III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 4, 12-23: Conviértanse, el Reino de Dios está cerca. El Evangelio del Reino hay que llevarlo, propagarlo, hacerlo conocer, es nuestra obligación, nuestra misión.
Autor:
Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR

Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia

 

 

28/01/2008

Conviértanse, el Reino de Dios está cerca. El Evangelio del Reino hay que llevarlo, propagarlo, hacerlo conocer, es nuestra obligación, nuestra misión.

Queridos hermanos y hermanas, en nombre de nuestro Señor Jesucristo queremos hacer llegar nuestra solidaridad, nuestra cercanía a todos los hermanos y hermanas que sufren por las inundaciones, que sufren consecuencias económicas muy graves, pero sin duda, también espirituales y morales. Que esta Palabra del Señor eleve nuestras mentes para captar que su mensaje es válido, es urgente y necesario en esta situación.

Este anuncio que el Señor hace y que ha sido repetido muchas veces por El, si leemos con atención el evangelio, pasa por lo menos unas cien veces que el Señor habla de este reino, de este reino que no viene a desbaratar los reinos postizos, sino que viene a darnos a nosotros una mente y un corazón nuevo para captar qué es lo que el Señor entiende cuando habla del Reino. Mensaje oportunísimo en estos momentos en que nuestro país busca también de hacer reinar la justicia, de hacer reinar la paz, de hacer reinar la unidad en medio de tantos conflictos, desinteligencias y a veces también expresiones de prepotencia.

Hoy, el Señor va dar cumplimiento una vez más, hoy, también aquí entre nosotros, a ese gran sueño de nuestro Padre, del que nos habla el Profeta Isaías, es Dios que va visitar a su pueblo, ese pueblo que lo había olvidado, ese pueblo que lo había renegado, ese pueblo que le rendía culto, pero su corazón estaba lejos. Va este Dios allá, como luz para iluminar, sobre todo, para iluminar a aquellos que viven en tinieblas y esa presencia de Dios causa alegría, gozo, todos se sienten felices, porque?, porque has deshecho la esclavitud. Esa esclavitud que oprimía al pueblo, has deshecho la opresión que lo oprimía, has terminado con la tiranía a la que estaba sometido.

La presencia de Dios es siempre una presencia para la libertad, para levantar a la persona y a los pueblos. Hoy en el evangelio, Mateo nos dice: “Llegó el momento definitivo” es el hijo de Dios que va ir justo a estos lugares a zabulom y Neptalí, para comenzar allí a cumplir la promesa que había hecho el Padre, a comenzar desde allí esa tarea extraordinaria del Señor, a comenzar a construir el Reino del Padre, el reino de Dios, el reino de los cielos; todas esas expresiones, reino de Dios, reino de los cielos, mi reino, el reino de mi Padre, todo eso comienza a hacerse realidad con la presencia del Hijo de Dios; y va empezar allí en esos lugares, en esos lugares que también en esos momentos estaban divididos, estaban llenos de diversiones, estaban distraídos de la presencia de Dios, estaban mezclando la fe verdadera con las costumbres paganas; allí donde se había juntado mucha gente y el comercio era una vez más, una manera de explotar a los pobres, a los sencillos a los oprimidos. Allí el Señor va empezar a construir su reino. Para terminar con todo lo que sea esclavitud, con todo lo que sean opresiones, para terminar con cualquier atísbo de tiranías; allí llega el Señor, cuando se enteró que a Juan Bautista lo apresaron entonces El salió a la luz, salió al publico y comenzó anunciar su proyecto de vida. “El reino de Dios ha llegado” el reino de Dios ya está presente, el reino que había prometido Dios está aquí; alégrense, pero también tomen en cuenta que para entenderlo, para captarlo, para que realmente ese reino entre en nuestras vidas hay que convertirse. Aquí el reino de Dios no es un regalito de carnaval, no un regalito de cualquier cosa, no es un momento de paz, una tregua, un cuarto intermedio. No es eso! El reino de Dios entra en el corazón, lo transforma, lo cambia y se produce el corazón nuevo que va palpitar en el hombre nuevo al que estamos llamados a ser todos nosotros.

Conviértanse el Reino de los Cielos ha llegado, el reino de los cielos ya está es Jesucristo el Señor que lo va empezar en nombre de su Padre.

No sé si casi en vísperas de carnaval vamos a entender esto, ahora que nos tienen tan distraídos el reino infantil, el reino de antaño, el reino de carnaval, el reino del arroz, no sé yo estoy seguro de que si los comerciantes no fueran por lo menos un poquito humanos, estoy seguro que también inventarían las reinas de las inundaciones. Por que hemos llegado a eso y quizás nos cuesta a nosotros ver qué significa, qué quiere decir reino Dios, no es un momento de distracción, no es un momento de evasión, no es un momento sentimental que sólo vamos a vivir porque vemos que tenemos un hermano que ha perdido su casa, su terreno, su cosecha. El reino de Dios es algo que cambia la vida y la cambia para toda la vida y no para un momento. Esa es la novedad, esa es la revolución de la que tanto se habla y todos quieren el cambio, no de las cosas externas que a veces libera a unos por unos momentos y esclaviza a otros,

Nosotros recibimos este reino que debe comenzar a germinar en el corazón, y que debe vivirse en compañía de los demás. El Señor quiere el cambio de las personas, de los individuos, pero quiere que ese cambio se lo viva en comunidad, no hay otra manera de construir el reino de Dios, convertirse, cambiar, frenar, aquello que nos lleva al mal, dar media vuelta para volvernos al Señor para que realmente el reino comience a producir frutos.

Queremos unidad, queremos libertad, queremos justicia, queremos solidaridad, queremos realmente sensibilidad social, desearíamos que venga el bienestar no para unos cuantos, sino para todos; todo eso puede ser sólo un sueño o una ilusión si no cambia el corazón egoísta, el corazón orgulloso, egoísta que no comparte, el orgulloso que suplanta a Dios y que se cree un dios salvador, el reino de Dios no entra en esos espacios. Pero se nos presenta y se no los pide a nosotros también hoy, aquí el Señor con su palabra presente, viva que nos dice el reino de Dios esta también aquí en Bolivia, por qué no se lo siente, por qué no se lo visualiza más. Nos está faltando algo. Conviértanse, la conversión para que podamos hablar con claridad, para hablar de este corazón pensando en la vida del pueblo, la conversión para que estos momentos de distracción que se han hecho tradicionales, no sean un momento de evasión de Dios, de la ley de los hombres, no momentos para aplastar la dignidad humana, no sean momentos para explotar a los que realmente merecen respeto.

Hermanos, cuando el Señor habla tanto del reino, de su reino, del reino del Padre, del reino de los cielos; es que es eso lo que nos interesa, es eso lo que le interesa a El y es esa la manera que El quiere estar presente aquí en medio de tantos odios, rencores y revanchas, hay que abrir espacios para que entre el Dios del amor, hay que abrir espacios para que Dios nos haga sentir hermanos a todos y esa es nuestra misión. En medio de tantas mentiras, hay que abrir espacios para la verdad, pero una verdad que libere, una verdad que sea luz, que disipa las tinieblas, una luz que se necesita hoy con urgencia en todo el mundo y también en nuestra Patria, una luz que ilumine a los que andan extraviados, a los que andan el las tinieblas.

Conviértanse, ojalá que esta palabra no la olvidemos, esa es la condición para que comience el reino de Dios, las dos van juntas, ya están presente, pero hay que cambiar, hay que darle espacio, hay que abrir el corazón, hay que abrir nuestras leyes a la presencia de un Dios que quiere salvarnos, de un Dios que quiere que realmente vivamos como hermanos; hay que abrir los espacios a nuestro Dios. Es el Dios que viene a liberarnos de toda esclavitud, de toda prepotencia o aniquilamiento del hermano.

El segundo punto de este mensaje es: El reino de Dios está, pero hay que buscar quiénes lo puedan llevar a todas partes y es la preocupación del Señor, llamar a sus seguidores. Aquí nos habla de dos pares de hermanos: Pedro, Andrés, que fueron llamados por el Señor y fueron llamados de manera inesperada: “No basta asombrarse, síganme!; no basta escuchar lo que ha dicho, Síganme! Porque hay que llevar este reino allá donde es necesario. Y ellos lo dejaron todo de inmediato. Lo mismo pasó con los otros dos, estaban trabajando, escuchan la palabra del Señor SIGANME! E inmediato lo dejan todo y dejan a su padre, a su familia, a sus terrenos para llevar este anuncio a todos los pueblos. Este llamado, este pedido, lo hace el Señor hoy también, a todo el pueblo de bautizados. Es allí donde a veces hay un vacío tremendo, somos tantos los bautizados y los frutos del Reino no se ven. Hoy el Señor a toda la Iglesia, en todo el mundo, pero de manera especial aquí entre nosotros nos dice SIGANME! Hay que llevar esta Buena Noticia. El Evangelio del Reino hay que llevarlo, propagarlo, hacerlo conocer, es nuestra obligación, nuestra misión.

Hay un detalle muy bonito, Santiago y Juan dejaron todo cuando escucharon la voz y también a su padre. Estaban trabajando y lo dejaron todo. El Señor llama a los que quieren trabajar. Ese es el llamado del Señor, no es un llamado a dormir, sino a trabajar, porque se necesita valentía y fuerzas para hacer que penetre la verdad, la vida, la justicia, el amor; hay que estar luchando constantemente contra los hijos de las tinieblas que sólo inventan luces artificiales para tapar sus propias conciencias o para tapar su espíritu mercantilista. Necesitamos dejar también nosotros hasta nuestro trabajo común para llevar esta Buena Noticia.

Qué lindo que el Señor llama a gente que estaba trabajando, no llama a los flojos, a los que no quieren hacer nada, no llama a esos que son inútiles para todo; llama a gente que sabe trabajar, que sabe pescar, en el caso de los apóstoles, que sabe construir algo, que quieren pasar de las buenas ideas a las realizaciones concretas.

Hermanos y hermanas, esta palabra del Señor también resuena para los que están sufriendo en estos momentos por las inundaciones, por las injusticias, por las amenazas, por las confusiones en que estamos viviendo; todo eso tiene que llevarnos a ser más claros y más eficientes en la construcción de aquello que interesa al Señor, no lo que interesa a un grupo o a una persona, lo que interesa al Señor: QUE TODOS VIVAMOS EN UNIDAD, COMO HERMANOS, COMO AMIGOS, compartiendo los bienes que nos ha dado.

Esto nos tiene que ayudar también hoy a mostrar un signo de solidaridad con nuestros hermanos que sufren por las inundaciones. Creo que es una palabra que puede ayudar también la búsqueda de los auténticos valores en el país.

El Reino del Señor comienza con humildad. Fíjense que el Señor no convocó a una gran asamblea para decir: “Yo soy el Rey y que nadie tiene que pensar lo contrario”, NO, El comienza en silencio, con humildad, con sencillez, anunciando algo que a todos nos cuesta, no prometiéndonos cosas ilusorias. Conviértanse primero, cambien su vida, por allá se construye el reino, por allá van las verdades auténticas. Cuando no se comienza dando regalos para tener apoyos, sino exigiendo aquello que es humano, aquello que cada persona puede dar, su libertad al servicio de la libertad de todo el pueblo, no creo que sea necesario volver a repetir lo que tantas veces hemos pedido acá, que se dialogue, que se piense en el país, que se instaure esta sociedad nuestra con los valores de este reino del Señor, NO TENER MIEDO AL REINO DE DIOS, porque siendo auténtico y verdadero y lleno de espíritu, no tiene nada que ver con los reinos materialistas que se pueden construir sólo con dinero, pero jamás respetando la dignidad de todos.

Puede valer también este momento en Bolivia estas palabras de Pablo a los Corintios. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, les exijo que se pongan de acuerdo. En su comunidad había ya peleas, grupos que se habían formado. Estén unidos teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Qué hermosas palabras, valen para nuestros gobernantes, los nacionales y los departamentales, los provinciales y los cantonales y valen también para nosotros, para nuestras familias, para nuestras comunidades parroquiales. UN MISMO ACTUAR Y UN MISMO SENTIR. Ese es el reino de unidad. Por qué hablar tanto de unidad y seguir dividiéndonos. Pablo dice me enterado que unos dicen: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, Pablo dice: Acaso Cristo está dividido?, acaso Pablo ha sido crucificado por ustedes?, por qué hacen esa repartija sólo por privilegios, por seguir a sus líderes, aquellos que simpatizan con ustedes o ustedes con ellos?. Ojalá que este mensaje entre hoy en Bolivia, ojalá entre también en eso que van a llamar LA FIESTA GRANDE que muchas veces lastimosamente ha terminado en peleas, que yo soy de esta comparsa, yo soy de aquél, y comienzan las peleas y a veces terminan en cosas sumamente inhumanas. Que pensemos que al derecho de divertirse existe también el derecho de miles de hermanos nuestros a que los miremos y que estemos cerca de ellos, porque no es culpa de ellos el que hayan inundaciones, que no nos olvidemos de ese sector de hermanos cada vez más grande y más numeroso en nuestro país; que la fiesta grande como la llaman ayude, ojalá a que en Bolivia todo el año sea fiesta, no con vanidades, sino compartiendo la mesa de la igualdad, la mesa de la generosidad, la mesa de la justicia y de la paz que sea para todos y que siempre esta mesa tenga el alimento espiritual y material que necesita cada persona.

El reino de los cielos está presente, está también en Bolivia, está también en Santa Cruz, si no lo notamos es quizá porque no hemos escuchado también la otra parte: CONVIERTANSE! Eso es lo que le vamos a pedir a nuestro Señor, para nosotros, para toda nuestra Iglesia y para nuestra patria. AMEN!