XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario B
Sb 7, 7-11; Sal 89; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30
«Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él,
le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida
eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.
Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes
falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre." Él entonces, le
dijo: "Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud." Jesús fijando en él su
mirada, le amó y le dijo: "Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a
los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme." Pero él, abatido
por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús
mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: "¡Qué difícil es que los que tienen
riquezas entren en el Reino de Dios!" Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle
estas palabras. Mas Jesús tomando de nuevo la palabra, les dijo: "¡Hijos, qué difícil
es entrar en el Reino de Dios!" Es más fácil que un camello pase por el ojo de la
aguja que el que un rico entre en el Reino de Dios." Pero ellos se asombraban aún
más y se decían unos a otros: "Y ¿quién se podrá salvar?" Jesús, mirándolos
fijamente, dice: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es
posible para Dios." Pedro se puso a decirle: "Ya lo ves, nosotros hemos dejado todo
y te hemos seguido." Jesús dijo: "Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa,
hermanos, hermanas, madre, padre, hijo o hacienda por mí y por el Evangelio,
quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos,
hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero
vida eterna".»
La presente semana las lecturas propuestas orientan nuestra mirada hacia la
Salvación a la cual el Señor invita a todos los hombres, sin hacer acepción de
personas. Es necesario que se nos presente el modo de vivir de Jesús, para
hacernos comprender a los hombres que Dios infinitamente rico, no tiene más
riqueza que el amor, que puede también hacerse pobre por nosotros; y que la
Salvación es un regalo de Dios que está cercana al hombre, si es que este se abre a
la acción de Dios en su vida.
Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: Si nos preguntamos qué salva al
mundo y al hombre, la única respuesta es Jesús de Nazaret, Señor y Cristo,
crucificado y resucitado. ¿Y dónde está presente para nosotros, para mí hoy el
misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, que trae la salvación? La respuesta
es: en la acción de Cristo a través de la Iglesia, en la liturgia, sobre todo en el
sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de
Dios, quien nos ha redimido; en el Sacramento de la Reconciliación, en el cual se
pasa de la muerte del pecado a la nueva vida; y en los otros actos sacramentales
que nos santifican (Benedicto XVI, Audiencia General, 26 de septiembre de
2012).
En el evangelio, podemos decir que se dan como tres momentos que se enlazan:
Primero la pregunta del joven rico, que es aclarada por Cristo, como enmendada
cuando le responde: “por qué me llamas bueno?,...solo Dios es bueno”; de esta
manera Cristo nos está diciendo a todos nosotros que la vida nueva, los milagros,
signos que Él realiza y conjuntamente con su predicación, están anunciando una
vida nueva que no consiste en observar una ley y tratar de cumplirla, sino que esta
ley que todavía permanece nos quiere llevar a encontrar una vida plena que no esté
sujeta sólo a una observancia. Por eso la pregunta del joven rico “qué tengo que
hacer para heredar la vida eterna” y su respuesta posterior: “todo esto lo he
cumplido desde mi juventud”; está demostrando simplemente la falta, el ansia que
la observancia de la ley lleva a descubrir y que sólo la ley no puede llegar a saciar
plenamente el corazón, ni la vida del hombre.
Al respecto nos dice el Papa Benedicto XVI: el joven rico le pregunta a Jesús:
«¿Qué tengo que hacer?». Por tanto, es el momento de interrogaros sobre el
sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: «¿Estoy satisfecho de mi vida?
¿Me falta algo?». Como el joven del evangelio, quizá también vosotros vivís
situaciones de inestabilidad, de confusión o de sufrimiento, que os llevan a desear
una vida que no sea mediocre y a preguntaros: ¿Qué es una vida plena? ¿Qué
tengo que hacer? ¿Cuál puede ser mi proyecto de vida? «¿Qué he de hacer para
que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?» Para descubrir el proyecto de vida
que realmente os puede hacer felices, poneos a la escucha de Dios, que tiene un
designio de amor para cada uno de vosotros (Benedicto XVI, Mensaje para la
XXV Jornada Mundial de la Juventud, 28 de marzo de 2010).
En un segundo momento el evangelio nos presenta a Cristo como dando una
sentencia o profecía: “qué difícil es que los ricos entren en el Reino de los cielos”.
Lamentablemente lo primero que se nos viene al pensamiento es pensar en
aquellos que tienen dinero, pero tenemos que decir que Cristo no habla solamente
de esta riqueza material. Tampoco podemos negar que el dinero lleva al hombre a
que se sienta aparentemente no necesitado, que lo haga creer que es dueño de su
vida y que incluso puede disponer arbitrariamente de la vida de los demás;
tratando de pensar en un sentido positivo, que puede ayudar y hacer el bien a los
demás según sus propios criterios por el poder que el dinero le puede facilitar,
ofrecer y disponer. Verdaderamente no es esta riqueza la que impide al hombre
entrar al reino de los cielos, no podemos negar que puede ser uno de los obstáculos
grandes que el hombre pueda tener en su camino a la santidad, sobre todo porque
el dinero puede llevar a un hombre a sentirse autónomo. Pero el real impedimento
es la soberbia y el orgullo que hacen del hombre un ser egoísta e incapaz de
donarse al prójimo.
A la pregunta de los apóstoles: “Entonces quién podrá salvarse?” Cristo
aparentemente no da respuesta, pero somos nosotros, como los discípulos que no
la entendemos. La segunda lectura en este contexto que estamos hablando viene a
ayudarnos e iluminarnos porque dice que la palabra de Dios: “es como espada de
doble filo, que penetra hasta el punto donde se divide alma y espíritu”. La
respuesta de Cristo: “imposible para los hombres pero no para Dios”. Enlazando
estos puntos, ¿por qué Cristo ha dicho que no hay imposible para Dios? Cristo, nos
está haciendo presente que la vida nueva que Él está predicando y nos está
revelando y anunciando, no consistirá en la observancia y en el cumplimiento de la
ley. Podemos ir comprendiendo con esta lectura que el hombre por sí mismo no
puede obedecer a Dios.
Pasando al tercer momento, inmediatamente se hace sentir la réplica de Pedro,
donde podríamos incluirnos todos a quienes muchas veces se nos escucha
equivocadamente decir: “he dejado todo por seguir a Cristo”, cuando es Dios el
que llama y si Él nos llama, Él nos dará las gracias necesarias para seguirlo. Pedro
hace mención a Cristo de todo aquello que han tenido que dejar por estar con Él y
seguirle, y Cristo respondiendo rápidamente a Pedro, también como a los discípulos
nos deja desconcertados a nosotros y dice: “recibid el ciento por uno ahora al
presente con persecución, y en el mundo venidero vida eterna”.
Al respecto nos dice nuestro Papa Benedicto XVI: Jesús puede garantizar
verdaderamente una existencia feliz y la vida eterna, pero por un camino diverso de
aquel que imaginaba el joven rico: es decir, no mediante una obra buena, una
prestación legal, sino por la opción del Reino de Dios cual ‘perla preciosa’ por la cual
vale la pena vender todo aquello que se posee”. El joven rico no consigue dar este
paso. No obstante fue alcanzado por la mirada plena de amor de Jesús, su corazón
no ha conseguido separarse de los muchos bienes que poseía () las riquezas
terrenas ocupan y preocupan la mente y el corazón. Jesús no dice que sean malas,
sino que alejan de Dios si no son, por así decirlo, ‘investidas’ por el Reino de los
cielos, usadas para salir en ayuda de quien está en la pobreza (Benedicto XVI,
Homilía, 6 de octubre de 2006).
Hoy sabemos que para nosotros dejar todo para seguir a Dios, es posible solamente
si este Cristo Sabiduría encarnada habita en nosotros; como nos dice la Palabra, es
difícil que un rico entre en el reino de los cielos, o lo mismo podríamos decir de un
pobre, considerado dentro del contexto social; por eso el evangelio de Mateo llama
bienaventurados a los pobres de espíritu porque aquellos heredarán el reino de los
cielos. El joven rico se va triste, no porque ha descubierto que realiza el mal o hace
el mal, sino porque quizás podría dar todo y cumplir todo a la perfección, pero
vaciarse de sí mismo sólo es obra de Dios; solo la escucha de la Palabra de Dios al
hombre lo pone en camino como Abraham, y tantos otros (los santos). Es por eso
que el joven rico se va triste, al no acoger la Palabra (de Vida), no se pone en
camino a seguir a Cristo. Que este tiempo nuevo que hemos empezado del Año de
la Fe, sea de bendiciones.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar