XXIX D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO
(Is 53, 10-11; Sal 32; Hb 4, 14-16; Mc 10, 35-45)
L A P ALABRA
“Por los trabajos de su alma verá la luz, el
justo se saciará de conocimiento. Mi siervo
justificará a muchos, porque cargó con los
crímenes de ellos”.
“Acerquémonos con seguridad al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y encontrar
gracia que nos auxilie oportunamente”:
“El que quiera ser grande, sea vuestro
servidor; y el que quiera ser primero, sea
esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para
servir y dar su vida en rescate por todos”.
M EDITACIÓN
¡Extrañas paradojas las que hoy nos propone la Palabra! De natural no nos nace
servir para ser importante, más bien creemos que se nos debe servir, tener en cuenta y
que se nos agasaje, por creernos importantes.
La contemplación de la vida de Cristo no se debe quedar en admirar lo que Él hizo
por nosotros. Su modo de actuar es revelador de plenitud, y quien fascinado por el
ejemplo de Jesús entrega su vida, la gana.
La mirada al momento en el que acontece la Redención del mundo, cuando Jesús
hace el gesto supremo de su entrega en manos de su Padre y derrama su Espíritu, se
convierte en trono de gracia, por ser el mayor gesto de amor.
En este tiempo recio, según nos recordaba la fiesta de Santa Teresa la semana
pasada, es la hora de los que se fían de Dios y son capaces de entregar sus vidas por los
demás, con el trabajado de sus manos, con la ayuda de sus bienes, y su modo de actuar
humilde y servicial.
Nos sobra prepotencia, vanidad, violencia, afán de poder y de prestigio, ganas de
poseer y de dominar. El mensaje de la liturgia de la Palabra nos deja una clave
providente, y los que se fían de Dios saben que es verdad: “Lo que Dios quiere prospera
de su mano”. Es otro de los secretos del Evangelio; no solo el de arriesgar la vida por
servicio a los demás y quedar en ello remecidos de alegría, sino que si nosotros nos
ocupamos de las cosas de Dios y de prolongar su acción compasiva, Él se encarga de las
nuestras. ¡Tengamos la sagacidad del Evangelio!
O RACIÓN
“Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.