XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Jesús nos pide vigilancia, llena de confianza: vivir de esperanza, estar en
vela, en fidelidad, edificando su cuerpo que es la Iglesia.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened ceñida la
cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que
aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas
venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los
encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la
mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de
madrugada y los encuentra así, dichosos ellos»” (Lucas 12,35-38).
1 . Jesús, quiero aprender lo que nos dirás estos días sobre la
vigilancia, esa actitud de espera activa y despierta que nos pides:
-“ Jesús decía: "Poneos el traje de trabajo" -"llevad ceñida la
cintura"- y "mantened las lámparas encendidas". Llevar puesto el
delantal es estar presto para el trabajo: es el "uniforme" de servicio;
también el atuendo del viajero el que llevaban los judíos para celebrar la
Pascua: el viaje del éxodo. Dispuestos a salir de viaje ("con las maletas
preparadas").
Tener la lámpara encendida, es estar siempre a punto, incluso
durante la noche, como las cinco muchachas prudentes que esperaban al
novio. Con el aceite de la fe, de la esperanza y del amor. Mirar hacia
delante. Ayer se nos decía que no nos dejáramos apegar a las riquezas,
porque nos estorbarán en el momento decisivo. Hoy, que vigilemos. Es
sabio el que vive despierto y sabe mirar al futuro. No porque no sepa gozar
de la vida y cumplir sus tareas del "hoy", pero sí porque sabe que es
peregrino en esta vida y lo importante es asegurarse su continuidad en la
vida eterna. Y vive con una meta y una esperanza. En las cosas de aquí
abajo afinamos mucho los cálculos: para que nos llegue el presupuesto,
para conseguir éxitos comerciales o deportivos, para aprobar el curso. Pero
¿somos igualmente espabilados en las cosas del espíritu? " Dichosos ellos,
si el amo los encuentra así ". Y escucharemos las palabras que serán el
colmo de la felicidad: " muy bien, siervo fiel, entra en el gozo de tu
Señor ". Y nos sentará a su mesa y nos irá sirviendo uno a uno (J.
Aldazábal).
Señor, quieres que estemos en alerta constante, siempre prestos a la
acción y preparados para servir día y noche. ¿Estoy yo preparado para
servir en todo instante, en todo momento?
-“ Pareceos a los que aguardan a que su amo vuelva de la boda
para, cuando llegue, abrirle en cuanto llame ”. Nos hablas de una
llegada de "improviso", oculta... ¿Estoy siempre a punto de recibir a Jesús?
"Vienes" de muchas maneras:
- en tu Palabra, propuesta cada día, esta allí... ¿Soy fiel a la oración?
- estás en todo hombre que necesita de mí... "he tenido hambre,
estaba solo..."
- en la Iglesia y lo que me propone, estas allí... "quien a vosotros
escucha, a mí me escucha..."
- en los acontecimientos, "signos de los tiempos", que es preciso
descifrar, estas allí...
- en mis alegrías y mis penas, en mi muerte y en mi vida estas allí.
Los hijos vuelven de la escuela: es Jesús quien viene y espera mi
disponibilidad. Un colega viene a pedirme que le eche una mano: es Jesús
quien viene. Se me invita a una reunión importante para participar en la
vida de la escuela, de la empresa, de la colectividad, de la Iglesia... ¿me
quedaré tranquilo en mi rincón? Estoy preparando la comida... Trabajo en
mi oficina, en mi despacho, en mi taller... Acepto una responsabilidad que
se me confía... Es Jesús que viene y al que hay que recibir.
-“ Dichosos esos criados si el Amo al llegar los encuentra "en
vela" ”. Velar, en sentido estricto, es renunciar al sueño de la noche, para
terminar un trabajo urgente, o para no ser sorprendido por un enemigo...
En un sentido más simbólico, es luchar contra el entorpecimiento, la
negligencia, para estar siempre en estado de disponibilidad. ¡Dichosos!
¡Dichosos ellos! (Noel Quesson)
-“ Os aseguro que el Amo se ceñirá el delantal, los hará
recostarse y les servirá uno a uno” . Es cosa inaudita que el amo haga
eso con sus siervos. Tanto en los momentos grandes como el momento de
nuestra propia muerte –en hora imprevista- como para la venida cotidiana
del Señor a nuestras vidas, en su palabra, en los sacramentos, en los
acontecimientos, en las personas. Si estamos despiertos, podremos
aprovechar su presencia. Si estamos adormilados, ni nos daremos cuenta.
2. San Pablo nos habla de la reunión de paganos y judíos y la única
Iglesia de Dios. Cristo es "paz". Inaugura una nueva humanidad en la que
todos somos iguales, y reconciliados con Dios. Cristo es la piedra angular
del edificio:
-“ Hermanos, recordad como en otro tiempo, estabais lejos del
Mesías, excluidos de la comunidad de Israel y extraños a las
alianzas, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. En otro tiempo
existían los "privilegiados" y los no «privilegiados». Y estaba prohibido a los
«goyims» -naciones paganas- atravesar el recinto del Templo que les
estaba reservado... bajo pena de muerte. Este desprecio de los «paganos»
había suscitado a su vez un anti-judaísmo muy generalizado. Perdón,
Señor, por nuestras estrecheces y por nuestras exclusiones…
-“ Es El, Cristo, nuestra «paz». De los dos, Israel y «gentiles»
ha hecho un solo pueblo”. Por su carne resucitada derribó el muro que
los separaba, el odio, suprimiendo las prescripciones jurídicas de la ley... El
japonés que en el sótano del hospital murió cuando el tsunami arreglando la
electricidad, dando la vida para la salvación de muchos, pudo encontrar a
Jesús ahí, sin conocerle, como también podemos nosotros que lo
conocemos.
Uno de los frutos esenciales de la redención es la unidad, la paz, la
supresión de los racismos, la destrucción de los «muros que separaban a los
hombres entre sí». Y esto es simbolizado por Pablo por la coexistencia en el
seno de la misma Iglesia de cristianos procedentes de Israel y cristianos
venidos del paganismo. Hoy, en nuestro mundo actual, en nuestra Iglesia
actual ¿cuáles son los riesgos y los puntos de ruptura, los puntos por los
que el odio se infiltra?
-“ Cristo quería reunir a unos y otros en la paz y crear en El
«un solo hombre nuevo»”. Unos y otros, reunidos en un «solo cuerpo»
quería reconciliarlos con Dios por la cruz. Estamos invitados por ti, Jesús, a
tener un mismo Padre, en fraternidad con los demás… Haz que comulgue
con tu voluntad, Señor. Entrar en la aventura del amor que «agrupa» que
«hace la paz», que «reconcilia», que «reúne»... esto cuesta la sangre de la
cruz. No es una empresa fácil. ¡Señor! ¡Haznos constructores de paz,
constructores de amor!
-“ En su persona dio muerte a la enemistad”. Señor, que trate yo
contigo de dar muerte a la enemistad.
-“ Por El, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un
mismo Espíritu. Ya no sois «transeúntes» ni «forasteros» sino
conciudadanos de los santos y familiares de Dios...” Estáis siendo
juntamente edificados hasta ser «morada de Dios» en el Espíritu. El
verdadero Templo de Dios no está hecho de piedras, sino de personas
vivas: Dios habita en la humanidad... Esto confiere una preeminente
dignidad a todo ser humano (Noel Quesson).
La imagen de la casa lleva consigo la imagen de la edificación. Israel
es la construcción por excelencia de Dios, que la ha "edificado" a lo largo de
una obra secular, preservándola de sus enemigos, asegurándole su
fidelidad, santificándola con una atención continuada. Pero los judíos
rechazaron a Cristo, la piedra angular, y han descartado piedras vivas, las
naciones paganas, a las que Dios contaba con incorporar en la construcción
(Jer 12,16). Cristo debía haber sido la piedra cumbre del edificio. Pero los
judíos la rechazaron y el edificio se ha derrumbado, y la destrucción del
templo reveló la ruina del edificio-Israel (Mt 23,37-38; 24,2).
Sin embargo, Dios continúa edificando su pueblo: reemplaza el
equipo de edificadores con Cristo y sus apóstoles. Hay que hacer notar el
carácter personalista de esta construcción: se trata de una acción personal
de Jesús, confiada a otras personas: por una parte, los apóstoles; por otra,
los cristianos venidos del paganismo. Pablo habla por vez primera de la
participación de todos los fieles en la obra de la edificación: hasta ahora
había reservado este privilegio a los apóstoles. Además, la edificación no
termina nunca, debido a la diversidad y perennidad de los ministerios, pero
siempre bajo el único impulso de Cristo (Maertens-Frisque).
3. Igual que Cristo hizo caer el muro divisorio entre Israel y el resto
de la humanidad, igual que en Berlín cayó felizmente el muro que separaba
el Este del Oeste, tal vez tendrán que desaparecer más muros en nuestra
vida personal o comunitaria, para que puedan cumplirse estas perspectivas
tan optimistas de Pablo y lo que ya el salmo cantaba: " Dios anuncia la
paz a su pueblo ".
Llucià Pou Sabaté