XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Flp. 1,1-11: El día de Cristo.
b.- Lc. 14, 1-6: ¿Es lícito curar en sábado o no?
En este evangelio contemplamos a Jesús, en casa de un jefe de los fariseos,
hombre piadoso, fiel a la ley de Moisés (cfr. Lc. 8, 41; 23,13.35; Jn. 3,1). Era
sábado, día en que se conmemoraban: la creación y la liberación de la esclavitud de
Egipto (cfr. Ex. 20, 8-11; Dt. 5, 12-15). Como día de fiesta se comía tres veces, lo
principal al mediodía, luego del culto de la sinagoga. Se tenían invitados, a los que
se les daba de comer bien, lo mismo para los pobres, huérfanos y forasteros, se les
saciaba su hambre y se hacía el bien con ellos. En este ambiente de fiesta del
sábado, sobre la elección de Israel de parte de Dios, era día de reconocer la
fidelidad de Dios, es el Señor que santifica a su pueblo (cfr. Ex. 31,13). La gloria
eterna era pensada, como un sábado sin fin (cfr. Hb.4, 9). Jesús quiere culminar la
obra de Dios; es invitado de honor, como si fuera doctor de la ley, como profeta
(cfr. Lc. 7, 16-17). Pero también se le observa desde la religiosidad farisaica:
¿quién era Jesús? (cfr. Lc. 7, 39), si cumplía o no la ley, como en casa del fariseo
Simón (cfr. Lc.11, 37-57), ahora será enjuiciado, acerca de la santificación del
sábado. En el fondo, los fariseos piensan que no es un profeta de Dios, no habla
como enviado de Dios, no responde a sus expectativas, y sobre todo a su doctrina.
Ellos consideraban, que su camino de observancia exacta de la ley, era la forma de
presentar a Dios un pueblo santo, con la santificación del sábado. Los pecadores
quedaban, por lógica, fuera de esta comunidad, no pensaban que pudiera haber
otro camino para ir a Dios. El enfermo, no invitado, es un hidropónico, que había
ido a ver a Jesús (cfr. Lc. 7, 37; 19, 3). La enfermedad, la consideraban un castigo
de una vida inmoral, se atrevían incluso, a señalar que enfermedad escondía cada
enfermedad. Todas las miradas están centradas en Jesús y el hidrópico; procede
con autoridad y toma la palabra. La pregunta de Jesús a los fariseos, ya la habían
contestado hacía tiempo: si el enfermo estaba en peligro de muerte se podía violar
el sábado, pero si no era sí, había que dejar pasar el sábado, y entonces recibía
ayuda (v.3). Este no era el caso, no había peligro de muerte, por lo tanto, la
pregunta es más bien una provocación, hay que repensar la interpretación dada
hasta ahora (cfr. Mt. 5, 17-48). Ante el silencio de los fariseos, Jesús, llama al
enfermo, y lo sana en su presencia. La curación es un signo, Dios está con ÉL, obra
por medio de ÉL, con su misma autoridad (cfr. Hch. 10, 38); mientras ellos
privilegian la observancia del sábado, Jesús le devuelve al sábado su sentido
original, día de salvación y amor, misericordia de Dios para con el hombre. Solo así,
el sábado se convierte en el día del Señor. El enfermo, se marcha sano en el día del
Señor, porque encontró a Jesús. A la segunda pregunta de Jesús, tampoco
responden (v.6); cuando sus intereses estaban en peligro, como el caso de un buey
que cae en un pozo o un hijo, entonces interpretaban humanamente la ley: hay que
salvarlos, pero si no es así, el enfermo o el prójimo, niegan a los demás, lo que se
dan a sí mismos. La ley, no puede poner límites al amor, tampoco el amor de Dios,
conoce límites; el Reino de Dios que anuncia Jesús, es el reinado de la misericordia
divina. En la Iglesia, encontramos de palabra y de obra la acción redentora de
Jesucristo, el gran acontecimiento de la misericordia divina, perpetuado por ÉL, en
el día del Señor: el banquete de la Eucaristía. Ésta debe darnos la fortaleza, para
encarnar entre los hombres el gran amor de Dios, don y responsabilidad nuestra. El
banquete eucarístico, que celebramos como día del Señor cristiano, está en medio
del sábado judío, y el banquete en el reino de Dios. Lo importante que Dios está
presente siempre, y nos comunica la salvación a todos.