II DOMINGO CUARESMA - C
Evangelio de la Misa: Lc 9,28-36
Bajar del monte
Los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) nos transmiten
este suceso de la Transfiguración: Jesús, que se transforma y se muestra con
todo el poder divino y celestial ante tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, y
resplandeciente de gloria y luminosidad, les abre el corazón para que le vean
como Dios y puedan sentir la alegría del cielo.
Este suceso debió grabárseles tan profundamente a aquellos apóstoles,
que como no pudieron cumplir su deseo de permanecer para siempre allí, de
momento guardaron silencio, pero luego lo comunicaron a todos como indica el
que los tres sinópticos lo narren con todo detalle.
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¡Que grandioso espectáculo nos ofreces, Señor, en este párrafo evangélico!
Se entiende que los evangelistas lo narren con tanto detalle.
También yo quiero colocarme en ese lugar, en esa montaña,
para estar más cerca de Ti, y no solo escucharte, sino también “sentirte”
como Dios, como Amigo, como Padre, como Maestro, y gozar
de tu presencia divina en mi corazón, y del amor de Dios alimentando
los mejores sentimientos y deseos de bondad, santidad y caridad.
Fue en la oración cuando ocurrió tu Transfiguración.
¡Buena lección para mi vida!
Por eso te pido, Señor, que nunca olvide el trato habitual contigo,
y para eso que jamás abandone la oración personal, individual;
y que en la comunitaria o litúrgica procure el trato íntimo, confiado,
vivo y correspondido en propósitos sinceros, valientes y generosos.
A veces, me siento frío, insensible, sin ideas ni entusiasmo cuando rezo,
o cuando Tu me invitas a la oración personal o litúrgica.
Por eso te pido ahora la fe suficiente y el sentido cristiano oportuno
para no dejarme llevar del sentimiento momentáneo, y siga mirando
a la meta u objetivo de mi vida que es amarte, buscar tu gloria y alabarte.
Sin duda la mayoría de las veces siento la satisfacción de estar aquí,
rezando, hablando contigo, contándote mis cosas, penas y alegrías,
éxitos y fracasos, trabajos y proyectos futuros.
¡Gracias, Señor, por esta satisfacción personal y porque siempre salgo
de la oración más animado a querer a todos y más urgido y comprometido
a ayudarles, a comprenderles y perdonarles, y a convivir en paz con todos.
Y por eso no quiero quedarme en la “choza” de esta alegría puntual
y pasajera, sino que deseo “bajar” al mundo de la vida diaria,
del trabajo y de la convivencia, para que con mi alegría y testimonio
haga partícipes a todos de tu divinidad y tu presencia en nosotros.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez