XXVIII D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO
(Sb 7, 7-11; Sal 89; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30)
L A P ALABRA
Supliqué, y se me concedió la
prudencia; invoqué, y vino a mí el
espíritu de sabiduría. La preferí a
cetros y tronos, y, en su
comparación, tuve en nada la
riqueza. No le equiparé la piedra
más preciosa, porque todo el oro, a
su lado, es un poco de arena, y, junto
a ella, la plata vale lo que el barro.
-«Os aseguro que quien deje casa, o
hermanos o hermanas, o madre o
padre, o hijos o tierras, por mí y por
el Evangelio, recibirá ahora, en este
tiempo, cien veces más-casas y
hermanos y hermanas y madres e
hijos y tierras, con persecuciones- y
en la edad futura, vida eterna.»
M EDITACIÓN
Al contemplar la Palabra que hoy nos propone la Liturgia, me vino a la memoria el
monumento levantado en honor de Edith Stein, obra del escultor Bert Gerresheim (1999) y
que está ubicado frente al Seminario de la Arquidiócesis de Colonia. La triple figura de Edith,
como pensadora, conversa y carmelita, plasma el proceso posible de quien se encuentra con la
verdadera Sabiduría, luz por la que todo se transfigura y que modifica la valoración de la
realidad.
Frente a los valores imperantes de una economía especuladora, que se hunde, ante la
depresión de los mercados y la pérdida de poder adquisitivo, en algunos casos con
repercusiones dramáticas, por no poder mantener la propiedad patrimonial adquirida con
esfuerzo, sin sublimaciones espiritualistas ni evasión de los problemas sociales, Jesús, en el
Evangelio, se atreve a ofrecer una alternativa de vivir voluntariamente con lo necesario, no
sólo como actitud ascética y austera, sino como seguimiento de su Persona y modo de vida.
El seguimiento evangélico, a la luz de la situación social, aparece como alternativa
solidaria, desde el desprendimiento, por el compartir los bienes, al optar por lo que no perece.
Es vivir a la manera de Jesús, de sus discípulos y de tantos seguidores que son capaces, por
gracia, de optar radicalmente y con amor por el Evangelio.
Cuando la codicia y el afán de poseer se adueñan del corazón, se perece por la
esclavitud, la ansiedad, el estrés, el miedo ante el riesgo de mantener la integridad del
patrimonio. En cambio, cuando se elige dejarlo todo por Jesús, se gusta la libertad interior, la
verdad de la Providencia divina, el cumplimiento de la Palabra de Dios, viva y tajante. Hoy,
gracias a la generosidad evangélica de muchos creyentes, se resuelven más problemas
sociales que con todos los discursos ideológicos, aparentemente solidarios. Quien se fía de la
Palabra no quedará defraudado.