XXIX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti
DOMINGO
Lecturas bíblicas
a.- Is. 53,10-11: Entregará la vida como expiación.
En esta primera lectura nos encontramos con la figura del Siervo de Yahvé. Los
sufrimientos de este Siervo son voluntad de Dios, puesto que lo escogido para
expiar los pecados de muchos que apunta a la reconciliación con Dios. Ha ofrecido
su vida en sacrificio por el pecado, por ello Dios lo bendecirá y le dará una
descendencia numerosa, que prolongará sus días, días de los justificados o
reconciliados con Dios, de esta forma se cumplirán los designios de Yahvé por su
manos es decir, su plan de salvación, la justificación y reconciliación de los hombres
con Dios (v.10). Gracias a las tribulaciones que padecerá este Sirvo de Yahvé, verá
el fruto de sus tribulaciones, las muchedumbres serán su herencia, botín de su
pasión, conquistadas para Dios. Se saciará de conocimiento, la razón de su
sufrimiento la da Yahvé: no padece por sus faltas, sino que queda abrumada por los
crímenes de la multitud e intercede por ella; sentirá una satisfacción porque
conocerá el fruto de su humillación y dolor (v.11). Para los autores del NT, es Cristo
Jesús, al entrar en la gloria del cielo, victorioso, su trofeo son los redimidos del
pecado, los ciudadanos de la nueva Jerusalén, la Iglesia triunfante. Es el Justo, el
Siervo que justificará a muchos, el que los reconcilió con Dios por haber cargado
con las iniquidades de la multitud (v.11). Yahvé le dará, luego de la reconciliación,
muchedumbres de rescatados, su herencia será tan grande que la repartirá con los
poderosos, lo que significa una gran victoria (cfr. Is. 53,12; Pr. 16,19). Todo esto
porque el Siervo se entregó a la muerte, considerado un malhechor, para expiar
por los pecadores. Será San Pablo, quien enseña que Jesucristo se hizo pecado,
siendo el Justo e Inocente por excelencia, para expiar nuestros pecados (cfr. 2Cor.
5,21).
Será en la pasión de Cristo, donde este cuarto Cántico del Siervo de Yahvé,
alcanzará todo su cumplimiento.
b.- Hb. 4,14-16: Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia
Todo este pasaje es una exhortación a la confianza en el sacerdocio de Jesucristo y
su ejercicio en el cielo. Con tal Pontífice, Jesucristo, Hijo de Dios, habiendo
ingresado ante el trono de Dios Padre e intercede por nosotros, las tribulaciones del
tiempo presente no debe desanimar a los creyentes. Si bien el autor ya había
hablado de Jesucristo, ahora hablará de su sacerdocio (cfr. Hb. 2, 17; 3,1). Le
llama “Sumo Sacerdote” (v.14), porque ejerce su sacerdocio en el santuario del
cielo, adonde subió, luego de haber sufrido su pasión y haber llevado a cabo la
redención de los hombres (v.14; Hb.1,3; 8,1-5). Luego de exaltar su grandeza, el
autor se detiene para decirnos que Jesús, está lleno de compasión hacia los
creyentes, dispuesto a ayudarnos en todo, puesto que en su existencia conoció la
prueba de nuestras debilidades, excepto el pecado (v.15; cfr. Hb.2,17-18). Si
Jesucristo ejerce su sacerdocio de esta manera, podemos acercarnos al trono de la
gracia, con toda confianza, el cual será no tribunal de justicia, sino trono de gracia,
es decir, de donde nos vendrán todas las gracias para cada ocasión y necesidad
(v.16). Jesucristo fue probado en todo, menos en el pecado, en la mente del autor
nos viene a comunicar que ÉL fue probado, es decir, tentado, probada la virtud y
las fuerzas del hombre (cfr. Lc.22, 28). Jesucristo conoció las tentaciones, padeció
las pruebas del cansancio, hambre, temor ante el sufrimiento, incluso Satanás lo
tentó (cfr. Mt.4,2; Mc.14,33-39; Lc. 4,13; Jn. 4,6). Pero entre las tentaciones
sufridas por Cristo y las nuestras hay una diferencia esencial: Jesús no cometió
pecado, no podía hacerlo, n este sentido las tentaciones provenían del exterior;
nunca de su interior, donde no existía la lucha entre el espíritu y la carne, que a
nosotros muchas veces nos inclina hacia el pecado (cfr. Mt. 4,8-10; Gál. 5, 16-25).
Pero esa diferencia que lo distancia de nosotros y lo eleva por sobre nosotros, no
disminuye su compasión de nuestras flaquezas (v.15); al contrario, su condición de
Justo e Inocente lo hacía más puro, ya que ahí no encontramos mezcla alguna de
egoísmo.
c.- Mc. 10,35-45: El Hijo del Hombre ha venido para dar la vida en rescate
por todos.
En este evangelio encontramos dos temas: la petición de los hijos de Zebedeo (vv.
35-40), y los que son autoridad en la comunidad eclesial, deben ser los primeros en
servir a todos, a ejemplo de Jesús (vv. 41-45). En un primer momento,
encontramos la petición de los hermanos hijos de Zebedeos, Santiago y Juan,
luego de este tercer anuncio de la pasión (Mc. 10, 32-34), petición que habla de lo
poco que entienden a Jesús; quieren un lugar a la derecha y a la izquierda en su
Reino mesiánico. Era el pensamiento de los judíos del ese tiempo, esperaban un
Reino político, con Jesús como rey, pensaban los apóstoles. Ante el desafío que les
propone Jesús: beber el cáliz que ÉL va a beber, ellos responden que están
dispuesto a beberlo (vv. 38-40). Se ve, que la gracia obró en ambos, porque
participaron efectivamente en la Pasión de Cristo, pero el puesto a la derecha e
izquierda, los designa el Padre, y no Jesús. En el segundo momento, aprovecha
Jesús la ocasión, para instruir a los apóstoles, en el tema de la autoridad en su
nueva comunidad eclesial. Todos sabían, cómo gobernaban los reyes a sus
pueblos, con opresión y la tiranía, para mantener el orden y ganancias políticas y
económicas. Nada de eso, deberá ocurrir en la comunidad eclesial, sino que el que
quiera ser grande, deberá servir a sus hermanos; lo mismo, si alguno quiere ser el
primero, será esclavo, servidor de todos. Todavía hoy, hay muchos que gobiernan
con autoritarismo, y explotación de los subordinados a nivel ideológico, político,
económico, y también en lo religioso. Se trata del afán de poder, y no de servir,
que está a la raíz de todo, el pecado original, origen de la lucha y la competencia
cruel. El cristiano, debe propiciar, aumentar y fortalecer el espíritu de servicio, sin
esperar pago ni recompensa. En la comunidad eclesial, es el espacio ideal para
servir, desde la jerarquía hasta el último miembro de la Iglesia; es servicio a Jesús
y al prójimo, servicio vital por el Reino de Dios. El primer Servidor de la
comunidad, es el propio Jesús, que dio la vida en rescate de todos; servir es reinar
en el Reino de Dios desde esta vida hasta tener un puesto en el cielo.
Santa Teresa de Jesús, entregó su vida a Jesucristo y a la Iglesia, en clave de
oración sacrificio, contemplación y actividad fundacional, testigo de un Dios vivo y
escritora mística. Su sola presencia era infundía ánimos para ponerse a trabajar en
servicio de Dios. Eran las obras nacidas de la intimidad que cultivaba en la
contemplación de la Humanidad de Cristo. “Torno a decir que está el todo o gran
parte en perder cuidado de nosotros mismos y nuestro regalo; que quien de verdad
comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida; pues le ha
dado su voluntad, ¿qué teme? Claro está que si es verdadero religioso o verdadero
orador, y pretende gozar regalos de Dios, que no ha de volver las espaldas a desear
morir por él y pasar martirio. Pues ¿ya no sabéis, hermanas, que la vida del buen
religioso y que quiere ser de los allegados amigos de Dios, es un largo martirio?
Largo, porque para compararle a los que de presto los degollaban, puédese llamar
largo; mas toda es corta la vida y algunas cortísimas. Y ¿qué sabemos si seremos
de tan corta, que desde una hora o momento que nos determinemos a servir del
todo a Dios se acabe? Posible sería, que, en fin, todo lo que tiene fin no hay que
hacer caso de ello; y pensando que cada hora es la postrera, ¿quién no la
trabajará? Pues creedme que pensar esto es lo más seguro” (CV 12,2).