EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Trigésimo Domingo del tiempo ordinario B
Libro de Jeremías 31,7-9.
Porque así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las
naciones! Háganse oír, alaben y digan: "¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto
de Israel!".
Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay
entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran
asamblea la que vuelve aquí!
Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los
torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un
padre para Israel y Efraím es mi primogénito.
Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6.
Canto de peregrinación.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.
Hasta los mismos paganos decían:
"¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!".
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.
Carta a los Hebreos 5,1-6.
Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en
favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de
ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los
descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino
también por los propios pecados.
Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que
la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy.
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden
de Melquisedec.
Evangelio según San Marcos 10,46-52.
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos
y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba
sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de
David, ten piedad de mí!".
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de
David, ten piedad de mí!".
Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron:
"¡Animo, levántate! El te llama".
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que
yo pueda ver".
Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por
el camino.
Comentario del Evangelio por :
Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina
Ejercicios, n°6; SC 127
«Maestro, que pueda ver»
En ti, Oh Dios vivo, mi corazón y mi carne se estremece, y mi alma se
regocija en ti, mi verdadera salvación. ¿Cuándo te verán mis ojos, Dios de los
dioses, Dios mío? ¿Dios de mi corazón, cuándo me regocijarás con la visión de la
dulzura de tu rostro? ¿Cuándo colmarás el deseo de mi alma con la manifestación
de tu gloria?
¡Dios mío, tu eres mi herencia escogida de entre todos, mi fuerza y mi gloria!
¿Cuándo entraré en tu omnipotencia para ver tu fuerza y tu gloria? ¿Cuándo en
lugar del espíritu de tristeza me revestirás con el manto de la alabanza, para que
unida a los ángeles, todos mi ser te ofrezca un sacrificio de aclamación?
¿Dios de mi vida, cuándo entraré en el tabernáculo de tu gloria, para poder
cantarte en presencia de todos los santos, y proclamar con el alma y el corazón que
tus misericordias para conmigo han sido magníficas? ¿Cuándo se romperá la red de
esta muerte, para que mi alma pueda verte sin intermediario?... ¿Quién resistirá a
la vista de tu claridad? ¿Cómo podrá verte el ojo y oírte la oreja, contemplando la
gloria de tu rostro?
(Referencias bíblicas: Sal. 83,3; Sal. 70,16; Lc 1,47; Is 61,10; Sal. 26,6; Gn 19,19)
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