Comentario al evangelio del Martes 16 de Octubre del 2012
Queridos amigos y amigas:
Al leer en el calendario litúrgico el subrayado del evangelio de este martes de la semana 28 ("dad
limosna, y lo tendréis limpio todo"), me dije para mis adentros: Ah pero, bueno, ¿no dice san Pablo que
aunque dé todos mis bienes a los pobres, si no tengo amor, de nada me sirve? Pues ¿cómo despacha
Jesús su doctrina con esa frase? Pase que Jesús hable de limpieza: porque está hablando con un fariseo,
y esa gente estaba obsesionada con la limpieza de las manos, de las jarras, de las ollas, de todos los
cacharros, o, como se dice ahora, de toda la batería de cocina. En eso hace muy bien, porque conecta
de inmediato con el lenguaje, los intereses, el mundo concreto, las preocupaciones e incluso las
obsesiones de la gente. Pero ¿cómo es posible que un gesto exterior, que incluso puede servir (¡y lo
dice el propio Jesús!) para nuestra ostentación, puede limpiarnos por completo?.
Y me acuerdo de la etimología de "limosna": viene de la palabra griega eleemosýne, que significa
"compasión". Más aún: recuerdo cómo, según dicen los estudiosos, la antropología de Jesús es unitaria,
holista. Eso significa que para él el hombre entero, la mujer entera, ha de estar presente en cada acto
que realiza. Por tanto, ha de estar presente en cuerpo y alma, con el corazón y las manos. Más en
concreto, ha de decir "con en corazón en la mano" y ha de dar "con el corazón en la mano". Es como
un dar dándose. Nada de obras muertas de mucho relumbrón hacia fuera; pero también nada de puros
delicados sentimientos, tan delicados como estériles; y nada de discursos cuando la respuesta a la
demanda (¡así que hay desafíos, dones y demandas a los que debo responder!) no son hueras palabras,
sino dones muy concretos y muy materiales.
El caso es que me acabo de asomar al texto del evangelio (¡ya lo podía haber hecho antes!) y me
encuentro con que me dice: "dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo". Me doy con el
puño en la cabeza y me digo: ¿a qué tanto cavilar? Si hubieras leído directamente el evangelio, y no
hubieras recurrido al comodín de una cita, tan coja por añadidura, habría evitado todos esos rodeos.
Fernando González