Fiesta. Nuestra Señora del Pilar.(12 de octubre)
María, por la que nos llegan las gracias del cielo, es pilar seguro que
nos protege de todo mal, guía materna que nos lleva hacia el cielo
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de
entre el gentío levantó la voz, diciendo: -«Dichoso el vientre que te
llevó y los pechos que te criaron.» Pero él repuso: -«Mejor,
dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»” (Lucas
11,27-28).
1. La advocación de la "Virgen del Pilar", de tan profunda raigambre
hispánica, se funda en una antigua leyenda: el apóstol Santiago el Mayor,
gran evangelizador de España, en una de sus andanzas se apoyó,
extenuado, sobre una columna, y sintió que la Madre de Jesús lo animaba a
completar la misión recibida de su Hijo. En el lugar se construyó más tarde
una capilla, y después la gran Basílica del Pilar de Zaragoza. A esta
advocación se encomendaban los soldados españoles que combatían por
expulsar a los moros, y se dice que Cristóbal Colón encomendó a la Virgen
del Pilar su trascendental aventura marítima. El papa Clemente XII fijó para
el emblemático 12 de octubre la festividad de la Virgen del Pilar. Esta
celebración nos exhorta a continuar la labor misionera de Santiago, que
propuso el Evangelio desde el diálogo y la organización de las comunidades
cristianas, y no mediante la espada y el aniquilamiento de las culturas
autóctonas. La liturgia dedica a María de Nazaret un bello himno con motivo
de esta invocación: " Esa columna, sobre la que posa, leve, sus plantas
tu pequeña imagen, sube hasta el cielo: puente, escala, guía de
peregrinos. Cantan tus glorias las generaciones, todos te llaman
bienaventurada; la roca firme, junto al Ebro enhiesta, gastan a
besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos
misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos bajo tu
amparo " ( jesusjorgetorres@yahoo.es ) .
Hace unos días celebramos Nuestra Señora del Rosario y hoy la
Virgen del Pilar nos recuerda que el pilar de nuestra fe, la roca angular, es
Cristo Jesús.
1. Una mujer lanza un “piropo” a Jesús: « ¡Dichoso el seno que te
llevó y los pechos que te criaron! ». A ti, Jesús, te gusta que digan eso
de tu madre, pero prefieres añadir algo más allá de la maternidad biológica:
« Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan ».
Es la bienaventuranza de la Palabra, el piropo que recibe la Virgen por parte
de su Hijo. Porque Ella fue la primera que escuchó y aceptó la Palabra de
Dios en el anuncio del Ángel con su “fiat” incondicional. Su « Hágase en mí
según tu palabra » (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un
mundo de salvación. Como dice san Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en
causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». Esta
bienaventuranza de la Palabra nos recuerda también aquel otro pasaje
evangélico, en el que Jesús llama familiar suyo a todo el que escucha la
Palabra de Dios y la pone en práctica: « Mi madre y mis hermanos son
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aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen » (Lc 8,21). María es
Madre de la Iglesia. María es Madre de todos los que sinceramente aceptan
la Palabra de Dios e intentan cumplirla alegremente como hijos suyos. La
altura que la Virgen alcanza en la fe, mediante la escucha y la práctica de la
Palabra de Dios, la convierte en un claro ejemplo de fe para el discípulo de
Cristo. La figura de María nos enseña que creer en la Palabra de Dios
(escucharla y practicarla) supone un cambio radical en nuestra vida diaria
(Pablo Casas Alhama).
La razón profunda de la excelencia de la Madre de Dios es esa fe
encarnada por la escucha y la generosidad en vivir la Palabra. Siendo María
toda la hermosura y plenitud física que puede ser pensada en una mujer,
sin embargo, si es en verdad la bendita entre todas mujeres, según
proclama de ella Isabel, su prima, se debe a que es la llena de Gracia, en
palabras de Gabriel.
Su exquisita sensibilidad sobrenatural, siendo la llena de Gracia, le
hace captar ante todo lo que Dios espera en cada instante: en aquello que
le afecta personalmente de modo directo, y en las otras situaciones del
mundo de las que tiene noticia. María es la que escucha a Dios por
antonomasia. La que descubre el querer divino –siempre amoroso por lo
demás– para cada instante: nada la distrae de Dios y así puede agradarle
en todo, mientras nos esforzamos, con renovado tesón, en el trabajo fue
implantado el Reinado de Dios en el mundo.
Es para nosotros modelo de vida cristiana. Amar a nuestro Padre Dios
consiste, desde luego, en escoger aquello que nos "pide", aunque tal vez
nos pueda costar, no sea lo más fácil o lo que más apetece. Si en María
nada distrae de Dios su entendimiento; si, persuadida de su pequeñez y de
la grandeza de su Creador, únicamente piensa en Él, y en el mundo que
debe manifestar su gloria, de modo particular en la vida de los hombres; de
modo semejante sucede con su voluntad. La Madre de Dios es, asimismo, la
que guarda por antonomasia la divina palabra, la Voluntad de Dios. He aquí
la esclava del Señor, declaró ante el arcángel, manifestando así lo que sería
el programa de su completa existencia. La vida de María se consuma, pues,
plenamente en la condición que su divino Hijo exige a los Bienaventurados,
que escuchan la palabra de Dios y la guardan.
Sigamos el consejo de san Josemaría: invoca a la Santísima Virgen;
no dejes de pedirle que se muestre siempre madre tuya: "monstra te esse
Matrem!", y que te alcance, con la gracia de su Hijo, claridad de buena
doctrina en la inteligencia, y amor y pureza en el corazón, con el fin de que
sepas ir a Dios y llevarle muchas almas (Fluvium).
Esa columna sobre la que posa leve / sus plantas tu pequeña
imagen, / sube hasta el cielo: es puente, / escala, guía de
peregrinos.
Abre tus brazos virginales, Madre, / vuelve tus ojos
misericordiosos, / tiende tu mano, que nos acogemos bajo tu
amparo (de un himno de Laudes). Así hacía oración Juan Pablo II: «Doy
fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra
española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen
santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos,
la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones
hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te
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salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío [...] las
necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la
ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos
y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y
abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan
para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la
oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de
cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo
la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación
de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la
hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor
ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu
corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos
procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al
servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de
cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio
del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa,
pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que
padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de
trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la
disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a
sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a
cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.»
2. 1 Crónicas 15, recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la
alianza, presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual
es gozo para la Iglesia. La Antífona de entrada piensa en la Virgen como " la
columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto ",
y diremos en el aleluya: " afianzó mis pies sobre la roca y me puso en
la boca un cántico nuevo ". Domina pues en la liturgia la idea de la
presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su
devoción procura al pueblo de Dios.
Algunos documentos dicen que Santiago, "pasando por Asturias, llegó
con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón,
Celtiberia, la la Cesaraugusta romana, hoy Zaragoza, en la ribera del Ebro.
Allí predicó Santiago y, entre los muchos convertidos eligió a ocho
hombres".
En la noche del 2 de enero del año 40, estando Santiago con sus
discípulos junto al río Ebro, " oyó voces de ángeles que cantaban Ave,
María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie
sobre un pilar de mármol ". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne
mortal, pidió al Apóstol que le construyese allí una iglesia, en torno al pilar
donde estaba de pie y prometió que " permanecerá este sitio hasta el fin
de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y
maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades
imploren mi patrocinio ".
Desapareció la Virgen y quedó allí el pilar. El Apóstol Santiago y los
ocho testigos del prodigio comenzaron a edificar una ermita en aquel sitio.
Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la
misma y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea.
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Fue la primera iglesia dedicada a la Virgen Santísima. Que esta tradición es
antigua lo muestra el sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en
Zaragoza desde el siglo IV, representa, en un bajorrelieve, el descenso de
la Virgen aparececiéndose al Apóstol Santiago.
La fiesta del descubrimiento de América por parte de España y
Occidente fue también el día doce de octubre. De ahí la unión cultural que
esta fecha quiere significar para muchos. El Papa Juan Pablo II en 1984, al
hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del
descubrimiento de América, la invocó como "patrona de la hispanidad".
También hay quien llama ese día el día de la Raza. Aumentó la devoción a
la Virgen del Pilar el prodigio ocurrido en la guerra civil de 1936-1939,
cuando las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron. Es un
buen día para invocar su intercesión para las instituciones civiles, y la paz
social.
Juan Pablo II diría en 1992: "Los marinos intrépidos de Palos, de
Huelva, de Moguer, de Lepe, que en el nombre de Dios y de Santa María
partieron del puerto de Palos, fueron protagonistas de aquella gran epopeya
que llegaría a cambiar la configuración del mundo conocido y que, a la vez,
abrió espacios insospechados a la expansión del mensaje cristiano".
Escribió Garcilaso de la Vega, historiador natural de Cuzco, Perú, que
"ofrecía su historia para que se den gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a
la Virgen María, su Madre, por cuyos méritos e intercesión se dignó Dios
sacar del abismo de la idolatría a tantas y tan grandes naciones y reducirlas
al gremio de su Iglesia Católica Romana, la mayor cosa después de la
creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que los crió".
3. La segunda lectura (He 1,12) nos habla también de la presencia de
la Virgen en la Iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio
celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, " esperanza de los
fieles y gozo de todo nuestro pueblo ". En la oración colecta se pide por
intercesión de la Virgen " fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y
constancia en el amor ", y en la oración de las ofrendas, se muestra el
deseo de " permanecer firmes en la fe ". En el salmo cantamos que " el
Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado ".
Reunámonos hoy en oración comunitaria y eucarística, como los
Apóstoles con María en el Cenáculo, para dar gracias porque nos ha dado a
su Madre, " que nos protege en su tienda el día del peligro, y nos alza
sobre la roca " (Salmo 26). y aclamemos a María, intacta en su virginidad,
gloriosa en su descendencia y triunfante en su asunción. Que ella sea
nuestro gozo y la causa de nuestra alegría.
Llucià Pou Sabaté
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