GRITEN JUBILOSOS”, “ACLAMEN”, “HÁGANSE OÍR, ALABEN Y
DIGAN: EL SEOR HA SALVADO A SU PUEBLO”, ¡GRANDES COSAS
HIZO EL SEOR POR NOSOTROS!, “TÚ ERES MI HIJO, YO TE HE
ENGENDRADO HOY». COMO TAMBIN DICE EN OTRO LUGAR: “TÚ
ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE, SEGÚN EL ORDEN DE
MELQUISEDEC”. “¡JESÚS, HIJO DE DAVID, TEN PIEDAD DE MÍ!”
“QU QUIERES QUE HAGA POR TI?” “MAESTRO, QUE YO PUEDA
VER”.
Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXX Ciclo B
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. TU FE TE HA SALVADO
La ceguera de los discípulos –es decir, su incapacidad de entender y seguir
a Jesús– requiere una intervención sanadora del propio Jesús. Es lo que
aparece en el evangelio del domingo trigésimo (10,46-52). Bartimeo se
convierte en modelo del verdadero discípulo que, reconociendo su ceguera,
apela con una fe firme y perseverante a la misericordia de Jesús y, una vez
curado, le sigue por el camino. Sólo curado de la ceguera e iluminado por
Cristo se le puede seguir hasta Jerusalén y adentrarse con Él por la senda
oscura de la luz. Así Bartimeo se convierte en signo de la multitud doliente
de desterrados que por el camino de Jerusalén –por el camino de la cruz– es
reconducida por Cristo a la casa del Padre (1ª lectura: Jer 31,7-9).
Es de resaltar la insistencia de la súplica del ciego –repetida dos veces– y su
intensidad –a voz en grito, y cuando intentan callarle grita aún más–, una
súplica que nace de la conciencia de su indigencia –la ceguera– y sobre todo
de la confianza cierta y segura en que Jesús puede curarle –de ahí la
respuesta sorprendente de Jesús: “tu fe te ha salvado”–
En la manera de escribir, el evangelista está sugiriendo con fuerza que la
falta de fe se identifica con la ceguera, lo mismo que la fe se identifica con
recobrar la vista. El que creé en Cristo es el que ve las cosas como son en
realidad, aunque sea ciego de nacimiento –o aunque sea inculto o torpe
humanamente hablando–; en cambio, el que no cree está rematadamente
ciego, aunque tenga la pretensión de ver e incluso alardee de ello (Jn 9,39).
Es significativa también la petición –“Ten piedad de mí”–, que tiene que
resultarnos muy familiar, porque todos necesitamos de la misericordia de
Cristo. Pero no menos significativo es el hecho de que esta compasión de
Cristo no deja al hombre en su egoísmo, viviendo para sí. Se le devuelve la
vista para seguir a Cristo. El que ha sido librado de su ceguera no puede
continuar mirándose a sí mismo. Si de verdad se le han abierto los ojos, no
puede por menos de quedar deslumbrado por Cristo, sólo puede tener ojos
para Él y para seguirle por el camino con la mirada fija en Él.
2. PRIMERA LECTURA
Un pueblo desterrado y disperso entiende la salvación en términos de
regreso a la patria. Como un nuevo éxodo y marcha por un desierto
transformado. El resultado no es una nación que se reconstruye. Es un resto
que congrega la fragilidad y la debilidad humanas, redimidas. La redención
está en que el Señor se le ha revelado padre y salvador.
Lectura del libro de Jeremías 31, 7-9
Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de
las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «El Señor ha salvado a su
pueblo, al resto de Israel!» Yo los hago venir del país del Norte y los
reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados,
mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que
vuelve aquí! Habían partido llorando, pero Yo los traigo llenos de
consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano,
donde ellos no tropezarán. Porque Yo soy un padre para Israel y Efraím
es mi primogénito.
Palabra de Dios
3. JEREMIAS
Jeremías, en hebreos es Yirmeyahu: “Yahvé exalta”?). Aparece en la
introducción histórica a sus profecías como “hijo de Releías, del linaje de los
sacerdotes que habitaban en Anatot,” (1 Jer 1:1) la actual Anata, a unos
cuatro kilómetros al nordeste de Jerusalén, camino del desierto, que era
también la patria del sumo sacerdote Abiatar, (1 Re 1:26) a cuya familia
sacerdotal podía pertenecer el profeta.
Cuando Jeremías era aún muy joven, en el año del reinado de Josías, fue
llamado al ministerio profético, (Jer 1:2-19) que ejerció durante los reinados
de este rey y de sus sucesores Joacaz y Joaquim, Joaquín o Jeconías, y
Sedecías y aún sobrevivió a la catástrofe nacional del 586 a.C.
Jeremías fue llamado por Dios, “Entonces me fue dirigida la palabra del
Señor en estos términos”: y le aseguro: “Por tu parte, te apretarás la cintura,
te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no
te haré yo desmayar delante de ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he
convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a
toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus
sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra, mas no podrán
contigo, pues contigo estoy yo para salvarte”. (Jeremías 1, 11. 17-19)
Su vida fue muy agitada, ya que tuvo que sufrir en los vaivenes de la política
después de la muerte del piadoso rey Josías. Durante el reinado de éste,
colaboró extraordinariamente en la reforma religiosa emprendida cuando fue
hallado el libro de la Ley en los cimientos del templo. Su vida, en este
sentido, es paralela a la de Isaías, que un siglo antes había prestado auxilio
moral en la reforma religiosa emprendida por el también piadoso rey
Ezequías.
Bajo el rey Joaquim (609-598), el profeta Jeremías tuvo que sufrir mucho, en
primer lugar de sus propios conciudadanos de Anatot; y en Jerusalén, por
recriminar la impía conducta del pueblo, fue encarcelado (Jer 19:1-20,6); y
por anunciar la ruina de la ciudad, los sacerdotes quisieron atentar contra su
vida, siendo librado de la muerte por algunos príncipes que recordaron la
profecía de Miqueas sobre la destrucción de Jerusalén. (Jer 26:1-19)
4. EL SEÑOR ES UN PADRE PARA ISRAEL, PARA LA IGLESIA,
PARA CADA UNO DE NOSOTROS.
“Hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y
parturientas” En la historia de la salvación, solo a la luz de la fe y de la
Revelación puede el hombre descubrir los designios amorosos de Dios en
los acontecimientos de la vida.
El anuncio de la inminente liberación está formulado por el profeta con una
invitación litúrgica a celebrar y alabar al Señor, porque ha cumplido su obra a
favor del pueblo elegido. La felicidad de Israel proviene únicamente de la
bondad y omnipotencia de su Dios tanto en el pasado como en el futuro. A Él
va dirigida toda la alabanza y toda gloria. La Biblia es un inmenso coro de
cantos de exultación y de gratitud por las continuas intervenciones salvíficas
del Señor.
El Señor invita a celebrar el retorno glorioso de Israel, la primera de las
naciones; “Así habla el Seor: Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la
primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «El Señor ha
salvado a su pueblo, al resto de Israel!” , en cuanto que ha sido escogida
por El como heredad particular para que participara de sus beneficios
materiales y espirituales. Por eso es su pueblo, y ésa es la razón de que le
haya salvado, a pesar de estar reducido a un resto, después de tantas
calamidades y guerras.
A continuación describe el retorno de la Diáspora y de los extremos de la
tierra; “Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los
extremos de la tierra.” El retorno será completo, alcanzando aun a los
enfermos físicos e impedidos; “hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres
embarazadas y parturientas . Ningún obstáculo se opondrá a la
manifestación de la omnipotencia liberadora del Señor, que los guiará y
asistirá paternalmente durante la travesía de retorno. La caravana de los
repatriados es inmensa. El profeta se complace en contemplar la
muchedumbre que retorna: ¡qué gran comunidad la que vuelve! Y
contrapone dos situaciones históricas: Salieron entre llanto; “Habían partido
llorando”, en otro tiempo camino del destierro, y ahora vuelven con
consolaciones bajo la guía paternal del Señor, que dirige la repatriación,
facilitando el paso de la caravana por caminos llanos para que no
tropiecen; “los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano,
donde ellos no tropezarán”, llevándolos a las corrientes de las aguas.
El paso por el desierto lleva consigo el peligro de perecer de sed. Pero esto
no ocurrirá en el retorno de los exilados por el desierto, ya que el Señor, que
los guía personalmente, se encargará de llevarlos por senderos que lleven a
los oasis y pozos que jalonan las rutas de la estepa para los que las
conocen. Porque el Señor es el Padre de Israel, que siente un afecto
profundo hacia el pueblo que ha elegido y criado como hijo suyo; “Porque
Yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito”. Efraím era la
tribu principal del reino del Norte, y aquí es sinónimo del mismo, que es el
primogénito de Dios, según expresión conocida aplicada a Israel en general.
5. SALMO
Y con razón seguimos gozando con el Salmo 125 : “Cuando el Señor
cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se
llen de risas y nuestros labios, de canciones”. “Hasta los mismos
paganos decían: El Seor hizo por ellos grandes cosas!” . Así es. Por
eso en la liturgia cristiana siempre cantamos con alegría al Señor.
Sal 125,1-6
R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían: «El Señor hizo por ellos grandes
cosas!» ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos
rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que
siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve
cantando cuando trae las gavillas. R.
6. PLENA RESTAURACIÓN DE LA NACIÓN.
Este salmo es un bello poema donde se refleja la situación moral de los
repatriados de la cautividad babilónica, los cuales, de un lado, están gozosos
al ver que se han cumplido las profecías del Señor sobre el final del exilio,
pero al mismo tiempo sufren grandes penalidades y ansían que la nación
recupere su plenitud política y económica, como en los tiempos antiguos. Los
vaticinios proféticos hablaban de una reconstrucción gloriosa, pero la
realidad es mucho más modesta; y, por ello, las almas justas que vivían de
las promesas mesiánicas esperaban el cumplimiento de los deslumbradores
vaticinios de los profetas.
El retorno de la cautividad resultó tan insólito, que los que asistían al
espectáculo no creían lo que veían, como si fuera un sueño. El júbilo popular
fue grande al ver llegar las caravanas después del decreto de retorno
firmado por Ciro, conquistador de Babilonia (538 a. C.). Los mismos paganos
estaban admirados del cumplimiento de los antiguos oráculos sobre el
retorno de los exilados. El Señor había cumplido sus promesas. El salmista
se suma a esta admiración por las magnificencias de su Dios; “El Seor
hizo por ellos grandes cosas! ¡Grandes cosas hizo el Señor por
nosotros y estamos rebosantes de alegría!”, pero desea que se cumplan
las antiguas promesas de restauración plena.
Con bellas metáforas anuncia la futura transformación de la nación
israelita: “Cambia, Seor, nuestra suerte como los torrentes del
Négueb!”, Los torrentes del Negueb están secos en verano y se llenan de
agua en el otoño con las primeras lluvias impetuosas, así la nación israelita
recuperará su plena vitalidad nacional; y como los que siembran lo hacen
con no pocas penalidades, pero sus trabajos son compensados con la
recolección de las ricas gavillas, así los israelitas ahora trabajan
penosamente en la reconstrucción de la nación, pero al fin verán alegres
coronada su obra y sentirán la íntima satisfacción del “sembrador” que
recoge su mies, que le compensa de los trabajos de siembra. “El
sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas”.
La frase tiene un aire de proverbio, que refleja bien la situación psicológico-
moral de los repatriados en los tiempos de Zacarías y aun después, en la
época de Esdras y Nehemías. La hostilidad de los pueblos vecinos agravaba
su penuria material, y sólo la esperanza de un futuro mejor podía reanimar a
aquellas gentes depauperadas y desilusionadas. ¡Grandes cosas hizo el
Señor por nosotros!
7. SEGUNDA LECTURA
JESÚS, ES QUIEN ELIGE DE ENTRE SUS DISCÍPULOS AQUELLOS QUE
DEBEN PARTICIPAR ESPECIALMENTE DE SU SACERDOCIO
MINISTERIAL.
El sacerdote no es un hombre aparte, sino un miembro de la comunidad con
la que comparte la vida y la muerte. Precisamente por participar de la misma
condición humana de los otros puede cumplir con su misión de mediador
entre Dios y los hombres. Decía al respecto el beato Santiago Alberione: “Es
absolutamente necesario que trabaje por la salvación de los demás, y que en
la propia bandera escriba yo-Dios- pueblo”.
Jesús, Testigo del Padre y Pontífice y Mediador de nuestra salvación, es
quien elige de entre sus discípulos aquellos que deben participar
especialmente de su sacerdocio ministerial. Escribe San Juan
Crisóstomo: “Al preguntar a Pedro si le ama, no se lo pregunta porque
necesite conocer el amor de su discípulo, sino porque quiere mostrar el
exceso de su propio amor. Y así al decir: “¿quién es el siervo fiel y
prudente?” no lo dice como ignorando quién es, sino para enseñarnos la
singularidad de este hecho y la grandeza del oficio. Mira si es grande,
mirando su recompensa: por él lo constituye sobre todos sus bienes, y
concluye que, moralmente, el sacerdote debe sobresalir por su santidad”
(Sobre el Sacerdocio 2,1-2).
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6
Hermanos: Todo Sumo Sacerdote del culto antiguo es tomado de entre
los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo
aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y
sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que
pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está
sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no
solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios
pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios
como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria
de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquél que le dijo: «Tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy». Como también dice en otro
lugar: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec”.
Palabra de Dios.
8. JESUCRISTO ES NUESTRO “SUMO SACERDOTE” ,
La finalidad de este fragmento, es probar que Jesucristo es nuestro “Sumo
Sacerdote” , cuyo título ostenta con todo derecho. El razonamiento es muy
sencillo: se señalan primeramente los caracteres que todo sacerdocio debe
tener para poder presentarse como legítimo y eficaz; “en favor de los
hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios”, “a fin de
ofrecer dones y sacrificios por los pecados” , haciendo luego aplicación a
Jesucristo; “ Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser
Sumo Sacerdote, sino que la recibi de Aquél que le dijo: “Tú eres mi
Hijo, yo te he engendrado hoy”. Es de notar, sin embargo, que el autor de
la carta de los Hebreos, más que discurrir sobre el sacerdocio en abstracto,
está con la vista puesta en el sacerdocio levítico, valiéndose de términos y
nociones que eran familiares a sus lectores judíos. Con todo, no puede
negarse que su descripción del sacerdocio, no obstante esa limitación de
perspectiva, contiene cierto carácter de universalidad, al menos con
referencia a la humanidad actual, afectada por el pecado original.
Las cualidades exigidas a “Todo Sumo Sacerdote” están indicadas en los
primeros versículos, pertenecer a la humanidad y representar a ésta en las
cosas que miran a Dios, “ofrecer dones y sacrificios por los
pecados”, capacidad para compadecerse de las ignorancias; “mostrarse
indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados”, y
debilidades de aquellos a quienes representa, elección o llamada divina . De
estas condiciones, “sacrificios por los pecados”, y “mostrarse indulgente
con los que pecan”, están íntimamente relacionadas.
También “ofrecer dones y sacrificios por los pecados”, están
íntimamente relacionadas. “Por eso debe ofrecer sacrificios, no
solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios
pecados”. Si, como representante de hombres, el sacerdote conviene que
sea miembro de la sociedad que representa, y no un ángel, por la misma
razón conviene que, aleccionado por la propia experiencia de hombre sujeto
a flaquezas, esté inclinado a la misericordia y compasión con los que se
equivocan. La última de las condiciones señaladas es la vocación o llamada
divina; “Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como
lo fue Aarn”. . Sin esa llamada, inmediata o mediata, el sacerdote no podría
llenar el objeto primordial del sacerdocio, que es el de ser mediador entre
Dios y la humanidad. Se trata de un “honor,” pero de un honor lleno de
responsabilidad, y nadie puede tomárselo por propia iniciativa.
Expuestas así las condiciones de “todo Sumo Sacerdote” viene ahora la
aplicación a Jesucristo. Se comienza por la última de las condiciones
señaladas: la llamada divina. La prueba de que Jesucristo, nuestro sumo
sacerdote, no se arrogó por sí mismo la dignidad del sacerdocio, sino que
fue llamado a ella por Dios; “Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la
gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquél que le dijo:
Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”, esta expresión la tomo el auto
de Salmo 2,7. “Como también dice en otro lugar: “Tú eres sacerdote
para siempre, según el orden de Melquisedec”. Esta expresión a tomo el
auto del Salmo 110,1, (ambos salmos son mesiánicos).
9. EVANGELIO
Como siempre, es la fe la que únicamente puede captar el sentido de un
signo milagroso. Bartimeo, el mendigo ciego, sentado junto al camino, sin
esperanzas en la vida, no creyó porque fue curado, sino al contrario, fue
curado de su ceguera porque tenía fe. Es más, todo el relato indica que
Bartimeo estaba esperando a Jesús con el corazón confiado. Y el Maestro se
acerca a él en actitud dialogante a preguntarle: “qué quieres que haga por
ti?”. A lo que Bartimeo respondió: “Maestro, que yo pueda ver”.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una
gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba
sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el
Nazareno, se puso a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
“Hijo de David, ten piedad de mí!”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”.
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “Animo, levántate! Él te llama”.
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia
El. Jesús le pregunt: “Qué quieres que haga por ti?” Él le respondi:
“Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”.
En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor .
10. BARTIMEO, UN MENDIGO CIEGO
“El hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al
camino”. Este relato lo encontramos en los evangelios según San Marcos y
según San Mateo, la diferencia esta en que Mateo pone la curación de dos
ciegos, y Marcos de uno. Otra diferencia es que Marcos es el único que da el
nombre de éste, “Bartimeo”, el hijo de Timeo”. Ambos relatos, mencionan
que el milagro tiene lugar al salir Jesús de Jericó; “Cuando Jesús salía de
Jeric” , en cambio en le relato de Lucas al acercarse a Jericó. Se han
propuesto diferentes teorías para armonizar esto, pero los evangelistas no
dan grandes precisiones, pero al exponer que el ciego “estaba sentado
junto al camino” , nos sugiere que está fuera de la ciudad, pues el ciego,
curado, seguía a Jesús por el camino, y la curación la pone a la salida de
Jericó.
11. UN CIEGO VE LA LUZ DEL MUNDO
“Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
“Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. El ciego estaba pidiendo
limosna, “al enterarse de que pasaba Jesús”, a quien lo
acompañaban “sus discípulos y de una gran multitud”, seguramente
preguntó qué sucedía. El ciego y mendigo no conocía a Jesús, por supuesto
él no lo había visto antes. Es así como él pregunta porque tanta gente. Así
fue como él se entero de que pasaba Jesús, el Nazareno.
Con todo, el “ se puso a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” .
Cabe entonces una pregunta ¿Si no lo conoce y nunca la ha visto, por qué
llama a Jesús así? Ciertamente, el título de “Hijo de David” es título
mesiánico. Con ello lo están proclamando Mesías.
¿Cómo conoce este ciegos la mesianidad de Cristo?, el sin ver como los que
tienen la vista sana, ve la Luz del Mundo.
Que el ciego le grite a Jesús, es señal de su confianza en el poder de Jesús,
es así como el Señor lo manda a llamar y le pregunta “Qué quieres que
haga por ti?”. Jesús quiere constatar bien el milagro en su confianza. Que
no se vaya sólo por un provecho material (Jn 6:26.27), o sólo se lo pida a
título de ensayo a ver lo que pasa. El ciego le responden su confianza
diciendo: “Maestro, que yo pueda ver”.
¿Cómo estaría nuestro corazón si estuviéramos al alcance de las manos del
Señor, esperando que Él nos toque y nos acaricie? En el Evangelio de
Mateo, donde son dos los ciegos, Jesús tocó sus ojos. Y, al tiempo que
ponía sus manos en los ciegos, aquellos ojos sin luz, les dijo: “Que se haga
en ustedes conforme a su fe”. Y en ese momento recobraron la vista. Ahora
imaginemos ¿como se habrán sentido estos dos ciegos o en el caso de
Bartimeo, luego de curados, es decir que ya no son ciegos y ver la Luz de
Cristo?
12. “¡ANIMO, LEVÁNTATE! EL TE LLAMA”.
“Animo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso
de pie de un salto y fue hacia El”
Jesús, no solo esta atento a atendernos para aliviar nuestros padecimientos,
además él no deja de llamarnos aún en medio de la oscuridad, habla de
corazón a corazón; en oírle está todo nuestro bien. Y cuando Jesús llama,
todo cambia.
Hay que estar atento del paso de Jesús por nuestra vida, en este relato el
ciego estaba sentado junto al camino y el paso del Señor le cambio la vida,
lo transformo en un hombre nuevo. Quizá a nosotros nos encuentre en
cualquier recodo del camino, y tengamos por seguro, que Jesús espera que
nosotros, a igual que Bartimeo, con todo el ánimo del mundo nos pongamos
a su servicio y le sigamos con fidelidad.
Ciertamente, muchas veces nos hace falta ese “ánimo animoso” tan
teresiano para ser como Bartimeo, ante este llamado donde se puso de pie
de un salto y fue hacia Jesús. Teresa nos dice: “Harto gran misericordia
hace a quien da gracia y ánimo para determinarse a procurar con todas sus
fuerzas este bien; porque si persevera, no se niega Dios a nadie; poco a
poco va habilitando Él el ánimo para que salga con esta victoria”. (Vida 1,
4.5.)
13. ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?
¿Qué mas quiero, Señor, que oír tu voz? ¿Qué más puedo pedir? ¿Qué otra
cosa puedo buscar?
“Jesús le pregunt: “Qué quieres que haga por ti?”. Quizás como
muchos judíos, sabían que el Mesías nacería de la estirpe de David, ¿pero
como iba a saber que era El que pasaba por allí? Como sería que los que
iban delante lo “reprendían para que se callara” , “pero él gritaba más
fuerte”. Bartimeo, dándonos un gran ejemplo, no se acobardó, como
sabiendo que la fe que lucha, es la que triunfa por sobre los obstáculos.
“Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Jesús, oye y se detiene a la voz del
que lo llama con fe y así es como mira a los que lo invocan. Entonces,
deteniéndose manda que le traigan a este hombre que le había llamado y
cuando estuvo cerca le pregunta; “Qué quieres que haga por ti?”. La
pregunta se la hace por su natural misericordia y para que los presentes
vean que el ciego no pedía limosna, sino que la gracia divina y lo hacía con
fe. Entonces cuando el ciego expuso su petición, Maestro, que yo pueda ver,
Jesús le dice : “Vete, tu fe te ha salvado”.
Los beneficios del Señor se obtienen por la fe y según sea esta es la gracia
que se recibe. Mientras mas abras la ventana de tu corazón, más luz entrará.
Las palabra de Jesús, se transforman en luz para los ciegos.
El Evangelio continúa; “En seguida comenz a ver y lo sigui por el
camino” . En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús,
glorificando a Dios. Un doble beneficio gana el ciego, la vista y la fe en Dios,
esto es, termina con su ceguera corporal y aumenta su fe en el Señor. Al ver
esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Muchos son los que desconocen la luz y viven en las tinieblas, pero quien se
acerca a la verdadera Luz, esto es a Jesús, vera la luz eterna.
14. MIENTRAS MÁS SE CLAME O MÁS SE PIDA, MAS SE
RECIBE
El ciego nos demuestra que mientras más se clame o más se pida, mas se
recibe. Así como cuando insistimos en la oración con toda nuestra
vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista
perdida.
Expone el relato del Evangelio, “pero él gritaba más fuerte”, para que se
oiga por sobre el ruido que produce el tumulto, así nuestra oración debe
oírse por sobre todo lo demás, con insistencia, por encima de la ceguera que
nos rodea, para que el mundo sea testigo de la luz de Jesús.
La fe salvo al ciego, y la fe puede salvarnos a nosotros, siempre que nuestra
fe sea como la del ciego, confiada, firme y perseverante.
Y cuando recibamos beneficios del Señor, seamos como el ciego de Jericó,
que recobro la vista y siguió glorificando a Dios.
Jesús, siempre estará esperando que acudamos a El, si le llamamos siempre
vendrá nosotros a iluminarnos.
¿Que aprendemos de este relato? el que sigue a Jesús, ha de ver la verdad,
como este ciego que llama a Jesús para pedir como cuando nos hemos
enceguecido, “Señor ten piedad, Cristo ten piedad”. Jesucristo, igual que
siempre, actúa mostrando su gran corazón misericordioso. Jesús sabe muy
bien lo que es un sentimiento de amor al prójimo y de compasión ante las
desgracias ajenas.
Entonces en este fragmento del Evangelio observamos como los que
carecen de vista, reciben la fe por el oído, sin embargo mucho veían con sus
propios ojos los milagros de Jesús y se declaraban contrarios a la fe.
En consecuencia, la enseñanza de este Evangelio, es que para conseguir
una gracia de Dios, se requiere como condición previa tener fe y confianza.
Entonces debemos perseverar en la oración para recibir lo que pedimos, y
no debemos perder la confianza en el Señor, si la gracia pedida no llega de
inmediato.
Jesús nos enseña que si nos acercamos a El, podemos ver la verdad. Todos
de alguna manera, necesitamos abrir nuestros ojos para ver mejor las cosas
del Señor. Si tenemos cerrados nuestros ojos como consecuencia de las
dificultades, optemos por acercarnos más a Jesucristo, pero hagámoslo con
el corazón limpio, con fe, con conciencia recta, para que Jesús nos descubra
los secretos del Reino de los Cielos.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
XXX Domingo Ciclo B
Publicado en este link: PALABRA DE DIOS
Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén
Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.
Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.
Lectura de la Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)
Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.
www.caminando-con-jesus.org
caminandoconjesus@vtr.net