II Domingo de Pascua, Ciclo A

Juan 20, 19-31

Autor: Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR

Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia 

 

Estimados hermanos y hermanas: Muchos signos realizó el Señor que no están escritos en este libro, pero los que han sido escritos son para que ustedes crean que Jesús es el Señor, el Hijo de Dios y para que teniendo fe, tengan vida en su nombre. Toda la Semana Santa, toda la celebración del domingo anterior nos hemos fijado más en ese aspecto, la vida; eso es lo que le interesa a Dios; esa es también la finalidad de nuestra fe; nuestra fe es para que la vida de Dios esté en nosotros, esté en nuestros ambientes, para que la vida que Dios ha creado la defendamos, la recuperemos donde anda estropeada; trabajemos por esa vida. Una fe que no defiende la vida no es esta fe de la que nos habla el evangelista  hoy: TODO ESTO QUE SE HA ESCRITO ES PARA QUE USTEDES CREAN QUE JESUS ES EL HIJO DE DIOS Es el Señor mío y Dios mío que pronunció Tomás. Esa es la fe, reconocer a Dios, reconocer a Cristo como el Hijo de Dios, como el Salvador, como aquel que no viene a imponernos nuevas esclavitudes, sino que ha venido a restaurar, a rescatar nuestra vida, para que esta vida sea un reflejo de la vida de Dios en nuestras sociedades, en nuestros ambientes.  

Recordando todo esto a nuestros hermanos y hermanas que nos siguen por los Medios de Comunicación, quisiéramos gozar unos instantes de esta nueva presencia del Señor. El domingo pasado veíamos que el Señor resucitado se apareció a las mujeres, a los discípulos; hoy se aparece a todo el grupo, hoy se aparece a nosotros que formamos el grupo del Señor y qué nos dice el Señor: Entra, aun teniendo las puertas cerradas y nos recuerda: “La paz esté con ustedes”. El príncipe de la paz, el que ha vencida a la muerte, viene y nos saluda a todos: La paz! Encerrados por miedo estaban los discípulos allí y el Señor, cuando quiere comunicar algo grande y hermoso no espera que le abran las puertas, El pasa por encima de las puertas cerradas, pasa por en medio de los muros, pasa porque quiere encontrarse con aquellos discípulos que están temblando, que están con miedo, que están aterrados, no porque haya muerto el Señor, sino porque también ellos podían sufrir las mismas penas que ha sufrido el Señor, miedo a la persecución, miedo a ser descubiertos. Allí entra el Señor y entra inmediatamente mostrándoles las llagas; no es un fantasma, es un cuerpo humano, con las llagas en las manos, en los pies, en el costado.  

Primera enseñanza que nos da el Señor: LA PAZ NO DESTRUYE LA CRUZ; la vida nueva de Dios se hace palpable y concreta a través de sus llagas, le costó la muerte, el sufrimiento para que esta vida llegue en abundancia a todos nosotros. Hoy las puertas en Bolivia parecen estar cerradas a la vida; demasiados signos de muerte hemos tenido y ni bien pasa la pascua vuelve a presentarse el signo de muerte como signo de conquista, el signo de incertidumbre como si fuese una paz impuesta. Los signos de muerte que hay en nuestro país es porque no estamos dejando entrar al Señor, lo hemos aclamado pero no dejamos que su vida, su mensaje entren; el Señor quiere también la paz para toda esta Iglesia, que es la Iglesia, que es el nuevo pueblo de discípulos del Señor, que reine esta paz sin temores, que no hay que tener miedo, que no hay que dejarnos aterrar, que hay que ser capaz de abrir las puertas y salir y hablar con los otros. Cuesta el encontrar al otro en su situación concreta, en su manera de actuar y de pensar respetándolo, cuesta. Es más fácil utilizar las armas, es más fácil asustar con los armamentos, buenos o malos, escasos o muchos, pero el Señor no quiere eso, el Señor nos dice: La paz hay que construirla entre todos, no nos vayamos engañando, nadie va ganar a nadie si se utilizan las armas y todos vamos a ganar si somos defensores de la vida y trabajar para que esta vida tenga un espacio extraordinario en este terreno y en todo el país. No nos dejemos asustar tampoco por ese renovado brote de violencia, busquemos la forma y los caminos para que realmente el acercamiento nos contagie, para que el respeto al otro sea el pan de cada día entre nosotros, que la paz del Señor reine. Esa es la misión que el Señor nos da. Paz e inmediatamente misión, envío, tarea, trabajo. Jesús les dijo de nuevo: “La paz esté con ustedes, así como el Padre me envió, Yo los envío a ustedes, reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados. El Señor no quiere discípulos que estén sentados, que gocen de la presencia del Señor, quiere que salgan, que vayan, anuncien, lleven esta vida, esta vida que va ser auténtica si hay capacidad de perdón y así como el Padre nos ha perdonado, si no hay capacidad entre nosotros de perdonarnos las pocas, grandes o pequeñas ofensas que nos hemos hecho, estamos remando fuera de aquel mar que nos lleva a la vida, estamos remando hacia los odios y los rencores reconcentrados. La Paz, esa palabra que ya lo dijimos muchas veces, se está devaluando, porque se habla mucho de paz y todos van preparándose para ser guerreros. Cuidado con actitudes que nos lleven a la violencia y el Señor, una vez más, y aquí en este texto tres veces dice: La paz esté con ustedes. Quizá muchos no están para escuchar esta palabra, quizá muchos igual que Tomás que está fuera y cuando llega y le dicen hemos visto al Señor, él todavía dice: No basta que lo hayan visto, no les creo, yo tengo que tocarlo, y viene el Señor ocho días después, le saluda y le dice: Tomás, ven, aquí están mis manos, tócalas, toma tu mano y tenla aquí en mi pecho… Esa es la manera en que Tomás hace ese gesto, ese signo de su fe: SEÑOR MIO Y DIOS MIO. Ver y tocar al Señor y el Señor inmediatamente le va decir: Estás creyendo porque me has visto, porque me has tocado, Felices los que sin verme creen. Nosotros estamos en ese grupo que puede ser feliz, en medio de los problemas y dificultades de este mundo podemos demostrar la alegría de que el Señor nos ha salvado, de que El está en medio de nosotros, El quiere cambiar nuestras conductas, las conductas oscuras, en algo radiante, en algo que se vea y se palpe. Una alegría que contagie.

No lo hemos visto físicamente, pero lo estamos viendo desde la fe y esa fe tiene que llevarnos a la defensa de la vida, aún en los momentos más álgidos; una vez más Bolivia con sus responsables tiene que sacudirse un poco  y decir qué es lo que celebramos, qué es lo que hemos ido a aplaudir, qué es lo que ha significado esos días de descanso en la semana santa, solamente una pausa, solamente unos momentos de turismo, de diversión, de escaparnos de nuestra responsabilidad, o hemos ido al encuentro del Señor y el Señor nos ha mandado: Ahora vayan, lleven la paz a todo el mundo, trabajen por esto. PAZ Y MISIÓN ES LA PRIMERA PARTE DE ESE MENSAJE QUE EL SEÑOR NOS ESTA DANDO  A TRAVES DEL EVANGELISTA JUAN. La paz que debe reinar, pero al mismo tiempo el envío que hace el Señor: Vayan, no se queden aquí encerrados, muy bien que estén felices y contentos, pero vayan y lleven esa alegría de haber visto y tocado al resucitado. Esa es la responsabilidad nuestra cada vez que celebramos la misa, porque nos encontramos con el Señor, lo recibimos como alimento, escuchamos su palabra, tenemos que salir también, porque el Señor nos manda, vayan y lleven esta palabra de vida a todos los que están pensando en muerte, vayan y lleven esta esperanza a todos los desesperanzados, vayan y lleven este signo de paz a todos los que quieren vivir en la violencia.  

Cómo tiene que manifestarse esta fe? En los hechos de los apóstoles se nos dice que debe ser con sencillez y alegría, Pedro cuenta cómo fue una de las primeras comunidades: se reunían para escuchar la palabra, para participar de la vida común, para la fracción del pan, para orar, ese era el estilo, todos los creyentes vivían unidos, tenían todo en común, vendían sus propiedades y sus bienes y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. En otro texto va aumentar, no había pobres en medio de ellos, porque todo lo compartían, habían captado lo que significa la pascua  y sentían una alegría extraordinaria allí en sus comunidades, en sus casas, donde oraban y se reunían, sentían una gran alegría porque el Señor, a través de los sencillo, de forma sencilla, estaba con ellos provocando una alegría, una esperanza, una certeza de que el Señor caminaba con ellos: Comían juntos con alegría y sencillez de corazón. En la Biblia COMER significa preservar la vida, para eso comemos también nosotros, para vivir, no para morir, pero hay que comer juntos, hay que saber crear esos espacios de unidad, hay que saber extender la mesa de la vida para todos, hay que saber que nuestra misión es esa, significar ya aquí el banquete de Dios en el que todos tienen que tener un lugar, eso es comer juntos, con alegría y con un corazón sencillo, nada de violencia, nada de orgullo, nada de vanidades; nada de decir ahora yo pongo la mesa sólo para los que piensan como yo, voy a la mesa sólo con mis amigos, los otros que se mueran de hambre, No, tenemos que captar el espíritu de la resurrección y sólo así vamos a sentir que podemos dar un paso entre nosotros. Bolivia es un país, ya estamos cansados de escucharlo, que tiene riquezas inmensas, que a lo mejor de aquí a 20 años esto va ser Suiza en medio de América Latina, lo hemos escuchado y ojalá esto fuera así, pero si perdemos la sencillez de corazón, si para eso es necesario terminar con la vida de grandes grupos, ese no es el plan de Dios y eso no nos va llevar a la felicidad, eso nos puede llevar a que algunos van a seguir muriendo porque comen demasiado y miles y miles de hermanos van a seguir comiendo las migajas que caigan de los grandes, por eso siempre decimos no repitamos los errores del pasado, extendamos la mesa de la vida para todos, todos están invitados porque el Señor los quiere por igual.

Vivían unidos y tenían todo en común. Este es un ideal que nosotros, cristianos de hoy tenemos que volver a repensar cómo estamos viviendo, es realmente nuestra conducta algo que frena los individualismos y egoísmos que vemos por todas partes; cuando sentimos que todos se unen sólo para hacer el daño al otro, estamos realmente involucrados para decirles No, la división no va, lo que quiere Dios es unión, El para eso ha muerto, para eso ha resucitado, para eso está constantemente hablándonos a todos. Es un desafío muy grande, Pedro lo dice en su primera carta: Habla de que el Señor nos ha vuelto a la vida, nos ha hecho renacer con el bautismo y con su presencia ya no somos criaturas antiguas, somos criaturas de Dios, renovadas, su vida ha entrado a nuestra vida, es otra manera de actuar la del cristiano, la del creyente auténtico, no es aquella que solamente se la utiliza por unos momentos, es esa vida que tiene que traducirse de manera indestructible, incontaminada e imperecedera, dice Pedro y él nos anima: Ustedes lo aman, sin haberlo visto, creen en El aunque de momento no lo vean y se alegran con gozo indecible y lleno de gloria seguros de alcanzar la meta de esa fe que es la salvación y la salvación es tener vida, una vida en paz y la paz tiene que construirse siempre con la justicia y la justicia tiene que hacerse con la caridad, la justicia que se impone con la violencia no es algo que dure.

Nuestra fe nos debe llevar a tomar entonces este momento histórico que estamos viviendo con ganas de que aparezca la novedad de Cristo en todo, que cambie todo para bien, para que todos podamos decir Es el Señor que vive con nosotros, este es el día y este es el lugar en que está actuando el Señor, esta debería ser la consecuencia de nuestro amor al Señor resucitado, de que está actuando, lo que pasa es que muchas veces no lo dejamos.

Hoy la invitación, hermanos es a que no nos quedemos encerrados en nuestros temores, en nuestros miedos, en nuestras desconfianzas. El miedo produce desconfianza y miremos un poquito hoy en esta Bolivia, cuál es su problema principal, quizá no sea tanto el repartir esto o aquello, es que nadie cree en nadie, la desconfianza ha entrado y nos estamos encerrando como los discípulos, por miedo a suposiciones, por miedo a cosas que se dicen por acá o por allá, que van a venir, que van a bloquear, que nos van a hacer no sé cuántas cosas y en vez de salir y hablar de paz, de justicia y de amor, pero con lealtad y claridad, nos estamos encerrando y envenenando con nuestras propias opciones y olvidando la opción principal de Dios que es construir la paz que Dios quiere para todos.  

Vamos a pedir por nuestra Bolivia para que se abra a lo que Dios quiere como proyecto: Que nos amemos los unos a los otros y seamos capaces de darnos la mano, estrecharnos la mano, en medio de esas imágenes inhumanas que ojalá nunca se repitieran en nuestro país y en ninguna parte, sin embargo algún gesto por lo menos hemos visto al final de esos encontrones, que los vencidos y los vencedores se dieron la mano, no sé si ustedes vieron eso, se curaron las heridas, los vencidos y los que se creían vencedores se dieron la mano, ojalá esto sea lo que se imponga, ojalá esta sea la manera de vivir, diferencias las habrá, modo de pensar tiene que haber diferentes. Seríamos una clase muy especialísima si todos tuviéramos la misma idea, la misma manera de pensar, la misma visión de nuestra sociedad. Todos tenemos derechos a la diferencia, pero después de usar la razón y no las armas, tenemos que estar siempre listos para extender la mano, esa es una invitación que una vez más la hacemos en nombre del Señor de la vida para que nuestra fe sea auténtica y una fe que se la practique todos los días y con sencillez de corazón.

AMEN!.