“vende lo que tienes y dalo a los pobres así tendrás un tesoro en el cielo. Después
ven y sígueme” .
Mc 10, 17-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
HAY EN EL HOMBRE UNA INELUDIBLE NECESIDAD DE VIDA, DE
PLENITUD, DE FELICIDAD.
El hombre sensato es el que encuentra la manera de responder a esta pregunta,
que la mayor parte de las personas ni siquiera sabe plantear y a la que responde
de hecho con una búsqueda frecuentemente obsesiva de placeres efímeros y
siempre nuevos. La palabra de hoy nos invita a situamos en la actitud justa para
discernir, ante todo, cuál es la verdadera sabiduría, que nos indicará, a
continuación, cómo recibirla; porque, en el fondo, es un don, el don de una
Persona que nos ama infinitamente.
En el Antiguo Testamento se había ido perfilando la sabiduría a través de un
progresivo crescendo de realidades exteriores ajenas a los bienes espirituales.
Más tarde, en los umbrales del Nuevo Testamento, fue personificada como
alguien que su «alegría era estar con los hombres» (Prov 8,31), pero es en Jesús
donde nos revela plenamente su rostro. Y Jesús llama a cada uno valorando el
empeño que ha puesto en su búsqueda del bien. A nosotros nos corresponde no
detenernos, no dejarnos engañar por las falsas riquezas, no echarnos atrás ante
sus exigencias. Si nos pide con imperativos apremiantes dejarlo todo por él,
debemos tener el valor de hacerlo y de renovar continuamente esta decisión,
porque ya no podremos ser felices si hemos alejado nuestros pasos de Jesús.
Ninguna de las falsas y presuntas riquezas podrán resistir nunca la comparación
con su pobreza, ni saciar nuestra hambre de amor, de verdad, de belleza. Su
mirada continuará siguiéndonos, de una manera silenciosa, con un respeto infinito
a nuestra libertad y no conseguiremos la paz hasta que no hayamos encontrado
en él nuestra paz.
ORACION
Soy yo, Señor, Maestro bueno, ese uno al que miras a los ojos con un amor
intenso. Soy yo, lo sé, ese uno al que llamas a un desprendimiento total de sí
mismo. Se trata de un desafío. Así es, también yo me encuentro cada día ante
este drama: el de la posibilidad de rechazar el amor. Si en ocasiones me
encuentro cansado y solo, ¿no será tal vez porque no sé darte lo que tú me
pides? Si en ocasiones estoy triste, ¿no será tal vez porque tú no eres todo para
mí, porque no eres verdaderamente mi único tesoro, mi gran amor? ¿Cuáles son
las riquezas que me impiden seguirte y saborear contigo y en ti la verdadera
sabiduría que da la paz al corazón?
Tú me sales al encuentro cada día por el camino para mirarme a los ojos, para
darme otra oportunidad de responderte de una manera radical y entrar en tu
alegría. Si a mí me parece imposible dar este paso, concédeme la humilde certeza
de creer que tu mano siempre me sostendrá y me guiará hacia allí, más allá de
todo confín, más allá de toda medida, hacia allí donde tú me esperas para darme
nada menos que a ti mismo, único Bien sumo.