XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 19, 1-10

Autor: Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR

Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia 

 

Muy Amados y Queridos hermanos y hermanas:

Como todos los domingos quisiéramos que esta celebración no sea sólo para mirar o mirarnos entre nosotros, sino abrir nuestras miradas hacia los que están lejos, hacia los que están sufriendo, pensamos de manera especial en toda nuestra gente de nuestros campos, de nuestros pueblos, los de nuestra arquidiócesis y los de toda Bolivia.

El domingo siempre es el espacio o el tiempo en que se escucha la palabra del Señor, esa palabra que nos va orientar, que nos va guiar, que nos va quitar la zozobra, los sustos, los miedos y terrores que se puedan inventar. Hoy la palabra es un signo de la misericordia de nuestro Dios, ahí está Jesús que entra a Jericó, que mientras atravesaba la ciudad va suceder un encuentro que va cambiar la vida, que va cambiar los valores, que va cambiar la manera de pensar de un hombre, este hombre rico, con muchos bienes, jefe de publicanos, de gente llamada impura por otros grupos, él deseaba ver a Jesús, había escuchado tantas cosas de Jesús, o por lo menos le habían contado de que Jesús pasaba haciendo el bien por todas partes, que había resucitado muertos, que había devuelto la salud a muchísimos enfermos, que había liberado del mal de los espíritus malos a tanto hermanos y hermanas.

La iniciativa de la salvación la toma el Señor

Todo esto lo sabía este hombre, por eso le vino esa curiosidad de saber, de verlo personalmente, ese era su deseo, ver a Jesús. Hoy también, hay mucha gente que quiere ver a Jesús, pero no lo busca donde él está, lo busca en cualquier otro lado menos allí donde él se encuentra. Muchos quieren ver a Jesús por que dicen que sus imágenes hacen milagros o porque hay prodigios que se han realizado en su nombre. Mucha gente hoy también quiere ver a Jesús, muchas veces lo confunden, muchas veces lo suplantan, muchas veces no alcanzan a darse cuenta de que ese Señor está caminando con nosotros, participando de nuestra historia y de nuestra vida.

¿Cuál era el motivo por el que este hombre no podía ver a Jesús? El texto lo dice con claridad: “A causa de la muchedumbre” porque había muchísima gente que rodeaba al Señor, una muchedumbre, una cantidad impresionante de personas que seguían al Señor para escucharlo, pero sobre todo porque él era pequeño de estatura, no alcanzaba, aún estirándose, no alcanzaba a verlo. Por eso su creatividad lo lleva a subirse a un árbol, porque sabía que el Señor iba a pasar por allí, se subió a un árbol para verlo más de cerca, para conocerlo mejor, para poder escucharlo mejor. Y cuando Jesús llega a ese lugar, se produce algo que cambia la historia, la historia de ese hombre y la historia de toda la humanidad, una humanidad acostumbrada a juzgar, a condenar y a separar a todos aquellos que no piensan como ellos mismos.

Zaqueo, baja, hoy quiero alojarme en tu casa, no hubo ningún pedido de parte de él, es el Señor que se anticipa, es el Señor que levanta los ojos y lo ve allí, en el árbol y le dice ¡baja! Hoy quiero estar en tu casa, hoy quiero entrar a tu casa, hoy quiero realmente que me conozcas para que veas que el conocimiento que se tiene directo conmigo cambia las cosas; y Zaqueo baja, lleno de alegría, allí está el primer cambio, el mirar a Jesús y dejar que Jesús lo mire cambia la tristeza en gozo, cambia lo malo en bueno, lo llena de alegría y así alegre y contento va recibirlo en su casa.

Nuestra costumbre de murmurar, juzgar y condenar

Pero no faltan los que se creen buenos, los que se creen mejores que otros, no faltan aquellos que se pasan condenando, entre esos estaba la misma multitud que se puso a murmurar: ¡ha bajado a la casa de un pecador, ha entrado a la casa de un pecador! ¡cómo es posible que el Maestro que habla bien, que hace tantas cosas entre y tenga relaciones de amistad con un pecador, con un condenado, con un maldecido por todo el pueblo; sin embargo aquí se produce el cambio, el verdadero y auténtico cambio: ¡Señor, dice Zaqueo a Jesús, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, voy a compartir, siento esas ganas de no encerrarme en el castillo de mis riquezas, sino pensar en aquellos que están sufriendo o en aquellos que son muchos que están sufriendo. Esa es la primera transformación, fruto de la presencia del Señor y no del castigo ni de la amenaza ni de los miedos. La presencia del Señor que lo llenó de alegría en primer lugar, que le hizo comprender que hay que compartir lo que uno tiene: “Voy a dar la mitad de mis bienes y si he engañado a algunas personas les voy a devolver cuatro veces más”. Ahí está lo que produce la presencia del Señor: Transformación, conversión, no repetición de cosas, no repetición de algunas palabras, sino una vida que cambia y se transforma, una vida que deja de estar apegada al dinero, al poder, a los placeres y que comprende que hay que compartir con los otros, que hay que ser solidarios con los otros, que comprende y capta que la presencia del Señor es porque también a él se lo ama, que él no esta fuera de la misericordia de nuestro Dios.

Hoy ha llegado la salvación

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Ese es el comentario que hace el Señor, hoy desde este momento esta casa está salvada, en este momento hay justicia en el corazón del que vive allí, en este momento se siente que el Señor sigue siendo aquél que expresa su salvación de manera admirable, extraordinaria, humilde, sencilla; no ha hecho ninguna obra teatral, ha aprovechado el deseo que tenía ese hombre de conocerlo para dejarse conocer él mismo y transformarlo totalmente.

Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre es también hijo de Abraham y porque el Hijo del Hombre no ha venido sino a buscar lo que estaba perdido. Estalla la misericordia de Dios, mis hermanos, eso es lo que debemos sentir también nosotros, que muchas veces nos encontramos con el Señor y que nos cuesta aceptar la conversión y la transformación que él nos pide, nos cuesta entrar en esa dimensión de Dios que ama todo y a todo sin excepción como nos decía el libro de la sabiduría, ese Dios que solamente desea manifestar su amor, su misericordia y lo manifiesta de modo extraordinario en la persona de este hermano, de este hombre Zaqueo. “Hoy ha llegado la salvación”. Esa expresión del Señor la tenemos que experimentar nosotros también cada vez que lo escuchamos, cada vez que lo recibimos en la comunión, cada vez que conmemoramos algunos misterios de nuestra vida cristiana, cada vez que queremos que nuestro bautismo sea mucho más claro y que no este teñido de tantas manchas de incertidumbre o de egoísmos.

La salvación el Señor la sigue ofreciendo para que nosotros seamos más firmes en la defensa de la fe, muchas veces lo hemos dicho aquí.

Alusión a Halloween

Hay algunos que quieren arrebatarnos la fe en Cristo, que nos quieren arrebatar al Señor, y algunos piensan inmediatamente que son los de arriba, estamos frente a un hecho que se celebra esta noche, por ejemplo, que no tiene nada de cristiano, que no tiene absolutamente nada que ver con nuestra fe, es la fiesta del miedo, es el encuentro del terror, inventado por algunos que siguen explotando al pueblo vendiéndoles cosas que no tienen nada que ver con la misma vida. La noche de las brujas, así como lo llaman los comerciantes y que echa a perder la mentalidad aún de los niños, no en una obra que nos lleve a Dios es algo que nos separa absolutamente de Dios.

La fiesta de Todos Santos

Estamos por celebrar la fiesta de todos los Santos, eso es lo que cuenta, a eso estamos llamados todos por nuestro bautismo, a participar de la vida de Dios, a ser santos, eso es lo que debe movernos, eso es lo que tiene que movilizar a todo el pueblo de Dios, en lugar de dejar que siga campeando la maldad, el odio, el crimen, el asalto. En lugar de dejar que sigan las manipulaciones de nuestros niños y de nuestros jóvenes y la oferta de salvaciones baratas. A nosotros nos toca reavivar la fe, la fe en ese Dios que ama a todos, que nos ha creado a todos, y que desea que todos nosotros participemos también de su gloria y de sus alabanzas.

El recuerdo de nuestros difuntos

Vamos a celebrar también el recuerdo de nuestros difuntos, y fíjense que estoy diciendo vamos a celebrar, El Señor no nos invita a que nos pongamos a llorar, ni a repetir gestos que no son los auténticamente cristianos, porque recordar a nuestros difuntos no se reduce a ir a encontrarnos con un poco de huesos en un cajón de madera, el recuerdo de nuestros difuntos, es el recuerdo de la familia, de la amistad y de la convicción de que nosotros somos más que pura carne, somos espíritu, ese espíritu que Dios quiere que llegue a su casa, que llegue a su gloria, a ellos vamos a recordarlos, con ellos vamos a estar y vamos a compartir, por ellos vamos a ofrecer también nuestras oraciones y así vamos a convertir esto que puede ser un signo de dispersión o de distracciones en un momento de gracia y de reencuentro con el Señor y con nuestros prójimos que ya han partido a la vida eterna.

Oramos por ustedes, decía Pablo a los Tesalonicenses para que puedan cumplir la vocación a la que han sido llamados, para que puedan glorificar a Cristo y para que Cristo sea glorificado en ustedes. Ese debe ser el ambiente de nuestra oración esta mañana, orar para que Cristo sea glorificado en nosotros y nosotros seamos glorificados en él, para esto hay que sacudirse los miedos, los temores, hay que dejar de lado todo aquello que angustia, todo aquello que trae zozobra, Pablo es claro, dice, no se dejen sorprender por aquellos que andan hablando cosas, inventando cosas para engañar, aun utilizando nuestro propio nombre, aun utilizando el nombre de nuestro Dios, dice, no les hagan caso, no tengan miedo, los que siembran confusiones no vienen a hablar en nombre de Dios, los que siembran iras y temores no son mensajeros de paz, de justicia y de verdad; seamos como nos pide Pablo, hombres y mujeres que no nos dejamos amedrentar por cualquier amenaza, ni siquiera la va ser la vuelta del Señor, el día del Señor, no nos pueden asustar, porque quienes hemos sido bautizados estamos resucitados con Cristo, con él vamos a seguir manifestando que la vida sigue siendo el centro, la vida es la que tenemos que defender, la vida es la que todo el mundo tiene que tratar de proteger, la vida es lo que tiene que contar para construir pueblos nuevos, capaces de crear personas nuevas. Amén!