DOMINGO XXIX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.
Mc. 10, 35-45
Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: “Maestro,
queremos nos concedas lo que te pedimos.” El les dijo: “Qué queréis que os
conceda?” Ellos le respondieron: “Concédenos que nos sentemos en tu
gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Jesús les dijo: “No sabéis lo
que pedís. Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el
bautismo con que yo voy a ser bautizado?” Ellos le dijeron: “Sí, podemos.”
Jesús les dijo: “La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis
bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse
a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es
para quienes está preparado.”
Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.
Jesús, llamándoles, les dice: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de
las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las
oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que
quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el
Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como
rescate por muchos”.
CUENTO: LA TAZA DE CERÁMICA
Se cuenta que una vez en Inglaterra existía una pareja que gustaba de
visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de esas tiendas
favoritas era donde vendían vajillas antiguas.
–¿Me permite ver esa taza?, preguntó la señora. –Nunca había nada tan
fino como eso.
En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que comenzaba a hablar.
–Usted no entiende que no fui siempre la taza que tiene ahora entre sus
manos. Hace mucho tiempo sólo era un montón de barro sin forma y sin
belleza. Mi creador me tomó entre sus manos, me golpeó y me amoldó
cariñosamente. Cuando le gritaba porque me dolía, simplemente me decía:
“Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”. Después me puso en un
horno. Yo nunca había sentido tanto calor. Me pregunté por qué mi creador
querría quémarme . Pero de nuevo escuché su voz: “Aguanta un poco más,
todavía no es tiempo”. Finalmente, se abri la puerta del horno, mi creador
me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. Estaba ya
tranquila, cuando de nuevo mi creador me empezó a cepillar y a pintar.
Quise resistirme y le gritaba que me dejara, pues aquella pintura era
horrible y desagradable. Pero de nuevo me hal con cario: “Aguanta un
poco más, todavía no es tiempo”. Al fin dej de pintarme, pero de nuevo
me metió al horno, mucho más caliente que el anterior. Grité, lloré y pedí
que me sacara de aquel sofocante calor. Y de nuevo su voz: “aguanta un
poco más, todavía no es tiempo”. Sentí que me moriría y, justo cuando
estaba a punto de darme por vencida, se abrió la puerta del horno, me
tomó cariñosamente entre sus manos y me dejó de nuevo en la repisa para
que me enfriara. Después de una hora de haber salido del segundo horno,
me dio un espejo y me dijo: “Mírate. Esta eres tú”. ¡Yo no podía creerlo!. Lo
que veía era hermoso. Mi creador nuevamente me dijo: “Yo sé que te doli
haber sido golpeada y amoldada por mis manos, pero si te hubiera dejado
como estabas no hubieras sido más que un barro cada vez más seco e
inservible. Todo lo hice para que fueras una hermosa taza, llena de belleza
y de color, admirada por muchos y útil para dar alegría a muchos
caminantes sedientos de calor y de cariño. Ahora eres un producto
terminado. Eres lo que siempre soñé que fueras cuando te empecé a
formar”.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
De nuevo Jesús echando la bronca a los discípulos, que una vez más no
entienden nada. Y no sólo Juan y Santiago, todos los demás también. Aquí
se hacen los buenos, los que no aspiran a un poder terrenal, los humildes y
sencillos. Pero llegará la hora de la verdad, esa de la que habla Jesús, y la
mayoría de ellos se sentirán decepcionados ante la visión de un Maestro
aparentemente fracasado y crucificado. Claro que tampoco nosotros
podemos dárnosla de buenos y santos. Quien más quien menos, todos
hemos sentido en nosotros la tentación de Juan y Santiago, creernos con
derechos en esto del Reino de Dios, o en los puestos importantes aquí abajo
en la tierra. La religión para nuestro provecho y ascenso personal. O sea,
nada nuevo, todo muy humano. Les costó a ellos y nos cuesta a nosotros
entender que seguir a Cristo no es algo fácil, que vivir los valores del
Evangelio, y más en la sociedad que vivimos, cuesta sacrificio, y muchas
veces incomprensión y rechazo. Como le pasó a Jesús. Nosotros queremos
un cristianismo sin sobresaltos, sin cruz, sin exigencias, sin enfrentamientos
internos y externos. No somos del todo conscientes que lo que Cristo nos
trae, su concepción de Dios, del ser humano, de la historia, de la felicidad,
choca a veces fuertemente con nuestros planteamientos humanos y
nuestras aspiraciones mezquinas. En el fondo, no dejamos de creer que el
triunfador en esta vida es que manda, no el que sirve, que los que son
felices son los que tienen el poder, el dinero, la fama. Lo creemos en la
sociedad y lo creemos también en la Iglesia. A más poder y más influencia,
más evangelización y provecho para la extensión del cristianismo.
Queremos el brillo y el resultado final, pero no queremos pasar por el
proceso de ser purificados, como lo fue Jesús en la cruz. Aunque sabemos
que tras la cruz viene la Resurrección. Y que, como el cuento de la taza de
hoy, el resultado final es mucho más hermoso, maduro y refinado. Pero
somos así, nos cuesta, aunque sabemos que las cosas importantes y
fundamentales necesitan tiempo y deben pasar muchas veces por pruebas
en las que vamos creciendo. Estamos en una sociedad de lo fácil, lo de usar
y tirar, la época del zapping, del compromiso débil, de la moral relativa, del
todo vale, del poco esfuerzo. Pero sabemos que sólo perdura lo que se ha
ganado con esfuerzo y sacrificio. E incluso, la verdadera felicidad es aquello
que está fundamentada en la capacidad de la persona para superar
obstáculos y superar metas con el esfuerzo y la entrega. Lo demás se
desvanece a la primera de cambio.
Pidamos al Señor que nos dé la capacidad de entender y vivir que sólo
desde el servicio humilde, sólo desde el amor desinteresado, sólo desde la
entrega generosa se construye la persona, la vida, el mundo, la felicidad.
Hoy la Iglesia recuerda a tantos y tantos misioneros que viven esta entrega
hasta el límite de su vida. Nos recuerdan ellos que la vida es para darla y
que todos estamos llamados por Cristo a ser misioneros allí donde estemos
y a ser solidarios con los que más lo necesitan. FELIZ, GENEROSA,
MISIONERA, HUMILDE Y SOLIDARIA SEMANA!.