III DOMINGO DE PASCUA - C
Evangelio de la Misa: Jn 21,1-19
Unidos al Papa
Parece que al evangelista Juan se le van agolpando de repente y
precipitadamente los recuerdos de las apariciones de Cristo, después de
resucitado. Con un gran realismo fotográfico y literario sitúa los acontecimientos
en los lugares apropiados, y parece reproducir bastantes frases, que
provablemente salieron de la boca del Maestro.
Quien ha tenido la suerte de pasear por aquellas riberas del lago de
Genesaret, le resulta muy fácil ubicar estos acontecimientos. Pesca en lago,
noches claras, amaneceres frescos, la lumbre y los peces recién asados, que
esperan a los pescadores en la costa, y todos ansiosos de seguir escuchando al
Maestro el gran mensaje salvador.
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Señor, Jesús, me agrada recordarte en tus andanzas
por aquellos alrededores de Genesaret, y en los recorridos por aquellas aldeas
de Palestina, testigos mudos, pero muy elocuentes, de tu vida y predicación,
y que por eso llamamos a la Tierra Santa el quinto evangelio.
Yo también quiero, ahora, situarme en aquellas escenas, para contemplarte,
oírte y aprender de Ti. Con humildad y sencillez quiero seguir acompañándote
y captar esas maravillosas enseñanzas para hacerlas vida en mi existencia:
confianza contigo, trato habitual de amigo íntimo y de hijo predilecto,
colaboración y empeño para echarte una mano en esa pesca maravillosa
del apostolado cristiano con el testimonio de mi vida ordinaria y profesional,
y con la ayuda y servicio caritativo y social con todos.
Pero hoy te veo en el Evangelio también como el gran Maestro,
y al mismo tiempo como el Redentor de todos los hombres.
Te haces presente por la gracia en nuestros corazones
-¡que nunca pierda la gracia de Dios por el pecado mortal!-
pero también nos acompañas siempre en las personas que tu consagraste
para ser tus ministros o representantes en la tierra:
los apóstoles primero y ahora los obispos y sacerdotes.
Y además nos has garantizado te presencia y cercanía de Padre universal
en la persona del Obispo de Roma, el Papa, en este momento Benedicto XVI.
¡Gracias, Señor, por este don del Pontificado en el sucesor de Pedro,
que tanto nos ayuda para mantenernos unidos en la Verdad y en el Amor.
Te pido, Señor, por su santidad y su bien hacer magisterial.
Quiero ayudarle con mi oración, cariño y fidelidad a sus enseñanzas.
Te pido por todos los cristianos, para que seamos conscientes de que solo
seremos
buenos y fieles cristianos, santos y apostólicos, y verdaderamente católicos,
si estamos unidos y somos fieles al Santo Padre, el Papa, ahora Benedicto XVI.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez