EPIFANIA DEL SEÑOR - C
Evangelio de la Misa: Mc 2,1-12
Apóstoles
Fiesta importante en el pueblo cristiano, no tanto por el mensaje central,
cuanto por el detalle, cariñoso y entrañable, de ver a aquellos personajes, “unos
magos venidos de Oriente”, postrados ante el Niño Dios, recientemente venido
al mundo como uno más, pero en el que intuyen algo más que un niño
encantador. Allí se encuentran con la grandeza infinita de Dios, y la
omnipotencia del rey de cielos y tierras.
Ellos le ofrecen el obsequio de su fe y de su amor, simbolizados en el “oro,
el incienso y la mirra”. Ofrecimiento que motiva los regalos propios de este día,
que alegra a los niños y encanta a los mayores.
_________________________________________
Yo también quiero, Señor, obsequiarte como los Magos
con el regalo de mi fe, humilde y confiada, y de mi caridad
profunda y generosa, universal y sacrificada si fuere necesario.
Acoge, Señor, estas ofrendas, en las que me va la vida, pues solo Tú
puedes devolvérmelas llenas de fuerza y vitalidad, de gracia y santidad.
En los Magos, venidos de lejanas tierras, y según la tradición
de variadas razas y culturas, siempre han visto los cristianos
a todos los pueblos del planeta, postrados ante Ti,
y reunidos en tu Pueblo, la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica.
Que no olvide esta imagen y este mensaje:
todos los hombres son destinatarios de tu Palabra
y para todos traes la Salvación;
y en consecuencia con todos los hombres hemos de vivir y compartir,
participar y disfrutar, en este Nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia.
También me dices que yo he de tener ese corazón abierto y universal,
que representan los Magos, y que a todos debe llegar
mi apostolado y mi buen ejemplo profesional, familiar y social.
Gracias, Señor, por esta estrella, mi fe y mi vocación cristiana,
que, como a los Magos, ilumina y guía mi vida.
Que me sienta responsable y agradecido por ello,
para que sea un verdadero apóstol en esta sociedad,
que en ocasiones no quiere verse iluminada por tu estrella
y prefiere sus oscuras verdades, sus placeres egoístas y pasajeros.
Que sea siempre un buen cristiano y apóstol, humilde y valiente,
sincero y comprometido, comprensivo y acogedor,
optimista y exigente con la fe y la caridad cristiana.
Y si en algún momento la estrella de la fe desaparece en mi vida,
o se debilita, que acuda al atajo que facilita llegar de nuevo a Ti,
tu Madre, María, en cuyos brazos te encontraron también los Magos.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez