XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Flp. 3,17-4,1: Aguardamos un Salvador.
b.- Lc. 16,1-8: Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que
los hijos de la luz.
Esta parábola está dirigida a los discípulos, los que aceptan su palabra y están
resueltos a ponerla en práctica (v.1).. La parábola tiene un final algo
desconcertante, porque el amo que ha sido estafado por su administrador, termina
felicitándoles por su astucia. “Los hijos de este mundo son más sagaces con los de
su clase que los hijos de la luz” (v. 8). Da la impresión que también Jesús se suma
a la alabanza que hace el amo a su administrador, al rebajar la deuda a los
acreedores, pues lo pone como ejemplo para los hijos de la luz. Lo que el amo
alaba, es la perspectiva de futuro, la previsión que se había hecho de ganarse
amigos, para los tiempos difíciles que siempre pueden venir. No lo felicita porque lo
estafó, ya que lo despide por fraude, pero su visión del futuro, fruto de su
sagacidad, es lo que llama la atención del señor y de Jesús. La reflexión de Jesús,
va en ese sentido: los hijos de la, luz deben imitar la astucia y sagacidad que ponen
los hijos de este mundo en sus negocios. Hay que ser sagaces, astutos como hijos
de la luz, para alcanzar la meta de la vida cristiana que no es otra que la vida
eterna. Si el hombre invierte toda su energía, inteligencia y voluntad, tiempo y
amor, por conseguir sus metas terrenas, legítimas, cuánto más, debe invertir por el
Reino de Dios, que ha de tener la primacía absoluta, respecto de los bines
terrenales. Sólo por el Reino de Dios, hay que invertir todas nuestras energías, sin
descuidar las metas terrenas que tenemos, si nuestra visión es capaz de integrar la
vida familiar y profesional en este camino de fe. En cierto modo, el administrador
infiel lo tuvo más fácil, porque su futuro terminaba con la muerte, nosotros
debemos usar de los bienes, como medios, pero para ganarnos amigos para la vida
eterna. Viviremos para Dios y el prójimo, compartir con los hermanos de fe y
también con los que no lo son; realidad imposible de concretar para quienes viven
sólo para sí, esclavos de sus propios intereses mezquinos. Se trata de invertir en el
banco del amor, con lo que ganamos intereses para la vida eterna. Sin conversión
del corazón respecto de los bienes materiales, el dinero y la riqueza, no somos
discípulos de Jesucristo, así llevemos un vida de piedad excelente.
La Santa Madre Teresa de Jesús, nos propone orar continuamente para poder ser
verdaderos hijos de la luz de Dios. “Este tener verdadera luz para guardar la ley de
Dios con toda perfección, es todo nuestro bien. Sobre ésta asienta bien la oración.
Sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso” (CV 5,4).