XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Nos pide el Señor que invitemos por los caminos y senderos a todos,
para que entren al convite divino, se llene la Iglesia
“En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: -«¡Dichoso el
que coma en el banquete del reino de Dios!» Jesús le contestó: -
«Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la
hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados:
"Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras
otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a
verlo. Dispénsame, por favor. "Otro dijo: "He comprado cinco yuntas
de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me
acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a
contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al
criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los
pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo:
"Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio."
Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles
hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de
aquellos convidados probará mi banquete» (Lucas 14,15-24).
1 . “ Jesús estaba a la mesa. Uno de los comensales le dijo:
"¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios! "” Me
gustaría estar comiendo contigo, Jesús, para hablar de estos temas tan
bonitos. Sigues con el tema de la comida, como ayer. Aquí nos hablas,
Señor, de tu Reino como una boda, donde muchos convidados no quieren ir,
y tú abres el convite a " pobres, lisiados, ciegos y cojos ". Dios quiere
"que se le llene la casa" . Ya que no han querido los titulares de la
invitación, que la aprovechen otros. Israel, al menos oficialmente, había
rechazado al Mesías, mientras que otros muchos, procedentes del
paganismo, sí lo aceptaban. Esto también es para nosotros motivo de
examen: ¿me excuso, para no darme por enterado? Quiero aprender de
cuantos aceptaron agradecidos la invitación de Jesús. En cada Eucaristía
somos invitados a participar de este banquete sacramental, que es anticipo
del definitivo del cielo: " dichosos los invitados a la cena del Señor " (en
latín, "a la cena de bodas del Cordero"). Celebrar la Eucaristía debe ser el
signo diario de que celebramos también todos los demás bienes que Dios
nos ofrece (J. Aldazábal). Nuestras comidas de la tierra son una imagen y
un anuncio del "banquete mesiánico" en el Reino de Dios. La eucaristía ha
asumido ese simbolismo de la comida.
Nos dices, Señor: "Un hombre daba un gran banquete y convidó
a mucha gente. A la hora del banquete mandó al criado a decir a sus
invitados: Venid que ya está preparado" ”. Dios invita. Yo soy el
invitado.
-“ Pero todos, en seguida, empezaron a excusarse ”… Somos
responsables ante Dios: podemos decir que sí o que no a su
invitación. Dios hizo al hombre desde el principio y lo dejó en manos de su
libre albedrío (Ecclo XV, 14). Esto no sucedería si no tuviese libre elección
(Santo Tomás de Aquino) . Somos responsables ante Dios de todas las
acciones que realizamos libremente. La libertad religiosa es importante, y
Jesús nunca nos obliga, sino invita: “si alguno quiere venir…” Si somos
arrastrados a Cristo, creemos sin querer; se usa entonces la violencia, no la
libertad. Sin que uno quiera se puede entrar en la Iglesia; sin que uno
quiera se puede acercar al altar; puede, sin quererlo, recibir el Sacramento.
Pero sólo puede creer el que quiere (san Agustín) . Y resulta evidente que,
habiendo llegado a la edad de la razón, se requiere la libertad personal para
entrar en la Iglesia, y para corresponder a las continuas llamadas que el
Señor nos dirige.
Cuando se respira ese ambiente de libertad, se entiende claramente
que el obrar mal no es una liberación, sino una esclavitud. El que peca
contra Dios conserva el libre albedrío en cuanto a la libertad de coacción,
pero lo ha perdido en cuanto a la libertad de culpa (santo Tomás de A.) .
Manifestará quizá que se ha comportado conforme a sus preferencias, pero
no logrará pronunciar la voz de la verdadera libertad: porque se ha hecho
esclavo de aquello por lo que se ha decidido, y se ha decidido por lo peor,
por la ausencia de Dios, y allí no hay libertad.
-“ Entonces el dueño de la casa indignado dijo a su criado: sal
corriendo a las calles y plazas de la ciudad y tráete a los "pobres", a
los "lisiados", a los "ciegos" y a los "cojos"”. Cuando se está
satisfecho con lo que uno tiene, no se siente necesidad de nada más.
Espiritualmente, somos pobres, pues siempre estamos insatisfechos,
tendemos a querer todo, en el Señor.
-“ El criado dijo: "Señor, todavía queda sitio". El dueño le dijo:
"Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se
me llene la casa" ”. Si meditamos el Evangelio y ponderamos las
enseñanzas de Jesús, no confundiremos esas órdenes con la coacción. Ved
de qué modo Cristo insinúa siempre: si quieres ser perfecto…, si alguno
quiere venir en pos de mí… Ese “insísteles hasta que entren” ( compelle
intrare) no entraña violencia física ni moral: refleja el ímpetu del ejemplo
cristiano, que muestra en su proceder la fuerza de Dios: mirad cómo atrae
el Padre: deleita enseñando, no imponiendo la necesidad. Así atrae hacia El
(san Agustín) .
La mejor esclavitud es la del Amor de Dios. Pues las otras son fruto
del egoísmo. “El Amor de Dios marca el camino de la verdad, de la justicia,
del bien. Cuando nos decidimos a contestar al Señor: mi libertad para ti ,
nos encontramos liberados de todas las cadenas que nos habían atado a
cosas sin importancia, a preocupaciones ridículas, a ambiciones mezquinas.
Y la libertad -tesoro incalculable, perla maravillosa que sería triste arrojar a
las bestias- se emplea entera en aprender a hacer el bien.
Esta es la libertad gloriosa de los hijos de Dios (…). Nuestra fe no es
una carga, ni una limitación. ¡Qué pobre idea de la verdad cristiana
manifestaría quien razonase así! Al decidirnos por Dios, no perdemos nada,
lo ganamos todo: quien a costa de su alma conserva su vida, la perderá; y
quien perdiere su vida por amor mío, la volverá a hallar (Mt 10,39).
Hemos sacado la carta que gana, el primer premio (…) Vida de
oración. Hemos de rogar al Señor -a través de su Madre y Madre nuestra-
que nos aumente su amor, que nos conceda probar la dulzura de su
presencia; porque sólo cuando se ama se llega a la libertad más plena: la
de no querer abandonar nunca, por toda la eternidad, el objeto de nuestros
amores” (J. Escrivá de Balaguer).
El Señor es generoso, tiene muchos sitios para el banquete nupcial, y
quiere que invitemos a muchos. La Iglesia; abierta a todos los desgraciados
de la tierra, a todos los que sufren, y salvadora de todas las miserias (Noel
Quesson).
2. Continuación san Pablo con lo de ayer, nos pone delante el mejor
modelo: " tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida
en Cristo Jesús ". Y nos transmite un himno cristológico, seguramente
anterior a él, que tal vez la comunidad conocía y cantaba. Es un himno que
en pocas líneas expresa el misterio pascual de Cristo, su muerte y su
resurrección, su humillación y su glorificación por Dios. Se nos presenta
como modelo, porque “ es lo que Jesús ha hecho”. He ahí la manera de
vivir «en Cristo», el cual, siendo de condición divina, no quiso reivindicar su
igualdad con Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de
siervo, haciéndose semejante a los hombres...
Vosotros, miembros de la comunidad que es la Iglesia,
trataos unos a otros como miembros de Cristo... recordaos que sois
miembros de Aquel que, siendo de condición divina, se humilló, se
despojó, se anonadó... sin reivindicar la superioridad divina a la cual
estrictamente tenía derecho”.
En esa frase, se encuentra, a la vez: -la Gloria divina de Jesús, la
afirmación de su «preexistencia» divina... -la encarnación de Jesús, la
afirmación que, por su humanidad, ha renunciado a todas las prerrogativas
de gloria y de honor, que pertenecían de derecho a su condición de Hijo
eterno de Dios.
El término griego es además mucho más fuerte que el término
«servidor»: se trata de la palabra «doulos», ¡que significa «esclavo»! Jesús
ha querido ser un hombre «como nosotros» un hombre de condición
humilde... y sobre todo quiso ser un "hombre sumiso", un "hombre
obediente", un hombre totalmente "dependiente de la voluntad de otro"
Todo esto está contenido en la palabra "imagen del servidor".
-“ Apareciendo, en su porte, un hombre como los demás, se
humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Esta humillación, esta obediencia del Hijo de Dios han sido siempre
meditadas con predilección por los santos de todos los tiempos. "Hay
servicio" y "servicio", escribe el Padre de Grandmaison: el servicio vistoso,
recompensado, glorioso, brillante... y el servicio humilde, penoso, duro,
servil, perseverante: el de un apuesto soldado y el de un esclavo...
Tal fue el servicio de Cristo. Hay que entrar en este espíritu cuando
se quiere servir seriamente a Dios y revestirse de Jesucristo. De otro modo
es hacer comedia. Ayúdame, Señor, a mirar de veras mi vida desde ese
ángulo.
¿Cómo nos ha rescatado Cristo? Por la libre aceptación de las
insondables disposiciones de Dios; por la aceptación del carácter rudo,
inflexible, oneroso de la vida humana; por la obediencia a su "condición
humana" que incluye la mortalidad. Aceptar la condición de hombre incluida
la muerte que anida en su seno y hacia la cual se dirige día a día, viendo en
ella una insondable disposición divina provinente del amor del Padre.
«Salvarse» es seguir las huellas de Cristo y, contando con su gracia,
adoptar su misma actitud.
-“ Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está
sobre todo nombre; para que, al nombre de Jesús, toda rodilla se
doble, y toda lengua proclame que «Jesucristo es Señor» para
gloria de Dios Padre”. Descendido de las alturas de la gloria divina donde
preexistía... Hasta el fondo de la humillación y de la muerte... ¡Jesús está
ahora en la cumbre de la exaltación! Tiene derecho a esas dos prerrogativas
divinas: la genuflexión y la aclamación.
En todos nuestros «credo» repetimos este himno de san Pablo. Pero,
sobre todo debemos vivirlo en el hondón mismo de nuestra existencia.
¿Cómo he de hacerlo yo? (Noel Quesson).
3. En el Señor encontramos la plenitud: “ Los desvalidos comerán
hasta saciarse, / alabarán al Señor los que lo buscan: / viva su
corazón por siempre ”. El amor misericordioso de Dios nos mueve a
agradecimiento: “ Mi descendencia le servirá, / hablarán del Señor a la
generación futura, / contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
/ todo lo que hizo el Señor ”.
Llucià Pou Sabaté