XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"La llamada de Jesús nos apremia"
Sb 7,7-11: "En comparación con la sabiduría, tuve en nada la
riqueza"
Sal 89,12-13.14-15.16-17: "Sácianos de tu misericordia, Señor, y
toda nuestra vida será alegría"
Hb 4,12-13: "La Palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del
corazón"
Mc 10,17-30: "Vende lo que tienes y sígueme"
La lista de valores con los que Salomón compara a la sabiduría no es más que un
recurso para revalorizarla por contraste.
"Una cosa te falta..." muestra la radicalidad de la llamada de Jesús, porque se trata
del acercamiento a Dios y no simplemente de una perfección moral. La renuncia
absoluta está más en consonancia con el mensaje escatológico de Cristo. No
olvidemos que Jesús no renuncia a ser Él quien tome la iniciativa en cuanto al
llamamiento; seguirle no es cuestión de voluntarismo, sino de vocación. El
muchacho se ha dirigido a Él, pero será Jesús quien marque la pauta.
La negativa del muchacho da lugar a la afirmación sobre las riquezas. La extrañeza
de los discípulos es porque ellos participaban de la idea de que las riquezas eran
señal de la benevolencia divina. Jesús mismo, matizando lo dicho, habla de la
esperanza mesiánica de salvación porque "Dios lo puede todo".
Tal vez fatigados por tanta publicidad, deseamos que los programas, los proyectos,
las propuestas de vida, etc. se le presenten al hombre desde el primer momento
limpios, claros... para saber a qué atenerse. Se decidirá o no, pero sabrá qué es lo
que emprende.
— "Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo: Él es el «hombre
perfecto» (GS 38) que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su
anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la
oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las
persecuciones" (520).
— "Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los
hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los
Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mt 19,12)" (1618).
— " «Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?» Al
joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de
reconocer a Dios como «el único Bueno», como el Bien por excelencia y como la
fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: «Si quieres entrar en la vida, guarda
los mandamientos». Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor
del prójimo" (2052).
— "A esta primera respuesta se añade una segunda: «Si quieres ser perfecto,
vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego ven, y sígueme» (Mt 19,21). Esta respuesta no anula la primera. El
seguimiento de Jesucristo comprende el cumplir los mandamientos. La Ley no es
abolida, sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro,
que es quien le da la plenitud perfecta" (2053).
— "Desde la profundidad del corazón surge la pregunta que el joven rico dirige a
Jesús de Nazaret: una pregunta esencial e ineludible para la vida de todo hombre,
pues se refiere al bien moral que hay que practicar y a la vida eterna. El
interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el bien moral y el pleno
cumplimiento del propio destino. Él es un israelita piadoso que ha crecido, diríamos,
a la sombra de la Ley del Señor... Siente la necesidad de confrontarse con aquel
que había iniciado su predicación con este nuevo y decisivo anuncio: «El tiempo se
ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva»"
(Juan Pablo II, VS 8).
En el Evangelio, lo mejor nunca es enemigo de lo bueno. Pero hay quien se
conforma con lo bueno. Y se queda a la mitad del camino.
Con permiso de Almudi.org