dénos el Señor que la promete
gracia para buscarla como se ha de buscar, por quien Su Majestad es.” (CV
19,15). Santa Teresa de Jesús, fue declarada Doctora de la Iglesia Universal
por el Papa Pablo VI en 1970.