XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 3, 14-21: Que el amor sea vuestro cimiento.
b.- Lc. 12, 49-53: No he venido a traer paz, sino división.
Este evangelio es sorprendente, por decir lo menos, ya que el Príncipe de la paz
(cfr. Is. 9,6), declara que no ha venido a traer paz, sino discordia. Los días del
Mesías serían días de paz, tiempo de salvación, es más, el trae la paz. Jesucristo,
tiene una misión anunciar el evangelio, lo que produce en los hombres, los inquieta,
porque tienen que optar por ÉL o rechazarlo. Su tiempo es tiempo de decisión, falta
de paz en las familias, discordia; sin embargo, los discípulos no deben confundirse.
Su misión, consiste en traer fuego a la tierra, es decir, el Espíritu Santo, fuerza
purificadora y renovadora. Jesús quiere verificar esa llegada cuanto antes, necesita
pasar ÉL mismo por un bautismo de sangre, su pasión, muerte y resurrección. Lo
angustia la espera, su Hora en Getsemaní se anuncia, lo que significa, que la
salvación no llega, sin la pasión. Sin embargo, esa Hora no debe quitar la capacidad
de infundirse ánimo, para alcanzar la salvación, que no viene sin sufrir la pasión. La
exaltación al cielo se efectúa a través de la cruz. El Mesías fue anunciado por los
profetas, como portador de paz, su nacimiento trae la paz a los hombres (cfr. Is. 9,
5; Zac. 9,10; Lc. 2,14; Ef. 2,14ss). La paz es salvación, orden, unidad. Con ella,
viene la salvación y unidad, pero cuando viene el Mesías, existe la división, la
discordia y la división en la sociedad. “Porque el hijo ultraja al padre, la hija se alza
contra su madre, la nuera contra su suegra, y enemigos de cada cual son los de su
casa. Mas yo miro hacia Yahvé, espero en el Dios de mi salvación: mi Dios me
escuchará.” (Miq. 7, 6). Hoy como ayer, los hombres se dividen ante la persona, y
obra de Jesús, porque deben decidirse (cfr. Lc. 2, 34). Para los que lo aceptan en
su vida les trae paz, amor y unidad, lo que provoca la diferencia con los que no
creen en Dios, ni lo aman, ni esperan en ÉL. Ahí está la diferencia. Quien cree en
Jesucristo piensa, vive y actúa como ÉL nos enseñó. El que lo rechaza, en forma
manifiesta y pública, o, por medio de la indiferencia, obra y actúa como piensa la
sociedad de hoy. Todo esto revela que la división en este sentido, nos recuerda que
estamos en la última etapa de la historia, en la cual, a todos se exige una decisión
final. La indiferencia, a todo lo cristiano hoy, es sencillamente negación de todo
vestigio de trascendencia en la sociedad y vida del hombre. Es un querer vivir,
como si Dios no existiera. La misión de la Iglesia, y de cada cristiano, es asumir lo
que se es: bautizados, miembros de una comunidad de fe y herederos de la vida
eterna.
Santa Teresa de Jesús, enseñó un nuevo de hacer comunidad con Jesucristo, como
centro de la vida del carmelita al servicio de la Iglesia. Entre las virtudes para vivir
el nuevo estilo es el amor al prójimo, además del desasimiento de todo lo criado y
la humildad que es la principal y las abraza a todas. “Y de estas amistades querría
yo muchas donde hay gran convento, que en esta casa que no son más de trece,
ni lo han de ser aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han
de querer, todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades, por
amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele ser ponzoña y
ningún provecho en ello; y si son deudos, muy peor: es pestilencia. Y créanme,
hermanas, que aunque os parezca que es este extremo, en él está gran perfección
y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que no están muy fuertes; sino que,
si la voluntad se inclinare más a una que a otra que no podrá ser menos, que es
natural y muy muchas veces nos lleva a amar lo más ruin si tiene más gracias de
naturaleza que nos vayamos mucho a la mano a no nos dejar enseñorear de
aquella afección. Amemos las virtudes y lo bueno interior, y siempre con estudio
traigamos cuidado de apartarnos de hacer caso de esto exterior.” (CV 4,7).