Comentario al evangelio del Sábado 03 de Noviembre del 2012
Asistimos una vez más con Jesús a una escena bien hermosa, fácil de imaginar. El Maestro no pierde
ocasión y nos deja un buen mensaje. ¿Se trata sólo de consejos de urbanidad o de los criterios que unos
buenos padres de familia transmiten a sus hijos para facilitarles la vida social? La sabiduría de Jesús es
fácil de apreciar: ¡qué mal se pasa cuando en público alguien te invita a colocarte en un sitio que refleja
menos categoría!
No hay que descartar esa intención en Jesús, buen observador (como el relato demuestra). Pero sus
palabras quieren ir más allá: hay modos muy diversos de vivir. Y a los hijos del Padre nos les vale
cualquiera. Ante la Palabra de hoy no debemos eludir una reflexión personal: ¿cómo nos movemos?,
¿nos ensalzamos indebidamente?, ¿sabemos humillarnos? ¿Qué debemos cambiar tras escuchar a
Jesús?
Pero también cabe una reflexión en clave de Iglesia. En muchas partes del mundo nuestra presencia ha
perdido relevancia: no se nos ofrecen los sitios de antes, no se nos presta la misma atención. La
situación debe preocuparnos por lo que revela de la actitud de muchas personas ante el Evangelio.
Pero en nuestras sociedades hay diversos tipos de relevancia: ¿a cuál aspiramos? Muchos de los
cristianos que celebrábamos el día 1 no tenían poder alguno pero sí mucha autoridad: la que les dieron
su coherencia, su saber estar, su civismo, el amor que nace de la fe. Ninguna situación social es fácil y
todas abundan en matices, pero el Evangelio de hoy nos deja doble tarea: ¿cómo aplicarnos cada uno
las palabras de Jesús?, ¿cómo acogerlas como Iglesia, presencia visible de la fe?
Pedro Belderrain, cmf