Comentario al evangelio del Sábado 20 de Octubre del 2012
Queridos amigos y amigas:
No es lo mismo seguir a Jesús en espacios y tiempos tranquilos que seguirlo en condiciones de
amenaza y persecución. Algunas palabras de Jesús sólo comienzan a ser inteligibles cuando
experimentamos dificultades a causa de su nombre; por ejemplo, las que leemos en el evangelio de
hoy. ¿Qué significa ponerse de parte de Cristo delante de los hombres? ¿Cómo dar testimonio de él sin
arrogancia pero también sin temor al ridículo, sin falsos pudores, sin vergüenza?
A veces los creyentes podemos dar la sensación de que, en el fondo, no creemos lo que decimos creer.
Cuando se presentan las ocasiones de decir una palabra clara, o de realizar un gesto oportuno, nos
retiramos por temor a ser tildados de ... ¿de qué? Esto les sucede a menudo a muchos cristianos
famosos que se mueven en el terreno de la política, de la economía, de la ciencia, de las artes, del
deporte. No es que vivan su fe con discreción: es que la viven de manera vergonzante, a escondidas,
como si temieran perder relieve social por manifestarse humildemente seguidores de Cristo.
Pero no sólo los famosos. Este temor puede asaltarnos a todos nosotros. Si así fuera, significaría que
estimamos en muy poco nuestra fe. O que preferimos la aceptación social a la autenticidad de
manifestar lo que somos.
Cuando nos dejamos llevar por el temor no dejamos espacio al Espíritu Santo. Cuando hablamos
nosotros, no permitimos que el Espíritu nos enseñe "lo que tenemos que decir". El resultado es una
tranquilidad personal aparente y una ocasión perdida para el evangelio.
Fernando González