Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Delirio de poder
Parece que el delirio del poder subyace en las raíces más profundas del corazón humano.
Quien lo ostenta no lo suelta bajo ningún pretexto. Es admirable que de un reducido grupo
de doce apóstoles, dos de ellos, Juan y Santiago se acercaran a Jesús para solicitarle los
primeros puestos en su reino (Mc. 10, 37). Al parecer, no fue un hecho aislado ya que
cuando iban de camino a Jerusalén el grupo discutía sobre quién de ellos sería el más
importante (Mc. 9,34). Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, le ofreció la gloria y el
poder sobre los reinos de la tierra con la condición de que se postrara ante él y lo adorara
(Mt. 4,9). ¡Qué osadía! No le funcionó con Jesús, pero cuántos hombres han vendido su
alma al diablo a cambio del poder terrenal.
Hay quienes sí han vendido su alma al diablo. ¿Acaso no lo reflejó magistralmente Goethe,
en Fausto ? El demonio Mefistófeles (enemigo de la luz) se le aparece a Fausto para
comprarle su alma. El pacto era muy sencillo: Mefistófeles se obligaba a cumplir los gustos
y deseos de Fausto en esta vida, pero en el más allá, Fausto se obligaba a servirlo sólo a él
por toda la eternidad. El diablo le ofrece las más altas aspiraciones humanas: manjares, oro,
placeres, éxito, el poder y la gloria, que es la delectación de los dioses. Aclaradas las
condiciones del contrato, sellaron el pacto con una gota de sangre.
El poder es un espejismo de una gloria que no se alcanza en la tierra. Los que se venden por
el poder, terminan triturados por su propio peso. Aunque no exista de por medio un pacto
explícito con el diablo, sí se puede firmar un contrato implícito si se pone como máximo
valor el vivir de acuerdo con los criterios del mundo. El Papa Benedicto XVI, en su libro
Jesús de Nazaret , dice que la gran tentación del hombre actual es la de vivir de espaldas a
Dios, buscando él mismo su propio pan y su propia gloria. Los sistemas totalitarios que
optaron por el ateísmo, el marxismo o el nacionalsocialismo, produjeron millones de
muertos. Creyeron poder transformar las piedras en pan, pero lo único que dieron fue
muerte.
Por desgracia el abuso de poder es de lo más frecuente: se ve en la política como en la
economía; en el campo moral como en el legislativo; en los colegios como en las
universidades prohibiendo la religión o imponiendo programas de educación sexual sin el
consentimiento de los padres. En una familia cuando falta el respeto y alguno de los
miembros se impone a la fuerza.
El ejercicio del poder, desde la óptica de Dios, se entiende como un servicio a la verdad, al
bien y al desarrollo de los pueblos.
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