Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 29, Martes
----------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Cristo es nuestra paz; él hizo de los judíos y de los no
judíos un solo pueblo * Dios anuncia la paz a su pueblo * Dichosos aquéllos a
quienes su señor, al llegar, encuentre en vela
Textos para este día:
Efesios 2, 12-22:
Hermanos:
Antes no teníais un Mesías, erais extranjeros a la ciudadanía de Israel y ajenos alas
instituciones portadoras de la promesa. En el mundo no teníais ni esperanza ni
Dios. Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo,
estáis cerca los que antes estabais lejos.
Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su
carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos
y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo.
Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la
cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros,
los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al
Padre con un mismo Espíritu.
Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los
santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los
apóstoles y profetas, y el mismo Cristo
Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va
levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros
os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Salmo 84 :
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus
amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra
tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la
fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará
ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.
Lucas 12, 35-38:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que
aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro
que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»
Homilía
Temas de las lecturas: Cristo es nuestra paz; él hizo de los judíos y de los no
judíos un solo pueblo * Dios anuncia la paz a su pueblo * Dichosos aquéllos a
quienes su señor, al llegar, encuentre en vela
1. El Precio de la Paz
1.1 En nuestro tiempo, los embates del terrorismo y de otras formas de violencia
acrecientan un anhelo que es muy caro al corazón humano, el anhelo de la paz. La
paz se ha convertido en moneda de todos los bolsillos y palabra que todos repiten.
Pero la primera lectura de hoy nos recuerda que la paz verdadera tiene un precio.
1.2 En el mundo antiguo, allá en el siglo I, los judíos y los no judíos (esto es, los
llamados "gentiles") se despreciaban mutuamente, llegando en algunas ocasiones a
la segregación o el odio. Las razones suenan extrañas a nuestros oídos: los judíos
veían con desaprobación y repugnancia las costumbres libertinas de los paganos, y
estos veían con extrañeza y suspicacia las costumbres particulares del pueblo de
Abraham y de Moisés. Por eso Pablo habló de un "muro" que separaba a "los dos
pueblos." Ahora, sin embargo, el mismo apóstol dice que el muro ha sido derribado
y que el que lo ha logrado, el que ha vencido al odio y traído la paz, se llama
Jesucristo. Pero ello tuvo un precio.
1.3 El precio de la paz fue el sacrificio de Cristo. Pablo lo describe gráficamente
diciendo que Cristo derribó el muro "con su carne." Derribar un muro con la propia
carne es destrozar la propia carne, y eso es exactamente lo que ha hecho Nuestro
Señor. El lugar de la paz no es la mesa de negociación entre intereses humanos
sino la mesa del altar y del sacrificio. No se alcanza la paz mirándonos unos a otros
sino mirando juntos hacia la Cruz que denuncia todas nuestras miserias y también
las sana.
2. Vivir Vigilantes
2.1 En el evangelio de hoy, por otra parte, Cristo llama a sus discípulos a la
vigilancia, como criados que esperan que vuelva su señor. Es un tema que vemos
aparecer con alguna frecuencia en los Evangelios, más aún cuando el final de la
vida misma del Señor se aproximaba. En esta ocasión el llamado a vigilar va
acompañado de promesas de bendición y felicidad: "Dichosos los criados a quienes
el señor, al llegar, los encuentre en vela." Sabemos bien que un destino muy
distinto aguarda a los que no estén en vela, pero por hoy es más importante
gozarnos de los bienes que están reservados para los que vigilen.
2.2 Cristo describe estos bienes de un modo sencillo pero que sin embargo queda
algo velado a nosotros; dice: "el señor se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá
sirviendo." Es interesante comparar esta afable promesa con la manera como Cristo
ve que nosotros solemos obrar: "¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o
pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: Ven enseguida y siéntate
a comer? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo para cenar, y vístete
adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y
beberás tú? ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó?" (Lc
17,7-9)
2.3 Lo que se anuncia a los que estén en vela es que serán servidos por su señor:
algo que, según la comparación que aquí proponemos, no sucede nunca en esta
tierra. Esperar el retorno del Señor es entonces esperar el momento en que ya no
seremos siervos, sino amigos (Jn 15,15); es también esperar la hora en que
"reinaremos con él" (2 Tim, 2,12) y ese día sin término en que se cumpla lo que
por ahora es anuncio: "Ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y
ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol,
porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos." (Ap
22,4-5).
Fr. Nelson Medina, O.P.