II DOMINGO DE NAVIDAD - C
Evangelio de la Misa: Jn 1,1-18
Tu palabra es vida
El prólogo del Evangelio de San Juan, que todos los años se proclama en
la tercera misa del día de Navidad, quiere la Iglesia que vuelva a ser objeto de
reflexión y de oración en este domingo, que muchos años cae entre la fiesta de
María, Madre de Dios (1 de Enero) y la Epifanía (6 de Enero).
La importancia de este párrafo evangélico es muy significativa para
entender a Jesús, el Salvador de los hombres, la Palabra de Dios, que existe
desde siempre, pero que en un momento determinado de la historia, después de
una larga preparación en el pueblo judío, se hizo hombre para hablar en forma
humana a los hombres, pero con la fuerza divina, que le daba a su propia
naturaleza humana la persona divina que en El estaba.
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Gracias, Señor, por tu presencia entre nosotros,
y por hacer tan cercano, un hombre que habla como Dios,
porque transmite la Verdad de Dios y comunica la Bondad y el Amor de Dios.
Además quisiste que ese mensaje divino, la Palabra hablada
y predicada por Palestina hace unos dos mil años, quedara grabada,
como en letras de fuego, en el libro sagrado que Tu fuiste inspirando
a aquellos escritores judíos anteriores a tu nacimiento;
y sobre todo a los que, o bien te conocieron personalmente,
o recibieron tu mensaje salvador en aquellos primeros momentos
de la Iglesia naciente, cuando tu Espíritu Santo ponía las bases
para formar y forjar este Cuerpo espiritual tuyo, que formamos
los creyentes, agrupados en el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia.
Creo en tu Palabra, Señor, custodiada fielmente por el Papa y los Obispos,
como sucesores de los Apóstoles, y con la colaboración de presbíteros
y diáconos, quienes siguen proclamando tu Palabra
“como luz verdadera, que alumbra a todo hombre”.
Ayúdame, Señor, a escucharla con fe cuando se proclama,
se lee y se explica, en las celebraciones litúrgicas; y a ver en los sacerdotes
no solo unos maestros particulares, sabios y doctos, sino a los auténticos
ministros tuyos en esa misión de anunciar tu misma Palabra,
y hacerla resonar en la sociedad para mi bien y mi santidad.
Que la escuche con agradecimiento, humildad y sinceridad,
y así ilumine mi vida, guíe mis pasos, y sea fuerza en mi camino por la vida.
También quiero, Señor, alimentarme cada día
con tu Palabra en mi lectura personal y privada.
Que tu Palabra –la Biblia- ocupe un lugar destacado en mi hogar
y por tanto en mi vida familiar, eclesial y social.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez