“Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas”
Lc 12, 32-48
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
DESCUBRIR A JESÚS COMO NUESTRA PAZ
En nuestra época nos urge más que nunca descubrir a Jesús como «nuestra paz», como
alguien que «ha reconciliado a los dos pueblos con Dios, uniéndolos en un solo cuerpo por
medio de la cruz y destruyendo la enemistad». Son, en efecto, demasiadas las propuestas
de falsas paces ofrecidas en el hipermercado de la sociedad en la que vivimos. En el
torbellino de las muchas «cosas que hemos de hacer» y de las pseudoseguridades con las
que ponernos a cubierto del dolor y de la muerte, vamos cayendo poco a poco y con
facilidad en el embotamiento espiritual. En vez de vivir con la conciencia de que esta vida
es sólo la «preparación» del poema de amor y de plena felicidad que Dios nos ha
preparado en Cristo, convertimos la vida presente en un absoluto, como si el bienestar
actual -de todo tipo- lo fuera todo.
Pero cuando no salen las cuentas y nos encontramos heridos y decepcionados, ¿a qué
vamos a recurrir, sino a psicofármacos o a otras soluciones «paliativas»? Aquí es donde se
revela la formidable actualidad de vivir existencialmente a Cristo como «nuestra paz». Es
menester pedirle que destruya la enemistad dentro de nuestro corazón: esa enemistad
que nos impide aceptarnos a fondo a nosotros mismos y nuestra historia personal; esa que
nos hace diferentes a los otros, competitivos y hostiles; esa que cierra sustancialmente
nuestros ojos frente al único fulgor en el que adquieren sentido la fatiga y la belleza del
existir: la cruz de Cristo. Entonces, manteniendo bien encendida la lámpara de una fe que
se vuelve cada vez más confianza, nos mantendremos vigilantes, es decir, bien despiertos y
preparados. Se trata de estar trabajando cuando venga el Señor, esto es, de vivir en una
actitud plenamente humana y digna del seguidor de Cristo: en una actitud de
disponibilidad, impulso, espera y confianza total. Si nos encuentra, el Señor no se dejará
ganar en generosidad: se convertirá en nuestro siervo, introduciéndonos en el banquete
donde la vida se transformará en una eterna fiesta nupcial.
ORACION
Tú eres, Señor Jesús, mi paz. Ayúdame a comprenderlo no sólo con la mente, sino de un
modo existencial, en el orden concreto de las horas vividas no sólo para ti, sino junto a ti.
Que yo no caiga en el embotamiento, seducido por seguridades sólo materiales. No
permitas tampoco que me deje esclavizar por el legalismo y el formalismo. Concédeme un
corazón sereno, vigilante y despierto en el cumplimiento de todo lo que complace al Padre.
Derriba en mí todo muro de división, toda intolerancia y enemistad, toda forma -aunque
sea larvada- de prevaricación y desamor. Con tu muerte en la cruz has acogido a todos los
hombres en tu corazón, reconciliándolos con Dios dentro del único cuerpo que es la Iglesia.
Hazme vivir, pues, reconciliado, en la alegría de llegar a ser «morada de Dios por medio del
Espíritu».