Comentario al evangelio del Jueves 25 de Octubre del 2012
Hola, amigos y amigas:
Qué diferente el Jesús del Evangelio de hoy con tantas predicaciones que insisten en presentar la
imagen de un Jesús tan dulce y tan suave, que “no mata ni una mosca”. El Jesús del Evangelio es un
hombre apasionado por el Reino de su Padre y un hombre que no ha venido a traer un mensaje
adormecedor a sus seguidores, sino a despertarlos a la fuerza irrefrenable y transformadora del amor.
Por supuesto que Jesús no quiere la división de las familias ni de la sociedad, pero sabe que, cuando
una persona se encuentra de verdad con Él, no queda indiferente: su vida se transforma y sus valores le
llevan a luchar por lo que considera valioso, al punto de cuestionar incluso tradiciones y lazos que
perecían tan sagrados e incuestionables como son los familiares. El Evangelio es una luz que todo lo
ilumina; su claridad trae nuevos criterios de vida y, si los tomamos en serio, se convierten en un fuego
que nos purifica de lo que no sirve y enciende en nosotros procesos de vida abundante al servicio del
Reino de Dios
¿Has sentido ese fuego dentro de tu vida? No se puede ser cristianos de verdad sin estar poseídos por
este fuego, y no me refiero a un carácter apasionado o a un temperamento impulsivo que muchas veces
arrasa con la vida de las personas provocando daño y división sin más. Me refiero al fuego del amor
que tiene su origen en el perdón que recibimos, en la alegría de saber que Dios nos busca cuando nos
creíamos perdidos, en la confianza de saber que Él nunca nos ha abandonado y en la fortaleza de contar
con el amor de Aquel que se entregó hasta el extremo por nosotros. Cuando este fuego enciende su
llama en nuestro interior se convierte en luz para nuestros pasos y deja al descubierto todo aquello que
se opone al Reino de Dios para denunciarlo y transformarlo. No se trata de un fuego violento y
vengativo, sino de un fuego que ofrece calor, luz y aliento de vida a toda costa.
¿Quieres vivir encendido en ese fuego? No olvides la frase de los discípulos de Emaús: “¿No ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32). Deja
que la escucha de su Palabra encienda ese fuego en tu corazón.
Un saludo fraterno
Carlos Sánchez Miranda, cmf.
Carlos Sánchez Miranda, cmf.