XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
LUNES
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 2,1-10: Nos ha sentado con Cristo en el cielo.
b.- Lc. 12, 13-21: No acumular riquezas.
En este evangelio encontramos el tema de no acumular riquezas. Vemos a Jesús en
medio de la disputa de dos hermanos, enfrentados por temas de una herencia. El
hermano mayor, no desea compartir con su hermano menor, los bienes recibidos
(cfr. Dt. 21, 17). Todos estos temas, estaban contemplados en la ley de Moisés. Lo
que hay que destacar, es cómo este hombre acude a Jesús, como si fuera un doctor
de la ley, para que con su autoridad, ejerza un influjo sobre su hermano injusto. Si
bien, cuando la gente acude a Jesús con sus miserias, es porque las escucha y
ayuda, pero en este caso, el hombre recibe una respuesta negativa: Jesús no
quiere ser juez, ni árbitro, en asuntos de los hombres (v. 14). Estas mismas
palabras, recuerdan las que le dijeron a Moisés, cuando quiso dirimir entre dos
egipcios (cfr. Ex. 2,14). Jesús se inspira en la palabra de Dios, lo que recuerda lo
difícil que es decidir, en este tipo de asuntos. Su misión no es esa, lo suyo ya está
programado en la sinagoga de Nazaret, antes de las tentaciones del desierto. Ha
sido enviado anunciar a los pobres el evangelio (cfr. Lc. 5,2), salvar a los que
estaban perdidos (cfr. Lc. 19,10), dar su vida en rescate (cfr. Mc.10, 45), traer la
vida nueva a los hombres (cfr. Jn. 10,10). Toda ansia de acumular bienes, se
convierte en un peligro, que hay que evitar, si hemos hecho la opción por el
seguimiento de Cristo. Se crea la ilusión, que acumular bienes, asegura la vida. La
vida es un don de Dios, no es fruto de la posesión o abundancia de bienes; es Dios
quien dispone de la vida, no el hombre. La parábola del rico que propone tiene una
sentencia final: “para quién serán? Así es el que atesora riquezas para sí, y no se
enriquece en orden a Dios” (vv. 20-21). La vida no se asegura, con los bienes
materiales. El rico presenta su ideal de vida, disfrutar de ella: comer, beber y
pasarlo bien; una larga vida, una vida asegurada, ahora descansa. En definitiva, es
la ética del bienestar. ¿Cómo se alcanza esa vida? Almacenando bienes, para
asegurar el porvenir. Este rico construye nuevos graneros, el hombre de hoy
produce dinero. La economía busca asegurar la vida, pero su diálogo interno, se ve
interrumpido cuando Dios lo llama necio (v. 20). Ese hombre, no dialoga, ni con
Dios, ni con los hombres, porque no le importan. Él no cuenta con Dios, por lo
mismo lo niega (cfr. Sal.14,1). La muerte, revela a las claras que los bienes no
aseguran la vida del hombre, y lo que pensaba iba a durar años, se reduce horas:
esta noche morirás (v. 20). Lo acumulado, de ¿quién será? Todo lo acumulado será
de otros, no le aprovecha de nada (cfr. Sal. 39,7). Lo importante, será entonces,
ser rico ante la presencia de Dios: “Así es el que atesora riquezas para sí, y no se
enriquece en orden a Dios.» (v. 21), sólo ese será el que saca provecho de su
riqueza. Quien guarda su vida para sí termina perdiéndola, sólo la entrega a la
voluntad de Dios y a su voluntad la conserva. Esta parábola es de mucha
actualidad, porque muchos acumulan riquezas, sin contar con Dios ni el prójimo,
pero su ruina es inminente, porque terminan siendo esclavos de todas las pasiones
e ídolos de hoy. El verdadero discípulo comparte no sólo los bienes sino que da su
vida al prójimo, como Jesús que puso su vida en las manos de los hombres.
Santa Teresa de Jesús, jarlo todo por ÉL, fue la consiga de Teresa a la hora de vivir
el Evangelio en forma radical. “Qué gloria accidental será y qué contento de los
bienaventurados que ya gozan de esto, cuando vieren que aunque tarde , no les
quedó cosa por hacer por Dios de las que les fue posible, ni dejaron cosa por darle
de todas las maneras que pudieron, conforme a sus fuerzas y estado, y el que más,
más! ¡Qué rico se hallará el que todas las riquezas dejó por Cristo! ¡Qué honrado el
que no quiso honra por El, sino que gustaba de verse muy abatido! ¡Qué sabio el
que se holgó de que le tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría!
¡Ya, ya parece se acabaron los que las gentes tenían por locos, de verlos hacer
obras heroicas de verdaderos amadores de Cristo! ¡Oh mundo, mundo, cómo vas
ganando honra en haber pocos que te conozcan!” (Vida 27,14).