Comentario al evangelio del Jueves 08 de Noviembre del 2012
Queridos hermanos, paz y bien.
Quien no se ha sentido aceptado tal y como es, en algún momento de su vida, no puede entender este
fragmento del Evangelio de Lucas. Por algo a Lucas le llaman el evangelista de la misericordia.
De todo lo que se podría comentar hoy, me quiero fijar en un primer aspecto: vivir sin prejuicios .
Nosotros también nos volvemos a veces fariseos , o sea, que somos intolerantes en nombre de la lógica,
de lo que se ha hecho siempre y de lo que nos parece que debe ser así. Y a veces somos publicanos , o
sea, nos creemos justos y nos permitimos juzgar a los demás. Nuestras propias ideas, nuestras
concepciones nos impiden ver las cosas con los ojos de Dios. Quitarnos las propias gafas, y ponernos
las gafas de Dios, para verlo todo como Él lo ve, es el primer paso para sentir la misericordia divina.
¿Juzgo a los demás o los comprendo? ¿Acepto las críticas o solamente me gusta criticar? ¿Creo que la
gente puede cambiar? ¿Creo que yo puedo ser mejor?
Un segundo comentario. Alegrarse y compartir . Sentir la misericordia divina es motivo de alegría, da
sentido a la vida y nos permite mirar al mundo de otra manera. Por eso hay que compartirlo con los
demás. No podemos guardarnos para nosotros la felicidad de saber que podemos comenzar de nuevo el
camino, porque Él ha borrado nuestros pecados y nos permite de nuevo escribir en la página en blanco
de nuestra vida. Un cuento de Anthony de Mello nos puede ayudar.
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo
insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me
ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo
por mucho que lo intentara.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y
también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no
podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que
cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte». Aquellas
palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies... Te
quiero...».
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié. (Anthony de Mello; No
cambies )
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.
Alejandro Carbajo, cmf