> aahomiletica024730 UNPDF
“LA HUMILDAD”
Carta pastoral de Monseñor Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas
Trigésimo domingo durante el año – 28 de Octubre 2012
El Evangelio de este domingo (Mc. 10,46-52), nos sitúa ante “la humildad”, una virtud indispensable
para todo hombre y sociedad que se debe proponer madurar en el diálogo y la armonía, en los
consensos y diferencias, ante tantas formas de autoritarismos e intolerancia. Todos y siempre somos
necesitados. Los cristianos sabemos que necesitamos de Dios y de la ayuda de nuestros hermanos. El
Evangelio de este domingo nos presenta “al hijo de Timeo-Bartimeo, un mendigo ciego, sentado
junto al camino… “Al verlo a Jesús le implor: “Hijo de David, ten piedad de mí!. “El Seor lo hizo
llamar y le pregunt: “Qué quieres que haga por ti?... Él le respondi: “Maestro que yo pueda ver”
(Mc.10,51). Solo desde la virtud de “la humildad” podemos “ver” más profundamente la realidad. La
nuestra en primer lugar, y la de los demás. La humildad nos libera de posturas y trajes artificiales que
siempre nos esclavizan con imágenes falsas que tenemos que alimentar, y también la humildad nos
libera sobre la verdad de los otros, ya que muchas veces inventamos fantasmas que no corresponden
a la realidad, o bien analizamos la realidad y a los otros, desde nuestras fantasías y prejuicios, y esto
solo nos lleva a odios y divisiones, y quizá hasta la violencia. Podemos implorar como el ciego del
Evangelio que todos como sociedad nos sintamos necesitados de Dios y sobre todo pidamos que
podamos ver.
Como Iglesia diocesana también vivimos un momento de gracia después de haber recibido el don de
Aparecida y de nuestro primer Sínodo Diocesano en 2007, en donde hemos pedido y seguimos
pidiendo como el ciego del Evangelio “Maestro que podamos ver”… Con especial satisfacción puedo
señalar que la mayoría de las parroquias durante el año se han preparado para vivir la Asamblea
Diocesana que hemos tenido en junio de este año y han captado la necesidad de revisar el camino de
discipulado y misión tanto de los agentes de pastoral, como el revisar las estructuras pastorales.
Como pide Aparecida, desechar las estructuras obsoletas, y adecuar y potenciar aquellas que sirvan
para que nuestras comunidades sean más evangelizadoras y misioneras. Desde ya que este es un
camino exigente, y si bien “muchos” lo entienden, otros lo ven como un nuevo problema que se les
coloca y molesta… Estos “no ven” la necesidad del pedido de conversin personal y pastoral, para
misionar.
Con alegría podemos señalar que aun con las dificultades que siempre encontramos en toda realidad
y en nuestros propios corazones, ha penetrado con hondura y humildad en nuestros sacerdotes,
consagrados y laicos el pedido que realiza el documento de Aparecida: “Esta firme decisin
misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de las diócesis,
parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna
comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes
de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que no favorezcan la transmisión de
la fe.
La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del
Reino de Vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y
laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica
escuchar con atencin y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap.2,29), a través
de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta” (365-366).
Este planteo que con humildad y esperanza realizamos en orden a revisar nuestras estructuras formas
de organización para cumplir mejor con nuestra misión, también es necesario que se lo plantee toda
estructura de poder que pretende servir en las diversas formas de organización social, cultural o
política… Siempre como es natural hay formas de organizacin que con el tiempo y los cambios van
quedando obsoletas. A veces peor en vez de servir al bien común, van tornándose en estructuras que
solo sirven a algunos, o bien son generadoras de formas de corrupción. ¿Quién tiene la iniciativa para
revisar con grandeza y magnanimidad todo esto que no sirve más, y que puede estar dañando al bien
común?.
En el texto del Evangelio de este domingo, el ciego al borde del camino, con humildad le implora a
Jesús: “Hijo de David, ten piedad de mí!”, y le pide aquello que necesita: “Maestro que pueda
ver!”. Nosotros también necesitamos pedir a Jesús con humildad: ¡que podamos ver!.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas