VI Domingo de Pascua, Ciclo A

Juan 14, 15-21

Autor: Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR

Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia 

 

Muy amados y queridos hermanos y hermanas; no está por demás volver a repetir la palabra dicha a los discípulos, palabra que llega a nosotros en este domingo Pascual.

“La paz esté con ustedes”, esas palabras están en varios puntos de nuestra ciudad, están en las parroquias, para recordarnos de manera concreta que el Señor quiere que se viva como hermanos, que nos respetemos como hermanos, y trabajemos para crear espacios donde la paz nos lleve a la libertad y donde tengamos también la posibilidad de gozar de la justicia, del amor, de la solidaridad.

Este es el espíritu de ésta jornada: tomar conciencia que somos constructores de paz y pedirle al Señor su fuerza. Lo que desea el Señor y así lo expresa a sus discípulos. "Si ustedes me aman guardarán mis mandamientos”. Hay que demostrarle al Señor que lo amamos, no basta decir Señor, Señor. Hay que practicar lo que El nos manda; "si ustedes me aman guardaran mis mandamientos", observarán lo que Yo les he enseñado, vivirán practicando aquello para lo que Yo les he llamado, los he hecho Iglesia, los he hecho grupo de discípulos misioneros. No basta cerrar los ojos.

"Yo pediré al Padre, El les va dar otro paráclito, otro consolador, otro que nos va acompañar, que nos va defender; otro que va estar presente, no sólo un tiempo, sino durante toda la vida, para que esté con ustedes para siempre". Es la promesa del Espíritu. Es el Señor el que ya va preparando a los discípulos para que comprendan y capten que El, cumplida su misión, vuelve al Padre, pero que viene el otro consolador, que viene el otro que nos va defender, y no durante un tiempo, sino para siempre; es la presencia del Espíritu.

Al Señor le interesa que todos captemos esto, al Padre le interesa que nosotros no nos dispersemos, que realmente nos sintamos su pueblo. Un pueblo que realiza su obra, que el Señor Jesús ha venido a entregarnos y ha venido a encomendarnos a nosotros. El espíritu, El Señor dice: Les mandaré otro consolador y ese consolador es el espíritu, pero es el espíritu de la verdad. Esto es lo que interesa, para que haya paz, que aceptemos en nuestra vida al Dios de la verdad, y la verdad es el amor pleno que nos da el Padre, es el Señor y el Espíritu que viene a conducirnos, para que podamos un día abrazar con toda libertad a nuestro Padre.

Esa es la paz que necesitamos, el espíritu de la verdad, este espíritu no lo puede recibir el mundo; el mundo es aquel que está lleno de odios, de rencores, de venganza, de peleas, todos aquellos racismos, y aquellas desigualdades; ese es el mundo. Muchos en el mundo para vencer unos a otros, para estar en guerra, para estar siempre litigando, ese mundo dice el Señor no lo va a conocer al espíritu de la verdad, ese mundo jamás va aplaudir la verdad, va sembrar la semilla de la discordia, de la mentira, de los odios, constantemente con discursos y palabras muy bonitas, pero que no son las palabras de nuestro Dios sino las palabras del padre de las tinieblas, del padre de la mentira ,que es el demonio.

Luego el Señor se despide y les dice; no los voy a dejar huérfanos, voy a volver, el mundo ya no me verá, no me va conocer más cuando yo vuelva; será por eso que quienes comienzan a adorar el mal y al maligno se enceguecen, no ven los indicios de la presencia de un Dios que quiere liberarnos, que nos quiere liberar a través del amor, que quiere realmente que nos sintamos hermanos unos de otros, Esa es la paz armoniosa y duradera; que no significa que todos renunciemos a nuestros valores, a nuestras propias diferencias.

Estamos viviendo en estos momentos en nuestra arquidiócesis, en nuestro departamento, la presencia de grupos musicales, lo estamos sintiendo aquí, diversas voces, pero que hacen una sola armonía, que crean belleza, crean realmente ganas de seguir escuchando; eso es lo que tendría que acontecer también con nosotros los bautizados, no podemos vivir sin la armonía de Dios en nuestras vidas. Esa es la paz duradera. Esa es la paz auténtica, esa es la paz que el Señor quiso que se detuviera en cada uno de nosotros; esa es la paz que llenó del espíritu a los discípulos y que también hoy quiere llenarnos a nosotros, llenarnos del espíritu de la verdad.

Y el Señor vuelve a repetir: “Quién me conoce guardará mis mandamientos” quizás nos hemos olvidado de los mandamientos de Dios, nos hemos olvidado que Dios nos ha dado también alguna misión que cumplir. Una misión que nos cambia a nosotros y que nos lleva también a cambiar a los demás, que nos saca los odios y los rencores y los individualismos y nos lleva a pensar en el otro que nenecita de nuestra presencia, de nuestra mano, de nuestra voz. Esta jornada ojalá nos sirva para recordar a nuestro Dios, que nos pide y desea que aceptemos la paz que viene del Padre.

En este sentido, en el momento actual que vivimos, en el momento de tantas amenazas, de tantas cosas que se dicen que ponen los pelos de punta, quisiéremos que esta palabra del Señor: “LA PAZ ESTE CON USTEDES” la tomen en serio, nuestros gobernantes, nuestros responsables del país, del departamento; quisiéramos reconocer que el discurso que están manejando últimamente, de que no habrá confrontaciones, que no se va permitir todo eso, se haga realidad, para que realmente sintamos un clima de paz, pero también a quienes esperan el otro domingo, para convertirlo en un día de fiesta, como dicen, ojalá sea una fiesta, ojalá sea una fiesta sin sangre, sin insultos, sin peleas, que sea realmente una fiesta de quienes encuentran el espíritu, las razones para seguir adelantando y confiando de que el Señor nos quiere auténticamente pacificadores, y auténticamente libres de cualquier atadura, siempre pensando en el bien de todos y no en los bienes privados.

Es eso lo que significa dar razón de nuestra esperanza que nos pide Pedro, “estén siempre preparados a dar respuesta a todo el que les pidan dar razón de la esperanza que ustedes tienen”. Tenemos que ser capaces de explicar porqué queremos esa paz, porqué queremos que realamente se respete el mandato del Señor. Porqué deseamos que todo ese regalo que el Señor nos ha hecho, sea para todos y no para el beneficio de algunos cuantos. Tenemos que ser capaces, no podemos olvidar esta palabra del Señor, no puede ser que al salir de nuestros templos volvamos a complicarnos con los que siembran la muerte o los signos del dolor y del sufrimiento.

Hay que trabajar por esto, pero fíjense, como dice Pedro a los primeros cristianos, “háganlo con dulzura y respeto, háganlo, trabajen por la paz con dulzura y respeto y mantengan una buena conciencia y así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, por que ustedes tienen buena conducta como servidores de Cristo”. Ahí está la forma y la manera que a veces algunos no lo entienden, a veces nosotros mismos creyentes no lo entendemos. ¿Porqué tendríamos que usar dulzura y respeto? Si nos insultan, si nos maltratan, si nos calumnian; ¿acaso lo normal no sería llenarnos de odio y salir a buscar y tomar venganza?. El Señor dio una clara lección de paz y Pedro el apóstol la entendió y le pidió a sus cristianos que muestren la diferencia, la diferencia no está en el que grite más o en el grite menos, sino aquel que sabe que su esperanza no está en un proyecto humano, sino está en la palabra eterna de Dios y en la obra que Dios ha realizado y sigue realizando, para que dejemos de pertenecer a aquellos que no tienen más esperanza. Por allá va la paz que deseamos; la paz del Señor, la paz de la pascua, y es bueno decirlo aquí como lo dice Pedro a los primeros cristianos; Es preferible sufrir por hacer el bien, que por hacer el mal”. Vale para nosotros, es preferible sufrir por hacer el bien, que por hacer el mal, hay que sufrir si la voluntad de Dios es esa, para implantar el bien, la bondad, el amor, la misericordia, la libertad, la defensa de la persona, de la vida.

Pero también sufren los que hacen el mal, elijamos qué sufrimiento es más benéfico, el que nos hunde más en los males, aquel que nos deprava espiritualmente?.

Tenemos oportunidad hoy, de rogarle al Señor que nos haga constructores de la verdadera paz; constructores de nuestros hogares, de nuestras casas en nuestro ambiente, no puede reducirse está jornada sólo a rezar por la conversión de los de arriba, es importante que miremos nosotros lo que está aconteciendo en nuestra ciudad, peleas violentas, porque no tienen lo necesario en un barrio, porque les falta una calle, porque no les dejan vender en la calle o por cualquier cosa. Todo es violencia, todo es solucionar con palos y con piedras y eso se va metiendo en nuestras escuelas, en nuestras universidades, en nuestros barrios también en el centro. Es una jornada pues para reaccionar y saber que el Señor si nos ha llamado y nos ha bautizado es para que seamos constructores de la paz, si nosotros en lo pequeño podemos hacer lo poco que tengamos que hacer, estamos poniendo esas piedras vivas de que hablamos el domingo pasado, para ir edificando la casa de Dios, esa casa donde siempre tendremos paz y felicidad.

Quiera Dios que en esta jornada todos, por favor, todos le demos un tiempo más a la oración personal, a la oración en la familia, a la oración en nuestros grupos, que nuestra oración haga que tantos hermanos que están proclamando que van a ir a la violencia, depongan esas actitudes, les pedimos sobre todo a esos hermanos y hermanas de algunos puntos de nuestro departamento, que sean la luz de Cristo las que les ilumine, que no van a ser menos si permiten que haya un espacio de libertad. Queremos pedirle mucha, pero muchísima generosidad, también a algunos grupos que piensan que este espacio que están ofreciendo que quieren conquistar de mayor autonomía no sea de un motivo para despreciar a otros, es la hora de que caigan todas las armas de nuestras manos y de nuestra lengua, para que todos sintamos la presencia del Dios de la paz, en nuestro medio.

Amén!