Domingo de Ramos

Mateo 26, 14-27, 66

Autor: Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR

Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia

 

 

Hermanos y hermanas lo que acabamos de escuchar es suficientemente claro; volvimos a sentir un estremecimiento en lo hondo de nuestros corazones y en nuestras conciencias.

Se cumple así la forma y la manera que tiene Dios para salvar a su pueblo, entregando su vida para que todos nosotros tengamos vida en abundancia.

Esa forma y esa manera de preocuparse por cada uno de nosotros criaturas suyas; Es la manera que fácilmente se olvida a lo largo de la historia y se piensa que las salvaciones pueden llegar a través de odios, rencores o violencias no es ese el pensamiento de Dios, lo estamos escuchando y lo estamos viviendo. Ya Isaías lo había profetizado antes, que su enviado iba ser un discípulo perfecto, que iba a consolar a los cansados con palabras de aliento, venía a alentar, venía a que cada uno viva su vida con todo ese sueño de Dios; Libertad, justicia y amor que sea abundante para todos.

Ese discípulo venia a repetir lo que había aprendido de su Padre, por que el Padre le dio inteligencia de discípulo, entendimiento de venir a alentar, venir con el entendimiento de Dios para trabajar por el que sufre, por el que esta anonadado, por el que está esclavizado; esclavizado por ausencia de cosas materiales o por presencia de despotismos morales y espirituales. Tenemos que volver a tomar en serio nuestro compromiso con este proyecto de Dios, que tiene la virtud de dar a cualquier otro proyecto una dimensión mucho más grande, mucho más universal, mucho más por encima de las cosas que nos separan, más allá de todas la fronteras y de todos los espacios; es el horizonte de un Dios que siendo amor quiere que eso reine en medio de nosotros, pero que reine respectando y aumentando más la calidad de nuestra libertad para decir un sí profundo y no un sí repetido de memoria.

El, Jesús, siendo Dios no tiene ninguna vergüenza de dejar esa dignidad y bajar a tomar nuestra forma y hacerse servidor de todos; es un Dios que baja y se hace hombre, para servirnos a nosotros en esta humanidad que no piensa y que no cree en el servicio desinteresado y que siempre está buscando las prebendas o los privilegios de unos contra otros; es este Señor que se hace esclavo de todos, se hace semejante a nosotros.

Acabamos de escuchar al iniciar la bendición de las palmas ese evangelio extraordinario que nos cuenta como el Señor entra a Jerusalén montado en un asno; el símbolo de que algo está cambiando en la tierra, que los reinados ya no son aquellos que caen con truenos y relámpagos que asustan. El verdadero reinado de Dios es el amor y el amor está en lo más sencillo, en lo más humilde y es propio y característico de cada uno de los seres humanos; ahí está el primer paso.

Jesús Humilde, viene a decirnos que quiere entrar a nuestro corazón, viene a decirnos quiere que haya vida en cada uno de ustedes, viene a realizar la obra de su Padre, y eso causa alegría en los abandonados, en los niños en aquellos que realmente captan y comprenden la generosidad de Dios que es tan grande que no está dada para unos en contra de otros, sino para todos a fin de que todo el pueblo levante las palmas y glorifique al Señor. Ahí está la forma de nuestro Dios que se hizo servidor, se hizo uno en nosotros; es un Dios que está con nosotros, es un Dios que está como nosotros; no le tengamos miedo pero sepamos que todo eso le ha costado al Señor; sufrimiento, desolación, tristeza, abandono, traiciones.

Jesús, cuando pidió una casa dónde celebrar la cena de la pascua, es como si ahora nos pidiera a nosotros, iglesia de Santa Cruz. Iglesia de Bolivia; quiero celebrar la pascua con mis discípulos en su casa, ábranla que entre el Maestro, que entremos todos los que nos gloriamos de ser discípulos, que compartamos esa pascua, ese pan partido para bien de todos, y esa poca alegría para que nos restaure la esperanza auténtica y verdadera que no nos permita estar siempre humillados y pisoteados.

Y luego viene ese momento extraordinario del Señor a cada discípulo, pidiéndole a un Padre ese dolor que se avecina, que El sabe en qué va consistir, que si es posible alejarlo, que El estaría dispuesto también a hacerlo, pero confiesa una vez más; Tu voluntad es la que vale, Padre, y la voluntad del Padre es ser también ese momento que experimente lo más humano que tenemos; el temor ante la muerte. ¡Quién no le teme a la muerte! Jesús como hombre también teme, tiembla, se estremece, también quisiera que no suceda esto, pero con toda libertad se pone al servicio de la vida, y va hacerlo ofreciendo su propia vida por nosotros.

Vemos que los discípulos, estuvieron en la pascua con el Maestro, que estuvieron como testigos en el momento que lo apresaron, esos discípulos huyen de la cruz, huyen de la muerte; porque el Maestro les había dicho no se asusten Yo al tercer día voy a resucitar, voy a estar en medio de ustedes, pero lo que no les gustaba era la cruz. Es la cruz que abrasa el Señor, esa es la cruz en que se sella la verdadera libertad, esa cruz asumida con espíritu generoso, con equilibrio y pensando siempre en la salud del pueblo. Todos esos altibajos del poder, para ver quién mataba o quien no mataba, quién era inocente, quién tenia la verdad de su lado; eso que hemos escuchado son cosas que duelen mucho más al Dios de la vida, que todos los insultos de aquellos que no creen.

Hermanos y hermanas, hoy también en este Domingo de Ramos, quiere llegar a nuestros corazones, para decirnos les agradezco sus aclamaciones, me alegra que ustedes salgan a decir que soy el Señor, el Mesías el Salvador, pero estén atentos de no repetir el gesto de esa multitud que se olvidó de que el Señor pasaba haciendo el bien y gritar instigados por algunos envidiosos, instigados por aquellos que temblaban ante la pérdida de su poder, que creían que el reinado de Cristo iba ser la confrontación con todos. El Señor les dice cuidado con repetir el grito: Crucifícalo, Crucifícalo!!

Hoy tenemos que vivir, como lo vamos a vivir toda está semana Santa la presencia gozosa de un Dios que viene con humildad, de un Dios que anuncia que quiere estar con cada uno de una manera tan sencilla y simple que es capaz de llegar al corazón de los afligidos, de los desesperanzados, de los abandonados de los pisoteados de siempre. Tenemos que repetir la angustia y el dolor de saber que Cristo subió a la cruz, que estuvo allí colgado en el madero y vamos a tener una mirada aún más clara, para descubrir las cruces en las que todavía hoy el Señor sigue siendo crucificado. Miles de hermanos que sufren, miles de hermanos en la amargura, miles de hermanos que son víctimas de las drogas, miles de hermanos que gastan su dinero solamente para poner más armas.

Nosotros tenemos que asumir el estilo de Cristo, hay que dar con libertad la vida, no para que todos mueran, sino para que todos tengan vida.

Con alegría vamos a tratar de experimentar esa presencia de nuestro Dios en medio de nosotros y vamos a sacar las lecciones que hoy más que nunca necesitamos, lecciones personales, desbaratar los orgullos, desbaratar los odios, destruir los rasismos, acercarnos más al modelo extraordinario. Cristo quién nos enseña cómo tenemos realmente que ir construyendo una verdeara libertad, tenemos que preguntarnos como pueblo qué es lo que más nos interesa; tener más leyes para soportar, o tener la capacidad extraordinaria de armar corazones para que trabajen todos en la realización de esa obra que Dios quiere con urgencia, pan para todos, vida para todos, libertad para todos, esperanza renovada, una paz auténtica, una justicia que esté realmente repartida con generosidad, un ambiente de hermandad; ese es el mensaje que nos da el Señor hoy y durante toda la semana Santa.

Otro mensaje que es importante, el silencio; Jesús ante las preguntas prepotentes no respondía, ante la voz de los injustos, no decía nada; sólo hablaba para recordar que su padre es el que habla y escucha y que su Padre no tiene palabras de amenazas que su Padre sigue después de siglos y siglos instruyendo a su pueblo, dando entendimiento y dando también la capacidad de caminar a todos como hermanos. ¿Será mucho pedir esto hoy para Bolivia, será exagerado decir señores, hermanos, hermanas, miren hoy a Cristo?; este Cristo que está en el corazón de muchísima gente en nuestro pueblo, este Cristo que quiere que haya, justicia, verdad, amor, pero lo quiere de verdad, no lo quiere hecho ni a chicotazos, ni con palos,

El Santo Padre en su discurso al nuevo embajador Boliviano ante la santa sede, nos habló a nosotros los bolivianos y nos dice: Que él sigue con atención los cambios que se vienen produciendo en Bolivia, cambios que si llevan a mejorar todo lo que es la dignidad humana, adelante!, pero si es necesario todavía, mostrar equilibrio, serenidad, que sepamos que somos hermanos, que las confrontaciones no solucionan nada. Será que esta palabra no va llegar a nadie. Cristo cayó antes de responder al insulto con el insulto. Cristo cayó de las injusticias indebidas que se cometieron con El. Cristo ofreció su vida con el máximo del dolor que se puede experimentar en la cruz para que nuestros dolores y sufrimientos se saturen pronto de la vida del resucitado.

El Santo Padre nos pide a todos que sepamos realmente ser conscientes del momento actual en que vivimos; queremos un cambio, pero el cambio al estilo de Jesús. No sé si ustedes han entendido bien el pasaje que acabamos de anunciar, cuando Jesús muere; se abren las tumbas; los cadáveres vuelven a vivir y caminan por las calles; no será eso lo que necesitamos hoy? Que se abran las tumbas del egoísmo, las tumbas de la confrontación, que se terminen los cadáveres del insulto del mal, del daño, que se pretende hacer a otros; que se abran para que se llenen de la vida del resucitado y cada uno, lleno de esta vida pueda realmente realizar el plan que Dios tiene para con toda la humanidad.

Ojalá que esto sea lo que se produzca en medio de nosotros, a eso va el discurso del Santo Padre y a eso va la exhortación de los Obispos de Bolivia, no a señalar heridas para escarbar más los dolores, sino a señalar horizontes que puedan hacernos libres de verdad para saber decir después el sí o el no de nuestras vidas, pero que nos lo pidan sin amenazas sin presiones, sin consignas.

Ojalá que esta semana santa no sea una pequeña pausa; no queremos ya, queremos que sea un empuje, una revitalización de nuestra fe; queremos que realmente cantemos con alegría CREO SEÑOR, PERO AUMENTA MI FE; queremos todo eso, pero queremos poner nuestra fe al servicio de proyectos humanos que humanicen de verdad, de proyectos de salud para que nadie se muera a falta de medicamentos, de proyectos de bienestar y trabajo, para que haya trabajos bien remunerados también para las familias de nuestros obreros; queremos que esta pascua sea también un grito de esperanza para nuestros hermanos que viven en las cárceles inhumanas de América latina, para nuestros hermanos que sufren por algunos delitos que han cometido; queremos que esto llegue a todos esos barrios, este mensaje de vida para deshacernos totalmente de esta mentalidad que nos van imponiendo de disponer de la vida de nuestros hermanos como si fuera un objeto desechable.

Cualquier hermano, aun en medio de ese dolor es una criatura de Dios y por lo tanto es un hermano nuestro y nuestra obligación no es matarlo ni condenarlo, es ayudarle a salir de sus errores; ese es el espíritu con el que iniciamos esta Semana Santa. Alegría, exigencias, la exigencia primera, de que seamos capaces de reconciliarnos, porque Jesús a eso ha venido, no ha venido a formar discípulos para pelear con otros, recuerden que corrigió a aquél que sacó su espada y cortó la oreja al sirviente del gobernador. Jesús no viene a imponer la vida por la fuerza, viene a despertar la conciencia, el amor por la vida con todas las consecuencias que esa vida tiene porque sabemos que es la vida que Dios nos la ha dado, Dios la ha redimido y El es que nos acompaña para hacerlo cada vez mejor.

En este espíritu, iniciamos todas las celebraciones de nuestra Semana Santa. Amén.

Texto transcrito por P. Marcial Chupinagua