I DOMINGO CUARESMA - C
Evangelio de la Misa: Lc 4,1-13
Tentaciones humanas
Comienza la Cuaresma, y como todos los años, se inicia contemplando a
Cristo en oración y penitencia por el desierto, y así preparándose para los
inmediatos días de predicación pública por los pueblos y aldeas de Palestina.
También se presenta Cristo tentado por el demonio, pero destacando su
actitud valiente y decidida en el rechazo de las tentaciones, por cierto muy bien
escogidas como paradigma de las principales tentaciones que sentimos los
hombres de todos los tiempos, también ahora: la soberbia, la avaricia y la
sensualidad.
_______________________________________
En primer lugar, quiero presentarte, Señor, mis mejores propósitos
para esta Cuaresma: profundizar en mi conversión cristiana rezando más,
leyendo y meditando tu Palabra escrita en la Biblia, confesándome con
frecuencia,
comulgando cada día, y practicando la caridad con personas concretas.
¡Hay tantos necesitados: enfermos y pobres,
víctimas de los pecados humanos y de las catástrofes naturales!
En ellos escucho tu voz, que me habla, y siento tu mano que me pide
más piedad, más santidad, más generosidad, más austeridad y penitencia.
Ayúdame, Señor, a vivir este tiempo de gracia, que es la Cuaresma,
con el espíritu que la Iglesia, nuestra Santa Madre, nos propone,
y que con humildad y valentía te escuche en la oración y te responda
en la vida diaria de trabajo, convivencia, apostolado, penitencia y caridad.
¡Qué gran lección me das con las tentaciones, que permitiste al demonio!
En primer lugar con tu actitud valiente y sincera, radical y optimista,
me adviertes lo que yo tengo que hacer, si quiero vivir en paz y feliz,
y si deseo crecer en santidad y eficacia apostólica.
¡Al enemigo ninguna concesión! (¡Ni agua!, decimos vulgarmente).
Quiero hacer míos siempre estos consejos: “Vuelve la espaldas al infame cuando
susurre en tus oídos para qué complicarte la vida?”. (Cam. 6); y aquellas otras
del mismo autor: “No tengas la cobardía de sentirte ´valiente´: huye!”. (Cam.
132).
Por otra parte, Señor, me abres un maravilloso libro de antropología y moral.
Me enseñas cuáles son las principales pasiones humanas,
sobre las que tengo que estar advertido para encauzarlas bien
y no caer en las redes de su tiranía, y por tanto del vicio y del pecado.
Ciertamente la sensualidad humana me arrastra a la impureza,
al placer corporal desbordado. También la soberbia me invita muchas veces
a adorarme a mi mismo, o al “becerro de oro”, en vez de a Ti;
la avaricia me lleva a pensar solo en mí y a olvidarme, o a despreciar a los
demás.
Que aproveche tus palabras para rechazar yo también al demonio cuando me
tiente.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez