Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Para salvarse
Cuando Jesús salió de camino, se le acercó corriendo un joven y le preguntó: “Maestro
bueno, ¿qué he de hacer para ganar la vida eterna?” Este muchacho formuló la pregunta
más importante que todo hombre debe saber responder: ¿Qué tengo que hacer para
salvarme?
Salvarse significa gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, que en lenguaje
coloquial equivale a llegar al cielo. Buscar la salvación significa dar un sentido
trascendente a los actos humanos. ¿Por qué sufren tantas personas de depresión? Porque su
vida carece de sentido trascendental que le ayude a sobreponerse a las dificultades y
problemas, porque la esperanza languidece o simplemente, ya no se espera nada.
“¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?” (Lc. 9,25) La
salvación significa llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero. Significa amar y sentirse
amado plenamente por el Ser que nos creó. Significa recibir los bienes que esperamos
alcanzar.
Jesús le responde: “Sígueme”. Cualquiera podría pensar que este seguimiento se refiere a la
vocación sacerdotal o consagrada, pero la respuesta de Cristo es más amplia. Él dice, que si
quieres salvar tu alma, debes seguirlo.
El seguimiento de Cristo es nuestra única gran vocación y por eso los que creemos que
Cristo es el Hijo de Dios, nos esforzamos por vivir sin pecado, conservando la vida de
gracia, condición indispensable para participar de la vida beata del que es totalmente santo.
Cristo es el buen pastor que me guía y me acompaña a lo largo de mi existencia. Fíjate que
todos los momentos de nuestra historia encuentran en Cristo un significado, desde el
nacimiento hasta la muerte. Él es nuestro modelo en el trabajo, en las penas y alegrías.
Santificó el matrimonio, nos enseñó cómo debemos usar de los bienes materiales, nos
advirtió sobre las asechanzas del demonio y nos invitó a buscar un tesoro en el cielo, donde
el orín no corroe, ni los ladrones horadan. Nos mostró el camino para vivir de cara a la
eternidad. Cristo es nuestra esperanza y nuestra salvación.
Sígueme. Esta es la invitación que Jesús nos hace a cada uno según el propio estado de
vida. “Cuando eras niño tú mismo te ceñías e ibas a donde querías, pero cuando seas viejo,
otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras. (Jn. 21,18) El niño busca hacer siempre su
voluntad, el hombre maduro aprende a renunciar al propio juicio y acepta las cosas con
amor, sobretodo las que le cuestan. Nos enseña a afrontar las realidades temporales con
esperanza y nos libra de caer en la angustia o la desesperación.
¿Qué tengo que hacer para salvarme? Seguir a Jesús por el sendero de los diez
mandamientos de la ley de Dios y de las bienaventuranzas. Ellos me guían a la casa del
Padre . twitter.com/jmotaolaurruchi