EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Gálatas 3,7-14.
Reconozcan, entonces, que los verdaderos hijos de Abraham son los que tienen fe.
La Escritura, previendo que Dios justificaría a los paganos por la fe, anticipó esta
buena noticia a Abraham, prometiéndole: En ti serán bendecidas todas las
naciones.
De esa manera, los que creen son los que participan de la bendición de Abraham, el
creyente.
En efecto, todos los que confían en las obras de la Ley están bajo una maldición,
porque dice la Escritura: Maldito sea el que no cumple fielmente todo lo que está
escrito en el libro de la Ley.
Es evidente que delante de Dios nadie es justificado por al Ley, ya que el justo
vivirá por la fe.
La Ley no tiene en cuenta la fe, antes bien, el que observa sus preceptos vivirá por
ellos.
Cristo nos liberó de esta maldición de la Ley, haciéndose él mismo maldición por
nosotros, porque también está escrito: Maldito el que está colgado en el patíbulo.
Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo
Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido.
Salmo 111(110),1-2.3-4.5-6.
¡Aleluya!
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas.
Su obra es esplendor y majestad,
su justicia permanece para siempre.
El hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo.
Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su alianza.
Manifestó a su pueblo el poder de sus obras,
dándole la herencia de las naciones.
Evangelio según San Lucas 11,15-26.
Pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de
Belzebul, el Príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas
va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como
ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan
los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que
el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus
posesiones están seguras,
pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba
y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca
de reposo, y al no encontrarlo, piensa: 'Volveré a mi casa, de donde salí'.
Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada.
Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí.
Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio".
Comentario del Evangelio por:
Pseudo-Macario, monje anónimo del siglo VI que se atribuian sus homilias
a San Macario el Egipcio.
Homilía 33; PG 34, 741-743
«Su casa, somos nosotros» (Heb 3,6)
El Señor entra en un alma fervorosa, hace de ella su trono de gloria, se
asienta en ella y allí permanece... Esta mansión que habita su Señor es toda ella
gracia, orden y belleza, así como el alma con quien y en quien el Señor permanece
no es toda ella orden y belleza. Ella posee al Señor y todos sus tesoros espirituales.
Él es el morador, es el jefe.
Pero ¡que horrible es la mansión en la que el amo está ausente, en la que el
Señor está lejos! Se deteriora, se hace ruinas, se llena de suciedad y desorden.
Llega a ser, según una palabra del profeta, un escondrijo de serpientes y demonios
(Is 34,14). La casa abandonada la llenan gatos, perros, desperdicios. Y ¡que
desdichada es el alma que no puede levantarse de su caída funesta, que se deja
arrastrar llegando a odiar a su esposo y arrancar de su pensamiento a Jesucristo!
Pero cuando el Señor ve que se recoge, y día y noche busca a su Señor, le
llama de tal manera invitándola: «Orad sin parar», entonces «Dios le hará justicia»
(Lc 18, 1.7) –lo ha prometido- y la purificará de toda maldad. Será para él «una
esposa sin mancha ni arruga» (Ef 5,27). Cree en su promesa; es verdad. Mira bien
su tu alma ha encontrado la luz que iluminará sus pasos y el alimento y bebida
verdaderas que son el Señor. ¿Todavía te faltan? Busca noche y día, las
encontrarás.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”