EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Vigésimo octavo Domingo del tiempo ordinario B
Libro de la Sabiduría 7,7-11.
Por eso oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu
de la Sabiduría.
La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación
con ella.
No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es
un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro.
La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza
incalculable.
Salmo 90(89),12-13.14-15.16-17.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Alégranos por los días en que nos afligiste,
por los años en que soportamos la desgracia.
Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos.
Carta a los Hebreos 4,12-13.
Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de
doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y
de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a
los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.
Evangelio según San Marcos 10,17-30.
Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le
preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y
dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos
bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los
ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo:
"Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces,
¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no
para Dios, porque para él todo es posible".
Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas,
madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,
desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y
hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo
futuro recibirá la Vida eterna.
Comentario del Evangelio por :
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en
Inglaterra
Sermón - PPS III, n° 9
«Jesús, poniendo sobre él su mirada, le amó»
Dios te mira, seas quien seas. Y «te llama por tu nombre» (Jn 10,3). Te ve y
te comprende, él que te ha hecho. Todo lo que hay en ti, lo sabe: todos tus
sentimientos, tus pensamientos, tus inclinaciones, tus gustos, tu fuerza y tu
debilidad... No es solamente porque formas parte de su creación, él que se
preocupa incluso de los gorriones (Mt 10,29), sino porqué tú eres un hombre
rescatado y santificado, su hijo adoptivo, gozando en parte de esta gloria y de esta
bendición que eternamente él derrama sobre el Hijo único.
Tú has sido escogido para ser su propiedad... Tú eres uno de aquellos por
quienes Cristo ha ofrecido al Padre su última plegaria y la ha sellado con su sangre
preciosa. ¡Qué pensamiento tan sublime, un pensamiento casi demasiado grande
para nuestra fe ! Cuando nos detenemos a reflexionarlo, ¿cómo no reaccionar como
Sara que se ha reído de una tan gran maravilla y, al mismo tiempo, de confusión?
(Gn 18,12). «¿Qué es el hombre», quienes somos nosostros, quien soy yo, para
que el hijo de Dios «se acuerde tanto de nosotros?» (Sl 8,5) ¿Quién soy yo... para
que me haya renovado totalmente..., y para que haga de mi corazón su morada?
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”